martes, 17 de diciembre de 2019

El Primer Ministro - Capítulo 4 - Cena para dos

Y él esgrimió la mejor de sus sonrisas, y a ella le sorprendió verle tan de cerca, fuera del ambiente solemne de un mitin.  Allí estaba como un hombre cualquiera acudiendo a una cita normal.  Pero  ni él ni ella eran normales, sobretodo él con una familia a sus espaldas de mucho peso.  Sin embargo ella, procedía de unos padres trabajadores y ella misma tuvo que trabajar para poderse pagar la carrera, pero era lo que deseaba y nada ni nadie la apartaría del camino que se había trazado, máxime cuando sus padres fallecieron. Consiguió terminar y hacer unas oposiciones que la valieron su trabajo en el  Sterling Community Hospital en el que trabajaba.

 También se afilió  al  Scottish Labour Party porque deseaba mejorar la calidad de vida de la gente, y facilitarles su acceso a las mismas oportunidades que pueden tener los ricos.  Pero los derechos de la élite  iban decreciendo cada vez más, sin a penas darse cuenta, y es por eso que decidió acudir al mitin que habían programado en un céntrico hotel de la ciudad, y enfrentarse cara a cara con su oponente, aunque no fuera ni la forma ni el lugar los más adecuados, pero quería averiguar cuál era su estrategia, para que sólo ellos obtuvieran beneficios en contra de los trabajadores.

Debido a su lucha por alcanzar su sueño, se había hecho más fuerte y se sentía capaz de enfrentarse a la mismísima reina si fuera necesario.  Corrían tiempos muy difíciles para la clase media, y si los Unionistas ganasen las elecciones, podía prepararse, porque no sólo contaba el Brexit, sino también los infinitos recortes sociales que se avecinaban.  Y esos motivos le daban una fuerza increíble.  Sabía de antemano el terreno que pisaba y, sabía también que, a pesar de esa amena velada, poco o nada conseguiría, pero al menos sabrían que detrás de ella había un partido y una clase obrera que les apoyarían, y no se lo iban a poner fácil.  Se lo debía a sus padres y a los de tantos otros, cuya vida había sido precaria con Margaret Thatcher y ahora no ocurriría lo mismo porque los tiempos eran distintos, y las gentes también.  Si fueran derrotados, se las verían con una oposición firme y dispuesta a luchar con uñas y dientes por marcharse de ese yugo que les asfixiaba y que no iban a estar solos frente a los Tories y tarde o temprano tendrían que conquistar su libertad de Inglaterra.

Cada uno de ellos se analizaba mutuamente, lo hacían para averiguar la jugada que el otro tenía en mente con preguntas y respuestas de ambos. Galantemente abrió la portezuela del coche para que ella entrase en él.  Todos esos gestos tan corteses, tan educados, la ponían algo incómoda.  No sabían de qué hablar.  Fue una condición que impuso Scott " nada de política ni de trabajo ".  Simplemente era dos amigos que salían a pasar una grata velada.

¿ De qué iban a hablar?  No se conocían de nada;  lo único que les unía era la política. Era la segunda vez que se veían y la primera fue especialmente incómoda

— Cuéntame cosas de ti—  pidió Scott para romper el hielo y la violencia que sentían ambos

— Creo que ya lo sabes todo.  Estoy segura que me has investigado.  Por lo demás poco hay que contar

—Dime de tus aficiones.  Lo que te gusta, y lo que haces cuando no trabajas

Ella se echó a reír:  estaba segura que él hacía lo mismo,  que ella:  volcarse en lo que más le apasionaba:  la política que también era su trabajo

-—¿ Aficiones? Pues resulta que tengo las mismas que la mayoría de chicas de mi edad. El cine, amigas, alguna excursión y poca cosa más.  Soy de gustos nada complicados, bastante corrientes.  ¿Y tú ?

— Más o menos lo mismo.  Tengo poco tiempo libre y bastantes comidas o cenas de trabajo que me hacen desear quedarme en casa tranquilo los fines de semana.  Como verás ni ópera, ni golf, ni veladas benéficas.  Eso me hace bastante aburrido y quién sale conmigo no repite en la mayoría de los casos.  Sé que doy un perfil diferente, pero eso es porque la prensa te crea una imagen que nada tiene que ver contigo.  Si alguna vez llegas a la alta política, comprenderás lo que te estoy diciendo.  Parece que ser político es una profesión  extraordinaria, que lo es, pero se ignora las horas, los días y los enfrentamientos que tienes que aguantar.  Hay que tener muchas ganas para meterse en ella

— Y tú las tienes ¿Verdad?
 
