sábado, 10 de febrero de 2018

Cuando los árboles se visten de amarillo - Capítulo 19 - Bristol

Como si se tratara de un robot , conecto el buzón de voz de su teléfono.  Lo hacía a diario, maquinalmente, era una costumbre adquirida.  Pero su cabeza no estaba en lo que hacía, sino en otras cosas que la preocupaban y mucho.  Salió de su abstracción, cuando una voz sobradamente conocida se oyó al otro lado .

- Alexa ¿ Cómo estás? ¿ Cómo ha ido todo? ¿ Y Linda ? ¿ Ha entendido lo que ocurre?

Era él, y al oír su voz dio un respingo, como si no esperara escucharle.  Se le notaba preocupado tanto como ella, aunque ignoraba lo que había sucedido, y lo que habría de suceder.  No quiso responder.  Lo que menos necesitaba en estos momentos era escuchar sus recomendaciones, y mucho menos verle.  Si ocurriera, no tendría fuerzas para hacer lo que debía y el sufrimiento sería doble.  Pero algo debía hacer. ¿ Disfrazar la verdad? o decirle abiertamente los sentimientos que había inspirado a su hija.  A esa alumna que a penas conocía y que motivaba las quejas de ella al ignorarla.  El no era consciente de lo que estaba ocurriendo, y posiblemente no sería la única chica que se hubiera encaprichado de él, pero eso a ella no la importaba, no sabía si tal cosa podría haber ocurrido.  Su hija era la única preocupación, y encontrar el momento oportuno,  y con serenidad,  tratar de sonsacarla y averiguar qué había de cierto en su corazón.

Pero algo tendría que decirle. Pero ¿ cómo ? No sabía hacerlo sin declarar la verdad.  Sabía de su reacción, y que no se conformaría con lo drástico de su decisión; encontraría algún pretexto para disuadirla, argumentando que eso no era cuenta suya, que no había intervenido en los sentimientos de la chica, que eso era sólo cuenta de ella..  Pero lo que él desconocía por estar soltero, era el peso enorme que tiene un hijo sobre unos padres.  No la causaría ningún sufrimiento si de ella dependiese.

No había ninguna llamada de su hija, nada, silencio absoluto.  Lo que eso indicaba era que la culpaba de todo, y no le faltaba razón, ella había sido la causante de la separación, pero ignoraba totalmente los sentimientos que desde antes de casarse abrigaba hacia Cedric e  ignoraba que se trataba del mismo hombre del que se había enamorado.  La historia se repetía en ella.  El magnetismo de ese hombre que había conquistado el corazón de dos mujeres diferentes, pero muy allegadas, tanto, que hacía imposible un término medio.  ¿  Sería todo más sencillo si no se hubieran acostado?  Seguramente así sería, pero eso ya no tenía arreglo.  Fue un mal momento de debilidad.

Un sólo resquicio tenía.  Una pequeña, pequeñísima,  grieta en ese muro que era el corazón de Linda.  Durante la comida había hablado de Pierre . Probablemente ese joven  ¿ conseguiría el milagro ?
Pero era algo muy remoto. Faltaban poco menos de dos meses para que el curso finalizara, y a partir de esa fecha, sabría con exactitud si realmente seguía albergando en su corazón el amor hacia Cedric, o por el contrario había pasado página y sus pensamientos estaban con el francés.  ¡ Si eso fuera posible!...   Todo este sufrimiento lo daría por bien empleado


Dos llamadas más se sucedieron, una de Stephan para averiguar cuál era su estado de ánimo. La otra nuevamente de Cedric que no atendió..  Quería dilatar al máximo su respuesta.  Sabía de sobra lo que habría de decirle y por eso mismo no deseaba escucharle.

Posiblemente lo más acertado sería alejarse un poco de todos ellos.  Ir a un lugar en el que estando sola, pudiera reflexionar con calma.  Encontrar el argumento más plausible para que nadie saliera dañado de lo que llevaba pensando desde que supo quién estaba en el pensamiento de Linda, pero que se había agravado al haber tenido relaciones íntimas con él.  Saldrían perjudicados tanto su hija como él, y eso es lo que por nada del mundo deseaba.  Les quería demasiado para ser ella quién les hiciera daño.  Otra vez dañaba  a unas personas que la querían.  ¿ Sería gafe y todo aquél que se aproximara a ella, saldría perjudicado de cualquier forma?  Tantas emociones la desbordaban y entonces decidió que, efectivamente lo mejor era ausentarse de ese escenario.

  Y transcurrida una hora, el teléfono volvió a sonar,. Volvía a ser él, pero esta vez atendería su llamada y le explicaría su ausencia por una temporada.  Y ojalá lo entendiera, porque era la mejor solución que encontró.  Partiría sin decir a dónde iba, que sería a Bristol, y visitaría la casa en dónde él había crecido y de este modo se sentiría más cerca de él, de su entorno.  ¿ La serviría de consuelo?  Posiblemente no, pero de todas formas seguiría pensando en lo mismo, así que no creía que la hiciera más daño del que ya sentía.

Respiraría su mismo aire que él respiró. Imaginaría a un chaval  adolescente correteando por aquellas tierras que ahora ya no le pertenecían.  Buscó rápidamente en su agenda la dirección, que al explicarla el motivo de su silencio, le había facilitado.  Buscaba algún nombre, algún sitio que la diera una pista sobre lo que pensaba hacer. Y encontró el trozo de papel en dónde había apuntado la dirección donde había vivido, y hasta él hizo una especie de mapa para que comprendiera mejor el reparto de las tierras, y en medio de todo ello, una cruz, que indicaba el lugar y la situación de la mansión que ahora permanecía cerrada.  No sabía si con eso sería suficiente, pero de lo contrario haría averiguaciones.  Se trataba de un apellido solemne y creyó sería conocido en algunos círculos, por ejemplo en el registro de la propiedad, puesto que había parcelado los terrenos que circundaban la casa.


Con un poco mejorado el ánimo comenzó a meter su ropa en una maleta y partiría al día siguiente.  Llamaría a Stephan y hablaría con Cedric, ocultando a todos el destino de su viaje. Llamó a Linda para anunciarle su marcha, pero no lo tenía conectado y la dejó el mensaje.  Stephan insistió en que no se fuera, o que al menos dijera su destino, algo que ella denegó arguyendo que no lo sabía. Lo más difícil fue el despedirse de Cedric, que se resistía a dejarla marchar.  No comprendía lo que hacía, posiblemente porque era ignorante de todo.  Pero no tuvo más remedio que dejarla ir, y hubo de conformarse con el argumento de que cuando estuviese instalada les diría dónde estaba.  Al colgar el teléfono y no pudiendo más con todo lo vivido, rompió a llorar en un llanto desgarrador e irreprimible.

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