martes, 31 de diciembre de 2019

El Primer Ministro - Capítulo 25 - La espera

Las euforias del éxito pasaron, también los días y los meses.  Sus vidas, especialmente la de Scott, se vio alterada y,  como consecuencia también  su entorno.  Tenía menos tiempo para estar con su hija. Los viajes se sucedían, y las charlas, y sus salidas al extranjero.  Todo ello iba en beneficio de Claire que disfrutaba de la niña como si nada hubiera ocurrido.  Como compensación, Scott la llamaba  y mantenía con ella largas charlas, poniéndose a la altura de su edad, y tratando de hacerla comprender  por qué no estaba a su lado. Y sus vidas transcurrían sin alteraciones.   Aunque todo era distinto,  la llama del amor que ambos sentían,  no se había extinguido, sino que había tomado forma  de reproche  y decepción, sobre todo en Claire.


Un día  decidió suspender su agenda por unas horas; necesitaba hablar con ella.  Tenía algo que proponerla, aunque dudaba mucho  que aceptase, pero sería la mejor solución  bajo su punto de vista.  Se encontraba solo en aquel vetusto y frío caserón que era su domicilio a partir de su nombramiento.

 La mayor parte de él,. eran las oficinas del gobierno y el resto la vivienda privada del primer ministro.  Tan solo las risas de la niña rompían el silencio y la monotonía del lugar.  Lo llevaba madurando  desde hacía tiempo y sería una forma de vivir en el mismo lugar todos juntos, pero separados.  Claire  daría a luz no tardando mucho tiempo, y para ella, a pesar de estar en excedencia, era complicado cuidar de Melody, llevarla al colegio y estar pendiente de ella. El varón que estaba a punto de nacer era una criatura grande y por ello Claire  estaba más abultada. Su vientre era grande, y sus magníficas piernas se habían convertido en dos postes con los tobillos gruesos.  Andaba balanceándose de una lado para otro con las piernas más abiertas de lo normal, resintiéndose de los riñones y teniendo que sentarse con demasiada frecuencia. Estaba siendo un embarazo totalmente diferente y algo complicado.    Su tensión arterial se disparaba al menor exceso y todo ello preocupaba a Scott y eran armas a su favor.  Pese a todo no creía que ella aceptase.  Pero se lo propondría.


Los ánimos estaban más calmados, pero seguían distanciados y sobre todo ella continuaba  muy dolida con él, porque pese a negar todo lo ocurrido, seguía sin creerle.


— Volveré en unas horas— dijo a su secretaria.— Tengo un asunto urgente que atender. No me llames si no es algo de vida o muerte

Rechazó al chófer.  Lo que tenía que proponer era algo privado, además no sabía el tiempo que le ocuparía.  No.  Iría solo.  Y hacia el apartamento de Claire se dirigió mitad esperanzado y mitad  sabiendo que posiblemente obtuviera un no por respuesta.  Le franqueó la entrada  Noa y en su rostro percibió preocupación.  El,  sobresaltado preguntó:

—¿ Cómo está? ¿ Ocurre algo ?

— Está molesta, muy molesta, y deprimida como siempre

— ¿ Puedo entrar a verla?  He de hablar con ella

— Espere un momento.  La preguntaré

En la puerta apareció Claire que se había levantado al escuchar la voz de su marido.  El se quedó desconcertado al verla.  Había sido una preocupación constante por su estado, pero al verla, ahora se había convertido en alarma y no propuso nada, sino que ordenó

— Ahora mismo os venís conmigo.  Di a Noa que te prepare ropa y la de la niña.  No puedes seguir así ni un minuto más.  Pese a todo sigues siendo mi responsabilidad

— ¿ De qué hablas?

—¿ Te has visto cómo estás?  Darás a luz de un momento a otro;  no podéis estar solas

— ¿ Y qué sugieres que debo hacer?

