martes, 6 de febrero de 2018

Cuando los árboles se visten de amarillo - Capítulo 12 - El licendiado doctor Ackerman

Durante una larga temporada Cedric estuvo algo "tocado" por lo ocurrido a Lily,, y pasado algún tiempo se buscó otra "compañera", pero ésta vez sería a través de una agencia de señoritas de compañía.No quería jugar con fuego y exigió todas las garantías de que no volviera a repetirse lo ocurrido con la otra prostituta.  Pero poco a poco se fue olvidando del tema y frecuentaba la peña de amigos, entre los que se integraban algunas féminas, que coqueteaban con él, esperando ser merecedoras de llamar su atención.  No quería compromisos, al menos hasta que no terminara la carrera y se afianzase en su profesión, pero eso no impedía que alguna se ofreciera a él y aprovechara la oportunidad.  Aguantaba las reprimendas de la abuela, hasta que un día decidió ser formal y centrarse sólo en sus estudios.

Y entre romances y juergas al fin, fue médico.  A su licenciatura acudió su abuela y su prima Cristal- Su primer sueño se había cumplido.  Ahora tenía que conseguir su segundo empeño: su clínica.  Trabajó duro como interino en el hospital que le asignaron,.  Hizo guardias todas las semanas, pero no se sentía cansado, al revés, cada vez amaba más su profesión.  Un compañero le dijo que en la comisaría estaban buscando un ginecólogo para el departamento de mujeres maltratadas. Hizo la oposición y ganó la plaza.  Allí no le faltó trabajo.  Acudía a diario excepto cuando tenía guardia en el hospital,entonces le substituía otro compañero.

Llevaba dos años trabajando en la comisaría, cuando un día  Susan, una agente de policía, novia de su compañero Anthony, fue a buscarle a la consulta:  . Acababa de llegar una mujer casada que ponía una denuncia a su marido por una fenomenal paliza.  Además de las magulladuras, llevaba el labio partido y varios golpes por todo el cuerpo.
A duras penas podía contener su nerviosismo, argumentando que había sido violada por su propio marido.  Cedric estaba atónito ¿ cómo era posible que un marido viole a su propia mujer?

- Estará confundida - le dijo a Susan
- No Cedric.  Está nerviosa, pero sabe muy bien lo que dice
- De acuerdo. Envíala para acá; la reconoceré y saldremos de dudas

Y se presentó ante él, una mujer joven de veintitantos años retorciendo sus manos constantemente.  Llevaba el labio partido y comenzaba a formarse un gran moratón en una de sus mejillas.  Totalmente despeinada,  sujetaba el abrigo contra su cuerpo, como si fuera su tabla de salvación.   Llevaba la ropa desgarrada.  A duras penas podía calmarla.  Se fijó más en su rostro.    A pesar de los moratones y raspaduras, tenía una cara bonita, unos ojos preciosos llenos de lágrimas.

- ¿ Quiere tomar un vaso de agua ? . la ofreció solícito.  Estaba acostumbrado a presenciar estas escenas, pero no sabía el motivo por el que esta mujer le había impactado tanto.  La ofreció caramelos y no sabía qué más podía hacer.  Sabía que lo que venía a continuación era muy incómodo para ella, y esperaba que además no tuviera lesiones que acrecentara aún más su nerviosismo.

Se le ocurrió hacerle una extracción de sangre, a ver si mientras se calmaba.  Llamó a la enfermera y la dio un tarro para analizar la orina.  Estas pruebas no eran especialmente necesarias, pero no encontraba la forma de tranquilizarla

Hecho todo ésto, la enfermera la ayudó a subirse a la camilla para la exploración ginecologica. Requería una citologia vaginal, amén de una exploración exhaustiva.  Ella aceptaba todo lo que la indicaban, pero apenas se podía tener de pie.  Interiormente, Cedric, maldijo a ese desgraciado y otros muchos, que provocaban en las mujeres ese estado, que posiblemente degeneraría en un trauma para toda la vida.

