jueves, 19 de diciembre de 2019

El Primer Ministro - Capítulo 6 - Su señoría

La noche era de festejos para unos y, de desalientos para otros. Estaba decepcionada y muy preocupada. Sabía de antemano lo que esa victoria representaba. Iban de cabeza para salir de la Unión y, sería una atadura más a la gran Inglaterra. No había manera de desatar ese nudo ¡Con lo cercano que lo habían tenido apenas unos años atrás en que la mayoría votó por la independencia.

Pero las palabras de los contrarios, les convencieron de que mejor juntos que separados, porque unidos serían más fuertes, Y tuvieron que ceder pensando en que quizá tuvieran razón. Pero al poco de aquello, sacaron leyes que no les permitirían un nuevo referéndum y, por tanto el camino hacia la salida de Europa sería un hecho. Es lo que la gente no había captado, a pesar de haberlo anunciado en los mítines. Ahora no había nada que hacer. Lo que correspondía era ser demócrata y aceptar la derrota de unas elecciones democráticas, por más que entrasen en un dislate en un futuro cercano.

Se sentó tranquilamente y buscó su número, lo pulsó y a poco, la llamada fue atendida no sabía por quién.  Se escuchaba mucha algarabía, sin duda festejando el triunfo. Apenas se entendía con la persona que había respondido y preguntó por Scott:

-—Ahora no puede ponerse.  Está con los periodistas — la dijo  quién estaba al teléfono

— ¿Podría darle un recado? Dígale que Claire O'Callagham le ha llamado para felicitarle

— Descuide, así  lo haré en cuanto se quede libre

  Esperó durante un buen rato por si Scott se ponía en contacto con ella, pero en vista de que no lo hizo , decidió meterse en la cama, dándose ella misma una explicación lógica

—  Tendrán que atender a mucha gente en un día tan señalado como es el de hoy. Le dejaré un saludo en el buzón de voz

No recibió ninguna llamada ni en ese día ni en los sucesivos.

 Y el tiempo corría y cada uno volvió a sus actividades.  Habían pasado los días de la efervescencia de los resultados electorales y estaban ocupados en poner en marcha los programas por los que habían ganado unos,  y perdido los otros. Las bases de ambos partidos volvieron  a su cotidianidad;  ya había terminado su labor colaboradora. Claire seguía como siempre: hospital, guardias,  y partido político  una o dos veces en semana, según su trabajo se lo permitiera.
  Scott ahora tenía otras tareas que le ocupaban más tiempo y más responsabilidad.   Se lo tomaba muy en serio y por ello disponía de menos horas libres. También daba alguna que otra conferencia explicando siempre lo mismo: cómo realizar el programa de gobierno.

Procuraba tener tiempo, al menos los fines de semana, para su vida privada, sus amigos, su ocio, o simplemente quedarse en casa leyendo y descansando. Trabajaba  doce horas al día, o incluso más.  Pensaba que si no le apasionara tanto su profesión, no le merecía la pena renunciar a tantas cosas por el excesivo trabajo a desarrollar.  Pero lo sabía desde el principio, y ahora lo estaba disfrutando, porque a pesar de que terminara agotado por las noches, lo cierto es que contaba con ello y lejos de protestar, deseaba que llegase el día siguiente para seguir en la brecha.

Archivando papeles salió a relucir el día del mitin en que conoció a Claire,  en unas fotografías archivadas.  De repente se dio cuenta de que no había correspondido con ella.  Le habían pasado una nota indicándole la llamada recibida y vio el aviso de  saludos en el buzón de voz del teléfono de su casa, pero aquella fue una noche de locos y aunque guardo el trozo de papel en que se lo comunicaban,   no se volvió a acordar del tema. 

Muy de pasada, mientras desayunaba,  escuchó los mensajes  en el que estaban los parabienes de su familia, y al fin,  la voz de ella.

 Habían pasado bastantes días, pero debía corresponder .  Dejó todo a un lado y buscó en su agenda el número de Claire.  Nadie respondió a la llamada, miró su reloj y comprobó  que era hora  de su salida,   pero quizás estuviera de guardia. pulsó el número del hospital y a la enfermera que le atendió pregunto por la doctora y, la misma enfermera  le dijo que estaba de guardia y que no podía pasar la llamada a no ser que fuera algo de vida o muerte.

