domingo, 22 de diciembre de 2019

El Primer Ministro - Capítulo 9 - A pesar de todo

Introdujo la llave en la cerradura, y la puerta cedió.  Entraron en silencio y se dirigieron al salón, allí se sentaron con las caras largas y desmoralizados.  No había resultado  como él lo había imaginado. Nunca debieron ir;  le daba miedo el tener que hablar sobre lo sucedido porque sabía la respuesta de ella, y a eso si que no estaba dispuesto.

Él de pie. Ella a veces sentada, inquieta y, otras paseando por la habitación, tratando de calmar los nervios y el nudo que tenía en la boca del estómago. Había sido demasiado fuerte el rechazo hacia su persona, a todas luces inmerecido.

¿Por qué? ¿Por ser de clase media? A su memoria vino el sacrificio de sus padres y, el suyo propio para terminar la carrera por sus propios medios. Sólo a sus progenitores les debía el sacrificio que fue enorme para ellos ¡Cómo no iba a pensar diferente! Él no era así, pero estaba atado a su familia y al porvenir para el que había sido destinado. No auguraba una buena salida para su incipiente relación.

— Ven.  Siéntate aquí a mi lado—  dijo él—.  Antes de que empieces a hablar, escucha lo que tengo que decirte.  Lamento enormemente lo sucedido;  nunca esperé una reacción de mis padres como la que han tenido. Posiblemente escucharas las voces alteradas que salían de su despacho, por eso no voy a repetirlo.  También imagino lo que vas a decirme, y mi respuesta es no.  De ninguna de las maneras renuncio a tí.  No hay porqué.  Seguiremos con nuestros planes adelante como teníamos pensado. Nada ni nadie va a hacer que rectifique.  Se trata de nuestro proyecto de futuro y lo quieran o no, tendrán que dar su beneplácito o no volverán a verme

— Escucha Scott, ahora estamos dolidos y no podemos tomar decisiones en caliente, porque puede que algún día nos arrepintamos de haberlo hecho. Ha sido todo muy de repente;  déjales que lo asimilen.  Estoy segura que se habían trazado unos planes muy distintos a los que fuimos a exponerles. Ellos te querrían casado con una chica de tu igual y yo no lo soy.  Debemos dejar a un lado lo que teníamos proyectado;  quizá sea beneficioso para nosotros también, para conocernos mejor.

— No, ni hablar.  Me niego en redondo. Yo te conozco muy bien. Eres igual que yo, al contrario, mejor que yo, porque tu tienes un poder en tus manos como es el de salvar vidas ¿Te parece poco?  Nos casaremos cuanto antes, les guste o no.  No vamos a renunciar a nada.  Te quiero y te necesito a mi lado.  Seguiremos con nuestras vidas como lo teníamos planeado

— Pero ellos son tus padres, tu familia

— Lo sé, y les quiero mucho.  Pero también te quiero a ti y se han portado mal, muy mal.  Ni siquiera has podido abrir la boca para saber como piensas.  No tienen razón y no se la voy a dar.  Seguiremos adelante

- Pero piensa por un momento lo que dirán cuando se enteren de que pertenezco a un partido contrario al tuyo.  Supondrá un disgusto descomunal.  Dejaré el partido

— ¡Ni mucho menos! Por el hecho de que nos casemos, no tienes porqué pensar de forma igual que yo. No lo consentiré.  Seguiremos lo mismo que hasta ahora: tu en tu trabajo, con tu vida y yo en el mío con mi vida.  Cuando estemos juntos seremos nosotros mismos con nuestras virtudes y defectos,  nos entendemos, conocemos las debilidades y las fortalezas que ambos tenemos.  No necesitamos a nadie más.  Y basta ya.  No hablemos más de este tema.

—Pero...

— No hay peros que valgan. He dicho que no deseo seguir hablando de lo mismo.  Seguiremos adelante con nuestros planes, como lo teníamos proyectado.  Escucha, cielo, les conozco y sé que cuando te hayan tratado más de cerca, esto será una anécdota.  Tienes el poder de enganchar a la gente cuando te conoce.  Y ahora vayamos a la cocina y preparemos algo para comer

— No tengo mucho apetito, la verdad

-—Pues muy bien pediremos algo ¿ Qué te apetece ?

—¡Oh Scott!  Era todo demasiado fácil para ser verdad

—¿Quieres que vayamos a algún sitio?— respondió él para cortar la conversación

— No.  Prefiero quedarme en casa

— Está bien.   Yo también lo prefiero

Permanecieron en silencio durante unos instantes.  Ninguno de los dos sabía cómo finalizar esa conversación, ni olvidar lo ocurrido en aquella casa. Todo había estado fuera de lugar. Por una exquisita educación que recibieran cuando eran chicos, habían demostrado que se quedó en el camino.
No fue procedente delante de ella y, sin siquiera tratar de disimular. Lo más correcto hubiera sido aguardar a que se  hubieran marchado y, después contactar con su hijo y hablar con él.

 Ambos se sentían avergonzados y desorientados ante el nuevo rumbo que había tomado su vida. Un largo silencio reinaba entre ellos.  Se miraron y no necesitaron más.  Se querían, deseaban estar juntos y era una ocasión propicia para ello.  Ambos necesitaban el uno del otro, sentirse cerca y saber que nada les podría separar.  Alguna palabra de cariño que calmase la ansiedad que sentían por la decepción sufrida.

