viernes, 2 de febrero de 2018

Cuando los árboles se visten de amarillo - Capítulo 2 -- Empezar de cero

   En casa de Lucy y después de marcharse los agentes, la amiga la preguntó qué había sucedido.  Ella se echó a llorar, y al cabo de un rato, más calmada comenzó a narrar lo ocurrido

-Para todo hay una primera vez, y una mañana de días atrás,  mantuvimos  una discusión muy fuerte, , al levantarnos. Fue más fuerte de lo normal, y ahí.  comenzó definitivamente el  declive de nuestro matrimonio  y empezarían  los malos tratos. Aidan tenía problemas con la bebida y por más intentos y argumentos que esgrimía, nada le hizo desistir de ello.  Nuestro  primer año de matrimonio se puede decir que transcurrió con normalidad,  hasta podía considerarse casi  feliz.  Pero transcurrido ese tiempo, cualquier cosa era motivo para una discusión y andando el tiempo, llegaron primero los insultos, después los empujones, y más tarde las bofetadas.  ¿ Cómo había consentido tanto? ¿ Cómo habían llegado a esos extremos ?  Siempre era yo la que tenía la culpa, y no es que la tuviera, sino que mi marido me la echaba.,

Ya acostada en casa de Lucy, no paraba de recordar una y otra vez, cómo y cuándo empezó todo.  Necesitaban divorciarse.  Ahora sí lo tenía claro, aunque nunca había dudado una vez que comenzaron sus desavenencias.  El amor, que en otro tiempo creía sentir por Aidan, se había esfumado totalmente.

No sentía pena por su divorcio, muy al contrario, sería su liberación, pero sí sentía la poca suerte que estaba teniendo en la vida.  Se sentía sola y desamparada.  Un signo del destino la había marcado para que nunca fuese feliz, ni poder estar tranquila, llevando su vida como mejor pudiera.  Definitivamente nunca volvería a confiar en ningún hombre.  Es más se juró no volver a tener relación con ninguno.  Se le ponía la piel de gallina sólo pensar en lo ocurrido en su vida con Aidan.

Desde el día de la violación no había vuielto a verle ni a tener contacto con él: no lo deseaba, a pesar de que  insistentemente la llamaba por teléfono pidiéndola perdón y asegurándola que sería la última vez.   Que la amaba.  . O iba a buscarla al trabajo, aunque nunca se acercaba, pues la orden de alejamiento era muy taxativa en ello.  Transcurridos  unos días serían nuevamente libres . Aidan saldría de su vida al mismo tiempo que del despacho del juez que disolvería su matrimonio.  Trataría por todos los medios de pasar página, a pesar de que sería muy difícil  olvidar aquel tiempo con su marido.
Recordó con angustia su reconocimiento ginecológico, frente a un médico joven y guapo, profesional.  Ella no le miró ni una sola vez; lloraba quedamente  pensando que no debía pasar por todo lo que estaba ocurriendo en la comisaría, y sin embargo era necesario para cursar  la denuncia.  Cuando terminó la exploración, entró una enfermera para ayudarla a vestirse; fue muy cariñosa con ella, y en su rostro vio una expresión de compasión, la misma que había notado en el médico al despedirse de ella.  ¿ Sería así toda la vida ? ¿ Sólo debía inspirar lástima?
Sus lágrimas se hicieron más gruesas y fuertes; la enfermera, una mujer joven como ella, movida por su dolor,la abrazó dedicándola palabras de afecto, que Alexa agradeció.

Todo había sido una pesadilla y a pesar de que era una sección aparte en la comisaría, con personal especializado en violaciones, le parecía que la miraban acusatoriamente, como si ella hubiera dado lugar a lo ocurrido. No era así, al contrario tanto los agentes como la psicóloga, la entendían perfectamente y lo que sentían no era lástima, sino indignación porque esas cosas ocurran.

Tuvo que aguardar un tiempo a que el ginecólogo la diera el resultado de la citología vaginal. Pidio a una enfermera que permaneciera con ella en la consulta, pero la dijo que no podía ser.

- Secreto entre médico y paciente.  Lo siento.

Cuando avisó  el médico para que entrase, casi se cayó al suelo.  Las piernas no la sostenían y los nervios hacían que todas las palabras que acudieran a su mente, se borraran de  el acto.

