miércoles, 25 de diciembre de 2019

El Primer Ministro - Capítulo 12 - ¿ A dónde fue el amor ?

Pero no todo era tan dulce como al principio  ¿En qué momento comenzaron a cambiar las cosas?  ¿Por qué ?  Aparentemente todo seguía igual, pero sin darse cuenta se habían alejado, inmersos cada uno de ellos en sus tareas.  Era como si esperasen a algo o a alguien que  hiciera estallar la tormenta que tenían en su interior. 
 Melody  estaba a punto de cumplir tres años, edad más que suficiente como para tener un hermanito que no terminaba de llegar.  Esta circunstancia no era motivada porque ellos no tuvieran relaciones íntimas, sólo que no eran ni tan constantes ni tan intensas como lo fueron en su época de recién casados, y tampoco ayudaban los anticonceptivos que Claire tomaba.  Sabía que en cuanto se quedara embarazada, debería abandonar toda su actividad, y de momento no lo deseaba.  Scott tampoco indicó una fecha, y el proyecto quedó en el aire, al menos de momento.  En la cabeza de cada uno  vivía un maremágnum de tareas que les estaban desbordando.

  Ella se sentía cansada por el estresante trabajo de tantos años, y quería hablar con su esposo de dejarlo, aunque fuese temporalmente, y tratar de quedarse de nuevo embarazada.  A Scott le pareció perfecto.

 Lo planteó a la dirección del hospital que, a regañadientes, no le quedó otro remedio que aceptar la excedencia de Claire.

Parecía que con ello, volvería  el tiempo feliz, pero sería un ave de paso y pronto comenzó a echar de menos  el hospital. Las ausencias de Scott se hicieron mayores, dado que  ya era un relevante personaje dentro del partido. Los mítines fueron más frecuentes y más largos sus desplazamientos. Cada vez Claire pasaba más tiempo sola y sus funciones pasaron de ser una cualificada cirujana, a una simple ama de casa dedicada a llevar y traer a su hija hasta el colegio.

  Posiblemente fuera el estrés de no quedarse embarazada lo que hacía que ese hecho no se llevara a cabo, según la indicó su ginecólogo, ya que había abandonado el medicamento que se lo impedía.

Debido a las ausencias del marido, comenzó a arrepentirse de la reacción que tuvo al abandonar su trabajo. Su función como consorte, era acompañar a su marido en alguna invitación a algún evento de partido, pero siempre al de Scott, y difícilmente al suyo.

Hasta que llegó el momento en que dejó de asistir a ellos, ante la decepción de él, que a medida que pasaba el tiempo, llegaba más tarde a casa y sus charlas más lacónicas.  Había observado que él estaba más distante, incluso en la cama, pero rechazaba que  tuviera alguna aventura;  no lo creía posible, y si así fuera  dejaría de ser ama de casa, para volver a su verdadera vocación:  la medicina.

Había llegado el plazo para las votaciones  sobre el  Brexit, con lo cual el trabajo se multiplicó en ambos esposos.  Claire había sido solicitada por su partido para que interviniese en alguna charla.  La necesitaban,  ya que las encuestas daban como ganadores a los Tories, por un margen muy estrecho, pero ganadores al fin y al cabo.   Ella se resistió, pero al fin las persuasivas palabras del secretario general laborista la hicieron claudicar.  Sabía que no le agradaría a Scott, pero pensó que tampoco a ella la gustó la actuación de él, principalmente por lo poco que paraba en casa.  Apenas se veían, y cuando lo hacían era deprisa y corriendo.

 No le gustó que ella interviniese en los mítines y, aunque puso el gesto de desagrado, nada la dijo;  no quería volver de nuevo a las discusiones, entre otras cosas, porque comprendió que ella también tenía derecho a defender sus ideas. Pero poco a poco ocurría algo que les alejaba, y cada vez con más frecuencia.

  Scott se iba destacando cada vez más, y a Claire la ocurría otro tanto.  Iba perdiendo el miedo escénico y mostraba con más desenvoltura ante las personas que acudían a escuchar sus mítines cada vez con más seguridad en sí misma.  En su partido trataban de convencerla para que entrara definitivamente en política.  Tenía don de gentes.  Era convincente y necesitaban un refuerzo para su campaña;  alguna cara nueva y que además la gente la escuchara, haciendo creíble todo lo que ella explicaba.

 A Scott no le parecía oportuno que anduviese permanentemente con ese estrés, pero no había forma de hacerla cambiar de opinión, así que se limitó a no decir nada, aunque no estuviera conforme. Además la excedencia había finalizado y  volvió a ejercer su profesión, aumentando de esta manera la delgada línea de ausencias de uno y otro.

Con la niña de la mano, fue a ver a sus padres.  Fueron bien recibidos especialmente por las abuelas, pero el padre  estuvo bastante lacónico con la niña, que a penas se atrevía a moverse, ya que el gesto huraño del abuelo, la intimidaba. No perdió la ocasión de hacer patente su disconformidad con su esposa y que  estuviera en otro partido distinto al de él, pero Scott cortó tajante la conversación.  No deseaba que nadie se  inmiscuyera en lo que ellos dos habían acordado.  La visita fue breve debida a la incomodidad de lo hablado con el padre en un permanente reproche hacia Claire y, con la reticencia de las abuelas, en especial de Theresa, que siempre gruñía por lo escasas y breves que eran sus visitas

  Cuando de regreso entró en casa, Claire estaba descansando viendo la televisión.  El la beso sonriente, escondiendo la decepción  causada por sus padres y una punzada de dolor invadió su ánimo.  No tenían nada que reprocharle a su esposa, y mucho menos a la criatura que era su nieta.  Le pareció absurdo, llevar hasta ese límite el rechazo a su mujer cuyo único pecado era  tener distinta formar de pensar políticamente.  Ni siquiera comentó nada con ella.  No quería discusiones ni malos rollos por personas ajenas a ellos dos.   Se querían y se respetaban aunque tuvieran diferencias, pero todo podían solucionarlo, sin que nadie se metiera en sus vidas.

Como auguraron,  los Tories,  se hicieron con el consentimiento para salir de la Unión Europea. Scott estaba eufórico, muy al contrario que su esposa que estaba totalmente desmoralizada.  De nada habían servido los esfuerzos, el trabajo realizado, pero esas habían sido las reglas democráticas y por mucho que le doliera, las aceptaría. Su enfado subió enteros cuando a los dos días, Scott la anunció que debían salir de gira, no sólo por Escocia, sino también por Inglaterra y Gales, ya que el resultado había sido muy ajustado y necesitaban convencer a los indecisos para no tener sorpresas ni manifestaciones en contra  en la calle.

La gira sería larga y Scott la propuso ir con ellos, pero Claire lo rechazó de plano;  no la parecía ético, aunque se tratase de su marido.  ¿Fue su negativa un error?  Posiblemente, aunque entonces no lo pensó, pero Scott recibió un jarro de agua fría con su respuesta, aunque también comprendió sus razonamientos.  Dos días después de conocer la noticia, Scott salió junto al secretario general de su partido para recorrer las islas británicas.  .  Se besaron, se abrazaron y así permanecieron durante breves momentos.  Prometió llamarla todos los días en cuanto llegasen al hotel.  Le preocupaba dejarla sola, ya que con su familia no podía contar, tan sólo con la abuela que estaba muy orgullosa de su biznieta.


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