Avanzó unos pasos hacia ella sonriendo con un poco de tristeza, no por él, sino por el daño que a ella le  hubieran podido hacer.  Estaban cerca, muy cerca y sus ojos fijos el uno en el otro.  No necesitaron palabras se abrazaron, se besaron y, lentamente se encaminaron al dormitorio.

 Se necesitaban. Ambos estaban dolidos y, ambos buscarían apoyo en el otro. En él permanecieron hasta que anocheció, y en esa unión les quedó claro que pese a todo y a todos, ellos estaban juntos y así seguirían pasase lo que pasase.  Jamás renunciarían a sus sueños, que eran unirse y formar su propia familia, aunque el mundo entero se opusiera.   Y no volvieron a hablar más del tema.


 Scott el primer día hábil de la siguiente semana, gestionó su enlace y la fecha para ello.  Se casarían en Stirling con muy pocos amigos que les acompañarían y a la vez serían sus testigos.  Unos días antes de su boda, llamó a sus padres para anunciárselo pero la respuesta fue negativa y no insistió más ni les dio más argumentos.  Lo hizo como último recurso. Se "tragaría" la oposición de la madre y la testarudez del padre

Estaba dolido con ellos, por el desaire que hacían a la que  sería su esposa ¿ Cómo podían ser tan orgullosos y obstinados sin conocerla?  Tan sólo la abuela fue quién habló con Claire la víspera de su boda y la única que acudiría  a acompañarles en ese día tan trascendental para ellos.

Acababa de llegar del hospital cuando el teléfono sonó.  Claire atendió la llamada y se quedó sorprendida al escuchar una voz desconocida para ella. Tuvo que identificarse para que reaccionara y a la vez se sorprendiera.  Sabía que Scott había llamado a sus padres, pero,  la oposición de ellos,   le dejaron  bien claro que no aprobaban ese enlace y que por tanto no acudirían a él.  Por eso, al saber que era la abuela, tuvo que sentarse  mientras hablaba  ya que ni por lo más remoto lo esperaba:

— Querida soy Theresa, la abuela de Scott. Deseo comunicarte que acudiré con sumo gusto a vuestra boda  y, a pesar de que mi yerno nos ha impuesto el no hacerlo, he decidido incumplir la orden, que por otra parte no tiene porqué darme.  Mis hijos me lo han prohibido pero, soy demasiado mayor para imposiciones. Bastante tuve de joven con las de mis padres. Ahora hago lo que me viene en gana. Contad conmigo. Es mi nieto más querido. Scott me dijo que estabas triste por ese motivo. No lo estés. Disfruta de uno de los días  más importantes que tendrás en la vida. Me consta que os amáis y eso para mí es suficiente. Ellos entrarán en razón; sólo dales tiempo para que te conozcan y todo volverá a la normalidad. Mi nieto te adora. Está loco por tí y sé que es feliz a tu lado. El resto del mundo no importa. Amaos con todas vuestras fuerzas y sed felices, sin que nada ni nadie os lo impida.
Si no te importa, mañana iré temprano para ayudarte a vestir. Eres preciosa y sé que eres buena. Siempre me tendréis de vuestra parte ¿Te parece bien?  

— ¡ Oh señora.  Yo... !

— No llores querida.  Mañana estaré allí


Y al día siguiente, se levantó temprano, desayunó y sin decir palabra a nadie, desde la puerta anunció:

— Hoy no me esperéis a comer.  Tengo un compromiso

  Decidida salió antes de que su yerno protestase  ante el incumplimiento de su mandato. Pero Theresa era especial, y no tenía porqué obedecer órdenes que le fueran incómodas.
 
 Philip, el chófer, sonriendo la condujo hasta la casa de Claire, que, echa un manojo de nervios la aguardaba.  Junto a ellas también estaban dos compañeras del hospital, de su máxima confianza y sabedoras  de lo que había llevado a unir a esas dos personas que en unas pocas horas serían un matrimonio feliz.

Al ver a Theresa, se abrazó a ella llorando de emoción y al mismo tiempo de tristeza, pensando en que Scott estaría sólo en su apartamento, o quizá con algún amigo, pero sin nadie de su familia.  La abuela comprendió su tristeza, pero buscó las palabras más dulces y cariñosas para consolarla.  No era día de estar triste, sino todo lo contrario; iban a cumplir sus deseos, su sueño de pertenecerse para toda la vida.

— Cielo, no llores.  Hoy has de estar muy contenta.  Olvida a mis hijos, ellos se lo pierden.  No te preocupes, todo volverá a su lugar no tardando mucho, ya lo verás.

  Como regalo, la puso su pulsera de pedida.  Era una prenda de no demasiado valor  monetario, pero grande en afecto, y nuevamente la emoción de Claire se desbordó

— No tiene gran valor económico, pero si sentimental. Era de mi abuela y mi madre me la regaló el día que me casé y yo te la regalo hoy que te convertirás en nieta mía. Que sólo te importe tu marido y amaos en profundidad.  Os deseo la mayor felicidad del mundo

Tras abrazarla de nuevo, la dio sus bendiciones saliendo todas  rumbo al juzgado . Allí aguardaba un impaciente Scott, acompañado por uno de sus ayudantes más cercanos.  El rostro se le iluminó al ver a Claire  acompañada de su abuela,  ya que ella  sería quién se la entregase.  Un nudo en la garganta le impedía hablar.  Nunca había estado más feliz y enamorado de alguien, de quién sería su esposa en unos pocos minutos.

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