Y procedió a la exploración, no advirtiendo lesión alguna, aunque algo de irritación vaginal, sin duda por la forma en que la penetró.   Ella en todo momento tenía la cabeza ladeada, y lloraba quedamente.  Cuando hubo terminado, se retiró para que ella pudiera vestirse.  La enfermera había recogido su ropa desgarrada que analizaría el forense.  No tenía más ropa que ponerse a su regreso a casa, que un pijama médico, enorme que la ofrecieron , y su abrigo.

Tuvo que esperar en una sala, acompañada de la policía ,  una psicóloga  y una abogada, que con palabras cariñosas y tranquilas, la iban informando de sus derechos.  Insistían en que era positivo poner una denuncia, no sólo por ella, sino para conseguir que hubieran menos mujeres maltratadas por sus parejas, y poco a poco erradicar esa lacra de la sociedad de este siglo.

Las pruebas realizadas, tardarían bastante rato en dar el resultado,.  Al fin, Cedric apareció en la puerta y con amables palabras, la condujo hasta la consulta.  Aparentemente parecía más tranquila.  Posiblemente las palabras de la psicóloga la hubieran calmado y dicho que estaba entre amigos, que estaban de su parte y que harían todo cuanto fuera posible por alejar a su marido de ella.


- Siéntese, por favor - La dijo el médico amablemente - Ha tenido suerte: no tiene desgarros, aunque una ligera irritación que se curará en un par de días con lo que voy a recetarla.  De todas maneras, deberá ponerse en contacto con su ginecólogo  para que,  no sólo esté al corriente de lo ocurrido, sino que dentro de un tiempo le haga una exploración por si hubiera embarazo.
- No deseo un embarazo, así que deme la píldora del día siguiente.  Por nada del mundo deseo un hijo de ese animal.

Por primera vez, ella le miró de frente.  Se la veia resuelta a todo, e íntimamente, aplaudía la decisión de ella

- Voy a poner una deninda.  No quiero estar más con él - le dijo con rabia en su voz.

Por primer vez habían cruzado sus miradas.  Él la analizaba, la compadecía, y entendía su furia por todo lo que estaba pasando.  No era tarea fácil  exponer todo lo ocurrido, con precisión de detalles ante unos desconocidos.

- Tiene bastantes magulladuras por el cuerpo, sobretodo en el costado derecho.  Le saldrán cardenales y durante unos días sentirá bastantes molestias.  Con un analgésico será suficiente.  No obstante, si tuviera alguna complicación, venga de inmediato, o acuda a un hospital con el informe que le daré a continuación.  Y por mi parte es todo cuanto puedo hacer por el momento.

Se levantó y la condujo hasta la puerta.  Ella estrechó su mano y agradeció las atenciones que había recibido por parte de todos.  El médico se dio cuenta que seguía abrazando su abrigo, como si fuera una barrera de protección.  Susan fue la encargada de conducirla hasta un  despacho para que interpusiera la denuncia.  Con mano segura la firmó y en una patrulla la condujeron a su casa.  Una vez en ella, a solas, lloró todo cuanto pudo y llamó a su amiga Lucy para decirla que al día siguiente no iría a trabajar. La compañera le ofreció ir a su casa y allí durmió aquella noche y algún día más.

No borraba de su imaginación todo lo ocurrido a lo largo de ese nefasto día, pero probablemente, por ello, sería el día de su liberación.  No viviría ni un minuto más con el hombre que no amaba, sino que había sido capaz de agredirla tan brutalmente.  Pensaba que había sido la primera paliza, pero que si seguía con él, se repetirían cada vez más a menudo, quizá, si se diera el caso, fuese ella otra víctima que saldría en los periódicos.  Había´hecho lo correcto.  Conseguiría el divorcio y cada uno por su lado.

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