viernes, 20 de noviembre de 2020

Encuentro en el parque, en un otoño dorado - Capítulo 18 -La vida ya no era la misma

 A la hora concertada Alastair se personó en el hotel para recoger tanto a ellas, como a sus amigas. Era amable con las amigas de su hija. Quería borrar la mala impresión que dieron cuando se conocieron. Hasta Alana se mostraba más sonriente. Alba miraba a uno y a otra. ¡ Si todo fuera así !, pensaba con una vaga esperanza de que sus padres de nuevo volvieran a estar juntos. Pero tan sólo era una careta para mostrar en público.  Casi ni se habían saludado.  La sonrisa de Alana, se notaba que era forzada, y lo cierto es que estaba nerviosa y deseando subirse al avión. No se miraban, ni siquiera por el espejo retrovisor. Alana daba la impresión de que estaba violenta si él lo hacía, por eso optó por dirigir su mirada a la ciudad " A modo de despedida",  justificó. Alastair sabía que estaba deseando perderle de vista. En cambio él, a pesar de todo, quería  que ese trayecto durase una eternidad, y que sólo estuvieran ellos dos, solos, como en una burbuja.

Durante toda la noche había pensado en ella, y la furia que sintió por toda la discusión, se había diluido y transformado en lo que siempre había sido: amor


Todas las amigas se despidieron de él amablemente, agradeciéndo les hubiera llevado al aeropuerto. La despedida más entrañable, sin duda, fue entre padre e hija. Había venido de vacaciones y se marchaba con un padre de lo más guapo que alguien pudiera concebir. Cariñoso y educado. Alba se reunió con sus amigas, dejándoles solos. Se miraban muy serios, sin parpadear, tampoco sin hablar. Quién sabe lo que cada uno pensaba.  Fue Alastair quién se aproximó a ella besándola en la mejilla. Y Alana volvió a sentir ese latigazo especial cuando estaba próximo a ella. 

Las vió desaparecer por el túnel de embarque rumbo al avión y suspiró profundamente. ¡Lástima!, pensó.Se encaminó a la salida y de allí iría al despacho de  MacDougall. Tenía que hablar con él del cambio que había experimentado su vida. Quería reconocer a su hija, y un nuevo testamento. Ahora todo había cambiado, ya no era lo mismo que hacía apenas veinticuatro horas.  Todo había sido muy rápido, y un cambio total que aún no lo creía posible. También solucionar el convenio de visitas, porque a eso si que no renunciaría. Debía recobrar cuanto antes el tiempo perdido, porque Alba, también así lo deseaba; se había encontrado con un padre, cuando pensaba que nunca le conocería.

Entró en el despacho del abogado que le esperaba. Estaba impaciente nervioso e indeciso, por tener que relatar desde el principio lo que su hija le había adelantado. Se estrecharon las manos, y el amigo y abogado, se dispuso a escuchar el relato, desde el principio, aunque parte de él ya lo conocía, pero el desenlace ni podía imaginarlo.

Transcurrieron más de dos horas largas entre relato y medidas a tomar. Alastair estaba intranquilo, pero el amigo le tranquilizó:

- No te alteres ni te preocupes. No es un caso complicado: la reconoces y la declaras heredera universal, dejando una parte para Alana. Sencillo, sin complicaciones. Iremos  al Juzgado mañana mismo . Redactaré el pliego de visitas  y sólo resta que ella no ponga objeciones. Si la jovencita está de acuerdo, podrá visitarte siempre que quiera. La única pega es que vivís en países distintos y ha de viajar. Pero  ¿Alana está conforme?

- Me ha dicho que nunca será un obstáculo, así que pienso que dará facilidades.  No deseo juzgados ni jueces. A poder ser, llegar a un acuerdo entre nosotros.

- Bien, pues creo que no hay más que hablar. Cuando tenga listo el pliego,  lo llevará, para que lo firme Alana, un secretario de mi bufete en Dublín y caso cerrado. Quédate tranquilo que todo saldrá bien. Te noto muy nervioso. Te comprendo, ha sido algo inesperado ni siquiera imaginable, pero ya ves, la vida te da esas sorpresas.  Y ellas ¿ cómo están ?

- Conozco muy bien a Alana, aunque  piense que no. Sé que lo estará pasando mal; ha sido todo rápido, sin poder asimilarlo. Vinieron para premiar a la niña sus buenas notas, y ya ves lo que ha resultado. Aunque pienso, a veces, que Alba eligió Edimburgo para buscarme. No lo sé, pero me da esa impresión. No quiero ni pensar lo mal que lo ha pasado desde que ella tuvo consciencia de que no sabía quién era   su padre. Yo también he de procesarlo

- Dime una cosa ¿ No tienes la más mínima duda de que esa chica es tu hija? Nunca hablaste de ello

-¡ Es que no lo he sabido!, y ha sido todo por casualidad. Y no, no tengo dudas. Coincide plenamente con nuestra relación, y sé que Alana nunca mentiría. Ha vivido durante muchos años con ese peso y lejos de buscarme, ha puesto tierra de por medio porque no quería que lo supiera.