—Déjelo.  Tendré oportunidad otro día.  Muchas gracias

No saldría hasta el día siguiente por la noche.  Pensó que lo mejor sería esperarla a la salida e invitarla a cenar.  Debía disculparse en primer lugar y, en segundo era que en realidad le agradaba mucho volver a disfrutar una velada de nuevo con ella, aunque quizá no sería muy oportuno, después de haber estado casi  dos días  trabajando

— Si acaso estuviera cansada, lo dejaríamos para otro día, pero así tendría la excusa para volver a verla.  Decidido, mañana cuando salga estaré en la puerta esperándola.

Tal como lo pensó, lo hizo.  Cuando Claire salía se encontró con él y al no esperarlo no sabía qué decir.

— Te debo una disculpa y he decidido dártela esta noche. Si no estás muy cansada me encantaría que cenásemos juntos y explicar por qué hasta ahora no he dado señales de vida.  Me pasaron la nota de tu llamada, la guardé y con tanto barullo se me olvidó por completo.  Ayer llamé aquí, pero me dijeron que no podían pasar la llamada por estar de guardia.  En fin, que aquí estoy

Ella se echó a reír.  Lo que menos podía imaginar era encontrarle allí. pidiendo disculpas.  Aunque en el transcurso de los días y no saber nada de él, estaba bastante decepcionada;  en el fondo se alegró de verle allí y aunque el cansancio se hacía presente, no desperdiciaría la oportunidad de charlar con él referente al cambio de la Sociedad.

— ¿Me perdonas?  He sido desconsiderado, porque sé lo que significaba para tí el triunfo.  Tuviste la amabilidad de felicitarme y yo sin embargo no te devolví la llamada.  Tenía una sensación extraña;  aún no me lo creía.  Flotaba como si estuviera en una nube...  En fin, pese a todo, no tengo excusa ¿Quieres cenar conmigo esta noche?   Entenderé que estarás cansada

— No, está bien.  Me apetece que me cuentes cosas de esa noche, de tu noche

— ¿Dónde tienes el coche?

-—No lo traigo al trabajo.  Vivo muy cerca y no merece la pena.  Después de estar todo el día en el hospital, me apetece tomar el aire, así que regreso a casa caminando.  No hay problema

— Bien pues entonces, vayámonos.  Sentémonos en un sito agradable y charlemos.  A pesar de ser un mal queda, siento mucho interés por ti, en serio.  Eres muy agradable. Lo pasé muy bien la última vez que estuvimos juntos.  Me gustas, Claire.  Me gustas mucho

—  De ahora en adelante  tendrás tratamiento de señoría y eso impone respeto.  No sé si me acostumbraré a verte como esos señores que vemos en la tele tan circunspectos.

— Para ti siempre seré Scott.  Prométeme que entre nosotros nada cambiará.  Necesitaré gente normal a mi lado y, nadie mejor que tú.

-—Sé que te olvidarás de mi.  Tendrás muchos compromisos, otras amistades.  Viajarás y alternarás con mujeres atractivas que querrán poner sus garras sobre ti.  En fin, tu vida cambiará radicalmente por eso he aceptado cenar contigo esta noche, porque lo más seguro es que no volvamos a vernos, al menos en mucho tiempo ¿Ves  No tenía motivo para felicitarte porque al ganar, he perdido un amigo que me gusta mucho.  Soy una perdedora en toda regla: perdimos las elecciones y, lo que es peor para mi, te he perdido.

— ¿Por qué dices eso?  Nunca me perderás por muchas amistades nuevas que surjan, que serán aduladores y nunca me dirán la verdad como lo haces tú.  Te he dicho que me gustas y eso no va a cambiar por nada ni por nadie.  Siempre, por ocupado que esté, tendré un rato para vernos o charlar tranquilamente fuera del trabajo.  De una cosa estoy seguro no va a hacerme cambiar mi vida, por mucha pasión que tenga por la política.

— Pero ¿No te das cuenta?  Estás en una rueda girando incesantemente y te exigirán cosas que no te apetezcan, pero tendrás que hacerlo

— Basta. Esta noche estamos juntos. No hablemos del trabajo ni del tuyo ni del mío. Hablemos de nosotros solamente.  Quiero saber de ti, es lo que me interesa:  nosotros y nada más ¿De acuerdo? Bien pues disfrutemos de la noche por el simple hecho de estar los dos, porque el recuerdo perdurará cuando no podamos estarlo.

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