— Me viene de familia.  Al nacer casi me la impusieron; pero es cierto me gusta mucho y deseo, aunque no lo creas, trabajar para mejorar la vida de la gente

— Pues no has elegido el partido adecuado, si es así como piensas

—¿Tú crees? ¿Es el tuyo el adecuado?

— Pues mira sí.  En los países en los que está nuestra representación, los derechos de las gentes han mejorado y en muchos apartados son superiores a ciertos países.  Pero dijimos que no íbamos a hablar ni de trabajo ni de política, y vamos de cabeza a ello.

—  No creas que todos los que somos de derechas queremos que la gente viva mal.  Hay muchos que desean la igualdad de oportunidades.  Pero tienes razón.  Hablemos de cine, por ejemplo— respondió él riendo de nuevo

— ¿De cine? ¡Pero si acabamos de decir que ninguno de nosotros vamos con frecuencia!

— Está bien.  Me lo estás poniendo muy difícil.  Mira ya hemos llegado

Paró el coche frente al mejor restaurante de la ciudad.  Era un cliente conocido, casi habitual.  Tuvo que explicarla que en ese establecimiento acudía con frecuencia por comidas o cenas de trabajo, y al decir trabajo, se refería  compromisos con concejales, algún alcalde de fuera o de alguna visita que llegase por primera vez.  No siempre estaba él encargado de esa misión, pero dado que era soltero, recurrían a Scott con bastante frecuencia

— ¿La misma mesa de siempre, señor?

—Si Fred, por favor— dijo al maître que les condujo hacia un lugar más reservado para que nadie les molestase.  Claire se dio cuenta de inmediato que el maître interpretó que eran una pareja y por eso les buscaba  algún rincón escondido.  Ella rió para sus adentros, y sin duda él pensó lo mismo, porque al mirarla de reojo y verla sonreír, él también lo hizo,- se encogió de hombros como diciendo ¡Qué le voy a hacer ... !

—¿Vienes aquí con tu novia, tu mujer o tus ligues?— preguntó ella

— Ninguna de esas cosas.  No estoy casado, tampoco tengo novia, y no no traigo aquí mis ligues.  He de tener cuidado: la prensa ya sabes

— No, no lo sé.  No tengo esos problemas.  No soy nadie, y por tanto paso desapercibida

— ¿Ni siquiera sales con algún amigo?  No te creo.  Eres una mujer bonita has de tener alguien al que hayas enamorado

 Ella guardó silencio y sonrió.  Pidieron algo de beber como entrante mientras traían el servicio y Scott, volvió a clavar sus ojos en ella y, al fin la preguntó:

— ¿Podríamos al menos ser amigos?

— Creo que no. Estamos en bandos contrarios y no sería ético

—¿Por qué?  Tenemos derecho a tener vida privada aunque nuestras ideas sean antagónicas.  Nuestra amistad no interferirá en nuestro trabajo

— En el mío desde luego no. Yo no voy al partido como si fuera a trabajar; para eso ya tengo el hospital. Mi partido me pide que colabore y lo hago con sumo gusto.  No aspiro a nada sólo ayudar a la gente

— Muy loable de tu parte.  Sin embargo yo lo llevo en la sangre.  Deseo sentarme en el Parlamento y trabajar en ello;  creo que he nacido para esto, o quizá me viene como herencia,  no lo sé exactamente.  Aún no me ha dado tiempo a experimentar eso que dicen el veneno del poder, porque a eso no es a lo que aspiro sino simplemente a ser útil

— Creo que tienes buenas ideas, pero tal y como están las cosas establecidas será como una carrera de galgos a ver quién llega antes a la meta. Tendrás que conseguirte una coraza muy fuerte para soportar las presiones a las que te someterán, máxime con las aspiraciones que tienes de ser un lord,. Creo que no podremos jamás ser amigos;  no te lo permitirán ¿Una chica pobre y además progresista? Jamás lo podremos ser. Y es una lástima que no entendáis, que ante todo somos seres humanos y tenemos perfecto derecho a pensar de distinta forma sin ser por eso malas personas. Dijimos no hablar de política y hemos terminado haciéndolo.  Al menos por esta noche, seamos nosotros mismos. Nos hemos conocido, me has invitado a cenar y aquí estamos.  Tratemos de disfrutar de la noche de asueto, porque difícilmente volverá a repetirse.

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