lunes, 5 de febrero de 2018

Cuando los árboles se visten de amarillo - Capítulo 9 -Su refugio

Y el calendario seguía su curso.  La vida de Alexa transcurría normalmente entre intimidad con su marido,  trabajo y hogar.  Alguna vez que otra, salían al teatro o a cenar fuera de casa.   Visto desde fuera, daba la impresión de que ambos esposos se refugiaban cada uno en sus quehaceres: uno en su despacho, la otra en atender el hogar.  Sin embargo poco a poco, se  fueron  serenando y su vida matrimonial transcurría tranquila,  no tan fogosa como al principio, y se puede decir que feliz, aunque en su interior, ella,  guardaba celosamente la última imagen de Cedric.

Stephan cumplía sobradamente con su papel de marido y ella trataba de corresponderle en igual medida. Y había veces que su naturaleza reclamaba lo que durante bastante tiempo le había negado, y entonces, no sólo era la esposa perfecta, sino que se convertía en amante y disfrutaban de su vida sexual plenamente.  Stephan sabía sobradamente que ella no había olvidado al médico, pero se conformaba con alguna que otra explosión sexual y arrinconaba en algún lugar de su cabeza, que aquella pasión no era por él, sino por otro hombre, al que ella se esforzaba en olvidar.

No obstante, podían considerarse un matrimonio feliz:  amor incondicional de una parte,  respeto y admiración por otra.  Y ese respeto hizo que la balanza de la convivencia se nivelase, y ambos ignoraban sus verdaderos sentimientos ocultos entre ellos.

Alexa  abandonó sus estudios de Leyes.  Ya no sentía ningún interés en ellos., pero tampoco la importó demasiado.  Dejó de trabajar en el bufete de su marido al poco tiempo de haberse casado, pero sí acudía al despacho, en alguna ocasión para reunirse con él y saludar a sus antiguos compañeros.  Lucy entre ellos..  Cenaban fuera de casa y al regresar, ya acostados, la pasión se desataba entre ellos: más de parte de Stephan que por ella, pero no le hacía falta fingir ante él, porque su marido conocía perfectamente las debilidades de su mujer y entonces todo surgía espontáneamente.

Pero los hijos no llegaban, hasta que un día transcurridos casi dos años de su unión, supieron que iban a ser padres y a los nueve meses y unos días, nacía su primera hija: Linda, que como su nombre indica era una niña preciosa.
   Deseada plenamente, al que Stephan recibió con gozo y orgullo por haber conseguido lo que en un principio parecía imposible.

El tiempo transcurría, más veloz de lo que ellos deseaban, y  Linda sería hija única.  Habían pasado siete años de su nacimiento,  y ni Stephan, ni Alexa, se decidían a aumentar la familia.  Sencillamente, las aguas mansas estaban totalmente estancadas, y pasados los primeros años de su casamiento, el trabajo, la rutina y el aburrimiento se instaló cómodamente en ellos.  Y comenzaron a no estar de acuerdo en muchas cosas.  En un principio fueron desacuerdos, que andando el tiempo se convirtieron en discusiones, y más tarde indiferencia.

En contrasentido ni siquiera se planteaban separarse.  Stephan seguía amando a su mujer, pero su amor era más reposado, más tranquilo, y sus pasiones nocturnas se hicieron menos fogosas.  Alexa había conseguido querer, que no amar, a su esposo.  Le admiraba profundamente por la paciencia que había tenido con ella a lo largo de esos años; posiblemente guardando la esperanza de que le amase algún día y relegase al olvido aquella pasión juvenil extraña que siempre había estado entre ellos.

Nunca dejaron de ser sinceros el uno con el otro, y quizá fuese ese el motivo de que su matrimonio siguiese funcionando, que visto desde fuera parecía perfecto, pero desde dentro era rutinario y algunas veces hasta frío.  Primero fue por su hija el que siguieran  juntos.  Pasado el tiempo, cuando Linda comenzó a tontear con los chicos, por no sentirse sola.
Para entonces, Stephan, muchos días,  no iba a casa a comer y ella se fue acostumbrando.  El trabajo de él le absorbía casi por completo.  Desde que se casaron, nunca faltó a su mujer y ella confiaba en él completamente.  Se habían convertido en un matrimonio de conveniencia.  él para tenerla cerca aunque supiera que le quería, pero que no le amaba, y ella porque se sentía segura con él.  Era un marido fiel y considerado, que la amaba en silencio desde tiempos remotos.

Se habían convertido en un matrimonio veterano, que iban cumpliendo juntos, y juntos caminarían por el sendero de la vida.  Aún jóvenes, pero se daban cuenta de que la juventud, aunque lentamente, iba pasando y dejandolos atrás. Él se convirtió en un cincuentón bastante atractivo que aún gustaba a las mujeres.  Y ella en una cuarentona más bonita que cuando joven, porque su belleza emanaba desde el interior por la paz y reposo que su marido la había transmitido.

Y asistieron a la graduación de su hija y un tiempo después la dejaban a las puertas de la universidad.  En Oxford.   Estudiaría la carrera que había elegido: Medicina.  Era una chica educada y responsable que sacaba unas notas excelentes y nunca les proporcionó
 disgusto  alguno.
Y allí estaban los tres a las puertas del apartamento  del campus  .  Allí pasaría mucho tiempo hasta que terminase lo que había decidido estudiar.
Les parecía imposible que aquella preciosa niña estuviera ya en la universidad y a punto de separarse de ellos.  Un nuevo ciclo se abría, no sólo para Linda, también para el matrimonio, que de nuevo tendrían que aprender a vivir solos, como al principio,  pero con unos cuantos años más.  Con unas costumbres particulares de cada uno, adquiridas a lo largo del tiempo.  Sabían que sería una etapa difícil, otra más de las muchas que habían superado, pero también confiaban en ellos mismos, en la lealtad de ambos y el cariño que se profesaban.

El camino de vuelta a Londres, lo hicieron en silencio.  Alexa tenía ganas de llorar, pero se contenía, porque sabía que él estaba emocionado y apenado por el alejamiento de su hija.  Se conformarían con las visitas semanales de los sábados, al menos mientras su corazón permaneciese vacío, porque si se enamoraba de algún chico, sus visitas no serían tan habituales.


Y aquella noche, el matrimonio se refugió en ellos mismos, y volvió la noche de pasión que habían dejado hacía tiempo.  Posiblemente porque ambos necesitaban el desahogo de adrenalina  al desprenderse de su hija, y  comprobar que ya era mayor tomando las riendas de su vida, sólo  estaban ellos, y necesitaban echar fuera tanta emoción, y nada mejor que su unión sexual para conseguirlo

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