- Siéntese, por favor - la dijo el doctor con cariño y amabilidad - No esté nerviosa por todo esto.  Es algo muy desagradable, pero necesario por su propia seguridad. Todo está en orden.  No hay desgarros.   A pesar de todo.  ha tenido suerte
- ¿ Suerte? ¿ Qué he tenido suerte? Vea mi rostro y los moratones de mi cuerpo dolorido  y la vergüenza que estoy pasando por todos estos trámites que me perturban.  No tiene ni idea de lo que ha sido mi vida, y puedo asegurarle que lo que menos he tenido ha sido suerte
- Lo entiendo, créame, pero no hay más remedio que hacerlo si es que desea separarse de él
- ¿ Aún lo duda? No le he dado pié para nada y puedo asegurarle que no habrá una ocasión para darme otra paliza
- Estoy de acuerdo con usted, porque volvería a pegarla.  De eso estoy seguro y es. algo muy grave.

Siguieron hablando durante un rato más hasta que ella se calmara.  Entonces se fijó en el rostro del médico: era amable y la hablaba con dulzura.  Muy atractivo, pero en lo que menos pensaba era en la belleza que tenía frente a ella.

Eran recuerdos amargos y dolorosos que deseaba olvidar, y que habían tomado vida de nuevo al saber que sería al fin libre en un breve espacio de  tiempo

Pero en su interior, también sentía miedo de Aidan.  No se atrevía a volver a su casa porque quizás él se presentara de improviso, y después de haber sido reclamado por la policía, posiblemente su furia habría aumentado.  Tampoco podía instalarse en casa de su amiga indefinidamente.  Esperaría a ver que dictaminaba el juez y obraría en consecuencia.  Aunque lo más factible sería cerrar el apartamento y alquilar otro en un lugar  ignorado por Aidan.

Y pasaron esos días y se vieron frente al juez que dictaminó su separación definitiva sin duda alguna.  Alexa sólo quería perderle de vista.  No necesitaba indemnización alguna, pero no quería volver a verle.  Y así se vio nuevamente soltera y con el ánimo y las ilusiones totalmente rotas.

Pidió permiso en el bufete para que la dieran algún día libre  y organizarse nuevamente, permiso que le fue concedido.  Se decidió a buscar un apartamento no muy grande cercano a su lugar de trabajo.  Necesitaba pocas cosas así que con una habitación, salón,  cocina y baño, sería suficiente para ella. Y lo encontró en una típica casa inglesa únicamente ocupada por su propietaria, una señora de mediana edad, que vívia en la planta baja con un pequeño jardín; ella ocuparía el primer piso.  Le parecía extraño no tener miedo a su marido. A no esperar su llegada con prevención. Ni siquiera se habían despedido en el despacho del juez cuando se separaron.  No quedaba nada entre ellos, ni siquiera amistad.

Y pasó el tiempo y poco a poco se fue serenando y recuperando su vida.  A menudo salía con Lucy a la que estaba muy agradecida, no sólo por los consejos que la dio, sino por haberla acogido en su casa después de su última agresión.  Era como si fuera una hermana y siempre la estaba sermoneando que debía salir más, crearse amigos y comenzar a disfrutar de la vida.  Seguía siendo muy joven, pero su vida de casada la había hecho madurar muy a prisa.


Iban al cine, y fue en uno de esos días, a la salida, cuando decidieron ir a tomar un café.  Entraron en una cafetería y se sentaron dispuestas a merendar tortitas.  En una mesa contigua, había un hombre que de vez en cuando las miraba.  Alexa pensaba que sería algún conocido de Lucy o alguien que había pasado por el bufete, porque su rostro no le era desconocido, pero no sabía el por qué sus miradas se fijaban en ella y no en su amiga.
También Lucy se percató de ello y sonriente la comentó:

- Has hechizado a ese hombre.  No te quita los ojos de encima
- No seas tonta. No es a mí a quién mnira,sino a tí. El caso es que su cara me resulta conocida; probablemente alguien que ha pasado por el bufete, porque de otra cosa,,,  Definitivamente no le conozco. Y me  está poniendo nerviiosas con tanta insistencia.

El hombre pidió la cuenta de la copa que había tomado, y dirigiendo una última mirada a la mesa de las chicas, se levantó y salió del local, sin que ellas pudiesen aclarar dónde le habían visto.

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