miércoles, 25 de diciembre de 2019

El Primer Ministro - Capítulo 13 - Discusiones

La ruta se ampliaba en días y en lugares con el consabido desagrado de Claire. Scott todas las noches la llamaba y al menos podrían charlar durante un rato y la ponía al tanto de alguna novedad que se  produjera.  Aquella noche la puso en antecedentes de que se retrasarían unos días en su vuelta a casa.

—Sé que es un contratiempo, pero hemos sido invitados por el primer ministro de Dinamarca.  No creo que nos lleve más de un par de días.

—Pero Scott, llevas fuera muchos días ¿No hay forma de que al menos nos veamos antes?

— No cariño ¡Qué más quisiera yo!  Pero el secretario general se ha comprometido y no puede faltar a su palabra.  Lo siento, cielo.

— Está bien, está bien.  Ha sido un error por mi parte renunciar a mi puesto en el hospital. No creí que iba a aburrirme tanto; debí seguir trabajando

— No digas eso, cariño.  Estabas estresada y fuiste tú quién lo propuso porque no te convenía  Dentro de unos días estaremos juntos de nuevo y entonces me  tomaré un descanso.

— Está bien.  Dejémoslo así

Se despidieron hasta el día siguiente, pero Claire estaba contrariada.  Nada estaba saliendo como pensaba  ¿Debía ir a su encuentro?  Pero también pensó que no arreglaría nada y era un problema dejar a su hija tan pequeña durante varios días.  Si al menos los abuelos se hubieran ofrecido a tenerla  quizá se solucionaría, pero en todo ese tiempo sólo hablaban con su hijo;  ella era como si no existiera.  A excepción de Theresa,  ella si llamaba con frecuencia y hasta comía con ellos algún día.  Pero  no podía quedarse con una niña  pequeña que a penas conocía. No tendría más remedio que aguantarse y esperar el regreso de su marido..

Pasaron los días que habían previsto y las invitaciones de otros países de la misma orientación política de ellos, solicitaron su presencia y, Scott no pudo librarse con el consabido disgusto de su mujer, que de nuevo solicitó su reingreso en la plantilla del hospital.

De vez en cuando en los noticieros de la televisión, en los canales más próximos al partido gobernante, ponían reportajes del viaje que estaban realizando y  aprovechaba esos instantes para ver a su marido, aunque fuese en un segundo plano.

  Una noche,  concretamente,   salió un reportaje de la cena que dio a los visitantes  unos de los ministros del país en el que estaban  visitando.    Una  panorámica de las mesas en el restaurante en que se celebraba el encuentro y casualmente grabaron  en la que estaba Scott y como compañera de mesa a una preciosa mujer con quién charlaba animadamente y se reía con bastante familiaridad.

 No sabía si era compañera del partido, pero no la hizo ninguna gracia. En ese momento tuvo el impulso de volver al trabajo y asistir con su partido a cuantos mítines la solicitaran.

Fue un arranque de celos, de enfado con  él y, quizá demasiado precipitado, pero decidió en ese preciso instante que organizaría su vida a su gusto y no a la comodidad del partido de su marido.  Si él podía hacerlo, ella también lo haría.

  Las cosas se complicarían aún más, ya que con motivo de la cena, se hizo muy tarde y no la llamó, lo que la enfadó aún más.

 Aceptó los mítines porque quería demostrar a Scott que servía para la política aunque no fuese su meta;  que no era una simple ama de casa y que también ella podría desenvolverse en el mismo ambiente , aunque sólo en su partido.

Pero lo que acrecentó más su enfado fue que se enteró que el partido  Tory, había discutido con su marido por haberse casado con una laborista, y eso encendió su sangre de rebeldía en contra de Scott , en primer lugar por no haberla puesto en antecedentes, pero también con el secretario general de los Tories, por inmiscuirse en algo que no era pertinente.  Y aquella noche, se durmió muy tarde y enfadada con el mundo entero, especialmente con él. 
 En sueños le veía riéndose con la bella compañera de mesa.  Y aún en sueños, sintió decepción y una pena inmensa.  Al despertar a penas se acordaba, pero sabía, por la sensación que sentía, que no había sido nada bueno.  Se sintió minúscula e  intrascendente.  Se convenció de que tenía que demostrar que ella también servía.

Como si nada pasara, recibió aparentemente feliz, la llamada de su marido;  quería saber acerca de aquella cena y aquella compañera de mesa tan espectacular.  No quería mostrarse celosa,. sino natural.  Sabía que por ese camino lograría más información.  Y la obtuvo.
  Se trataba de una agregada cultural  a la embajada de Suecia, que durante los días que allí permanecieran, sería la encargada de mostrarles la bonita ciudad de Estocolmo.   Se tragó su orgullo y omitió el decirle que daría un mitin en un par de días;  sólo le informó de que volvía de nuevo a ejercer la cirugía.  El protestó, pero al fin se rindió a los deseos de Claire

—Regresamos pronto— comentó Scott—  Estoy deseando verte y comprobar que efectivamente te encuentras en condiciones de volver al trabajo. Me tienes muy preocupado. De ahora en adelante, renunciaré a cualquier trabajo que surja fuera de casa.

— No te preocupes, estoy bien. No quería decirte nada hasta que no llegaras, pero estoy impaciente e ilusionada:  voy a dar un mitin en mi distrito dentro de unos días

— ¿Cómo dices? ¿Vas a dar un mitin? ¿Por qué?  No me gusta nada ¿Por que lo has hecho?  Podías haber consultado conmigo al respecto.

— No creí que fuera necesario.  Tú tampoco lo haces conmigo, así que pensé que yo tenía el mismo derecho.

-—No empecemos con lo mismo.  No es igual

-— No debiste aceptar estas ¿Vacaciones?

  — No han sido vacaciones, sino todo lo contrario.  No quiero discutir;  será mejor que lo dejemos.  Pero hemos de hablar de esto a mi regreso

— ¿Hablar  ¿Quizá tu partido te ha vuelto a regañar por haberte casado conmigo? ¿Creías que no iba a enterarme? Pues has de saber que no será la única vez que lo haga;  mientras pueda lo haré. Yo también deseo entrar en política, mira tú por donde

— No quiero seguir hablando.  Como he dicho  lo haremos a mi regreso.  Te llamo mañana.  Adiós—  Y colgó el teléfono.

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