-¿La sigues queriendo?

- Más que nunca, aunque parezca una locura, pero ella a mí no. Es más creo que me detesta, máxime ahora que deberemos compartir a la niña.

- Bueno, da tiempo al tiempo.  Todo volverá a su ser; tenéis que calmaros todos, los tres. Ha sido una píldora difícil de tragar, pero ahí está y todo se solucionará felizmente.  Me ocupo personalmente de ello.  Ve tranquilo.

Cuando Alastair salió a la calle, respiró aliviado. Tenía plena confianza en que MacDougall allanaría el camino.

 Entre Alba y él, sumaban más del cincuenta por ciento a favor de esas gestiones, si Alana no lo estuviera, tendría que aceptarlo, aunque pensaba que cuando lo asimilase, no habría problemas.

Regresó a su casa. Ya era tarde para ir a la editorial, y además no le apetecía nada en absoluto. Quería estar tranquilo, repasando todo lo dicho y explicado al abogado. Al día siguiente, Alba llevaría su apellido junto al de su madre, y eso le colmaba de emoción. Ni por un momento dudó que no  fuera su hija. En su cara habían rasgos de él, pero también guiños y ademanes que él solía hacer a menudo. Pero además de todo eso, estaban las fechas, concordantes con los años de la niña. Tenía que hablar con Alana. Necesitaba una partida de nacimiento de Alba, no por nada, sino porque seguramente se la pedirían en el Juzgado.

 Para agilizar el trámite, puesto que vivían en países distintos, sería mejor una fotocopia por adelantado, y quizás esperar unos días a tener el original para normalizar el nacimiento de la niña. Llamó al abogado y lo consultó con él, y quedaron de acuerdo en esperar a que llegase por mensajero.Pero se mostraba inquieto, como si le faltara tiempo. Y es que su impaciencia por tenerlo todo legalmente, era grande.  Pero todo era eso: impaciencia.  Es como si Alba, al tenerlo todo regularizado fuese verdaderamente su hija, siendo que ya lo era y lo había sido desde antes de saberlo.

- Lo hablaré con ella. La llamaré esta misma noche. He de esperar a que lleguen a Dublín.

- De acuerdo, en eso quedamos. Avísame en cuanto lo tengas. Adiós Alastair y tranquilizate.

Las llamó cerca de la media noche, haciendo tiempo a que estuvieran en casa.  Fue Alana quién descolgó el teléfono. Su voz se notaba alterada y nerviosa:

- ¿ Qué pasa ? ¿ Por qué llamas a estas horas ? ¿ Estás bien?

- Si, si. Todo bien. ¿ Podemos hablar un momento?

- Sí, desde luego

Y narró los trámites que había realizado y los que aún quedaban por hacer. Le notificó su gestión de reconocimiento, y la visita que recibiría de un secretario del abogado, y si estuviera conforme, para firmar el documento.  Ella le escuchaba y con cada cosa que la explicaba, asentía con la cabeza. Sentía una pena infinita y en silencio dejaba escapar unas lágrimas de frustración por todo, y por el cariz que estaban tomando las cosas. Él la hablaba serenamente, que interpretó por frialdad e indiferencia. Nada más lejos de la realidad, pero ella no lo sabía. Lo creyó así, pero lo cierto es que ambos estaban angustiados y deseosos de escuchar sus voces, aunque significara que eso sería poner aún, más distancia entre ambos.

Al final, surgió el silencio. Era como si no quisieran despedirse, pero a través del aparato y a pesar de que contenía su emoción, Alistair escuchó un llanto contenido, que le produjo una mala sensación. Le dolía que lo estuviera pasando mal, pero no había forma de evitarlo. Sólo había una y esa, de momento estaba totalmente descartada.

- Bueno, pues eso es todo. Si tienes alguna duda llama a mi abogado o a mi mismo. Deseo que te quede todo claro, que no quiero perjudicarte en nada. Si en algo no estás de acuerdo llámame, no me molestas en absoluto.  Lo que no quiero son peores ratos de los que ya estamos pasando ¿ me entiendes?

- Si, lo entiendo.  Yo tampoco quiero tener disgustos, mientras se pueda llegar a un acuerdo. Así lo haré ¿ a qué hora podría llamarte si se diera el caso?

- A cualquier hora sea mañana, tarde o noche, o de madrugada.  Cuando sea. Para vosotras no tengo horarios, que te quede claro. Y ahora ... hasta mañana o cuando sea. Descansa

- Tú también.  Buenas noches.


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