— Os llevo a mi casa.  Eso es lo que digo

— Estás rematadamente loco. ¿ A tú casa?  Estamos separados y además es la casa de mi oponente.  No iré a ninguna parte.  Me las arreglaré como he hecho siempre

— Muy bien, pues me instalaré yo

— Ni se te ocurra.  Esta es mi casa y no te doy permiso para ello

— Pues tendrás que hacerlo.  La Ley me ampara.  Soy, todavía, tu marido. La niña es mi hija y el que está a punto de llegar también, así que tú misma. Imagínate que te pones de parto por la noche, de madrugada ¿ Cómo irías al hospital? Noa se quedaría con la niña. ¿ Tú sola, con las contracciones o rompiendo aguas por la calle?  No hay más que hablar. No te preocupes, no voy a molestarte, pero no podrás impedir que te cuide:  eres mi responsabilidad y el niño es mi hijo, así que me quedo.

Entablaron una discusión de tira y afloja que cada vez subía más de tono. Scott no cedería y Claire más nerviosa al borde de la histeria, hasta que rompió a llorar tapándose la cara con las manos.  Él conmovido, se hizo cargo de lo que estaba pasando por su cabeza, pero esta vez no cedería;  corría un serio riesgo y estaría allí para ayudarla.

Fue hacia ella, y abrazándola acariciaba su cara enjugando sus lágrimas.  Ella apoyó su cabeza en el pecho de él.  Era como una niña pequeña angustiada por todo lo que estaba ocurriendo.

— Ven aquí.  Sentémonos.  No te disgustes, eso no beneficia al bebe y a nosotros tampoco.  Pese a lo que pienses nunca he dejado de amarte y te he respetado siempre No sé de dónde partió todo, pero te prometo que voy a averiguarlo.  Ahora   acuéstate y descansa. Voy a llamar a la oficina para que me traigan algo de ropa y algunos documentos urgentes;  no voy a moverme de tu lado hasta que des a luz..  Diré a Noa que te haga una taza de tila;  estás muy nerviosa y eso no te conviene 
 Y así se hizo.  La ayudó a acostarse una vez que estuvo más tranquila.  Noa se quedaría al cuidado de ella.

— He de firmar unos documentos, así que me acercaré a la oficina y recogeré a Melody del colegio. Noa se quedará contigo.  Regresaré lo antes posible.  Trata de dormir..

Salió del apartamento con preocupación por Claire, pero también con un atisbo de alegría dentro de él.  Al menos había cedido y volverían a vivir los tres juntos, aunque fuese por breve espacio de tiempo.  Sería un primer paso para su reconciliación definitiva.  Pondría todo su empeño en esclarecer el embrollo en que le habían metido siendo totalmente inocente.

Regresó lo más rápido que pudo y fue directo a la habitación de su mujer con la niña de la mano.  La depresión la estaba haciendo una mala jugada y seguía llorando, sin tanta intensidad, pero  no había forma de que parase.  La niña se subió a la cama para abrazarla y Noa al cabo de un rato, la sacó de allí por orden de Claire.  Scott se sentó a su lado abrazándola tiernamente y ella poco a poco se fue calmando y apoyada en su pecho, al fin se durmió.  

Su cabello rozaba su rostro, y la respiración era calmada. Al fin Scott, respiró algo más tranquilo. Y muy bajito para no perturbar su sueño recién iniciado, la dijo:

—Nos complementamos, nos necesitamos, tu me calmas y yo a ti. Comencemos de nuevo;  dejemos atrás los errores y sigamos amándonos . Me tienes muy preocupado y no duermo bien, pensando en que te pueda ocurrir algo y sea por mi culpa.  Te necesito como el aire para respirar. Te doy mi palabra que voy a llegar hasta el fondo del asunto que nos ha complicado la vida durante estos últimos tiempos.  Te quiero Claire, con toda mi alma, y te necesito.  No me falles, pequeña.

La beso en la frente y contempló su cara demacrada, con profundas ojeras.  Dormía casi sentada en la cama, ya que su avanzado estado de gestación impedía la postura normal.  Temía, pero a la vez deseaba que todo pasase pronto y volver al ritmo normal de su día a día.  Reclinó la cabeza sobre la de ella, y Scott, también se quedó  dormido.  Se despertaba sobresaltado, y bastante a menudo, pero al ver el rostro de su mujer a su lado, sonreía y volvía a dormir.

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