jueves, 10 de septiembre de 2020

El despertar - Capítulo 11- Ginebra


La casa estaba lista y la recorría satisfecho, pero también la satisfacción no era todo lo completa que él deseara: significaba que esa fiesta era una despedida de su trabajo, de amigos, del país y de lo más importante, de ella.
 Por ella, por no querer  tener tanta dependencia, es que había solicitado ese trabajo en Ginebra.  Sería un espaldarazo enorme para su carrera, pero ¿compensaba tanto sacrificio? No quería ser más importante, ni más conocido, sino simplemente, ser más feliz y con su trabajo actual lo era. Sólo una cosa le restaba alegría y "esa cosa", era la que le impulsaba a dejarlo todo..  Sabía el riesgo que corría, de que alguien se cruzara en su camino y cambiase de forma de pensar, pero hoy por hoy eso no sucedería.


Le había dicho que se marchaba por una o dos semanas, y lo verdaderamente cierto es que sería mínimo por un año.  De ahí  poder disfrutar de su casa, al menos por unos días, antes de cerrarlo todo.  Cerraba no sólo su casa, también su corazón.  Posiblemente fuera esta la mejor decisión que tomara, ya que al alejarse, no pensaría tanto y se centraría más en su trabajo y de este modo la mente estaría ocupada por su responsabilidad, y no por su interés personal.

La casa estaba deslumbrante; la decoración había sido todo un acierto.  Ahora ,ocupada, había tomado vida.  Era muy distinta a cuando la vio vacía, y aún así le había enamorado.  Ahora con todo en su lugar, con buenos muebles, adecuados, cómodos y elegantes. Con algún cuadro moderno colgado en sus paredes. Jarrones con flores, mesas de fumador... etcétera, todo adecuado para vivir en ella y no como decoración.

Alfred fue a buscarla con tiempo suficiente, antes de que llegasen sus invitados, y junto a ella recorrieron todas las estancias, como pidiéndola el visto bueno de todo.  Mirtha  observaba hasta el más mínimo detalle, y no decía nada, pero en su semblante se reflejaba la satisfacción por lo que veía.  De haber sido ella su propietaria, posiblemente la hubiera decorado tal y como Alfred había hecho.  Era una casa para vivir, y no para mostrarla simplemente.

- Está preciosa, Alfred.  Esta misma idea es la que imaginé cuando la vi. Es maravillosa. Te ha quedado magnifica

- ¡ Lástima que tenga tan poco tiempo para disfrutarla !

Se miraron detenidamente, pero Mirtha vio algo intenso en la mirada de él, y desvió la suya comenzando a bajar los escalones.  Fuera se escuchaban cláxones y la llegada de algunos invitados. y de repente recordó que Mildred se había quedado en la sala entretenida con algún amigo de Alfred, que no era otro más  que su adjunto.

Se reunieron con todos los invitados y todo fueron palmadas en la espalda de felicitaciones por la casa, y por el motivo de esa reunión. Todos eran conocedores de su próxima marcha  a Ginebra, y las felicitaciones eran ostensibles, pero él, con cada una de ellas, se venía abajo. Y entre canapés, cervezas, vino y champán al final para brindar por la inauguración y el éxito como médico en su nuevo reto, transcurrió la noche y poco a poco se fueron marchando.

Mildred lo hizo acompañada de su nuevo amigo, y Mirtha haría lo mismo, hasta que Alfred la llamó aparte y la pidió que se quedara aún un momento.  Tenía que decirle algo; después sería él quién la llevase a su casa.

Necesitaba quedarse a solas con ella, aunque nada de trascendencia la diría, pero sería su última noche a solas con Mirtha, ya que en un par de días cogería un avión rumbo a Suiza.  Quién sabe lo que tardarían en volverse a ver,  y si lo harían al cabo de tanto tiempo.  Como refugio a su melancolía recordó que aún tendría las vacaciones, que regresaría de nuevo, pero para eso debía transcurrir mucho tiempo y no sabía lo que ocurriría en el intervalo de ello.

Ella esperaba ¿ qué ? No lo sabía, ni siquiera lo imaginaba, pero estaba claro que algo quería decir.  Quizás que viniera de vez en cuando y echara una mirada a la casa.  Pero para eso ya había contratado una empresa de conservación que se dedicaba a esos menesteres; no obstante, siempre una mirada interesada era conveniente..  Pero lo cierto era que estaba muy distante de adivinar lo que  quería decirla, aunque se mordió la lengua para no hacerlo.  Ella no daba muestras de interés en él, más que como amigos, y así seguirán.  Con disimulo, miró el reloj, dando a entender que era tarde y ella trabajaba al día siguiente. Él captó la indirecta.

Iban silenciosos dentro del coche, cada uno de ellos sumidos en sus pensamientos.  Mirtha no terminaba de entender lo que se proponía; pensaba que le costaba comprender que su ausencia se prolongará bastante y le daba pena abandonar su presente vida, para dar un cambio radical lejos de casa.  Al llegar a su domicilio, él, como siempre, se apeó primero para abrirle la puerta y ella esperó a que lo hiciera, a pesar de que pensaba que esa costumbre, era de buena educación, pero anacrónica en los tiempos que corren.

Ya estaban ambos frente a frente; había llegado la despedida.  La miraba profundamente como si quisiera impregnarse de ella para cuando no la tuviera.  Ninguno hablaba; ella le miraba, probablemente esperando algo, pero lo que  llegó,  la dejó descolocada, y también a Alfred que no esperaba esa reacción.

Avanzó unos pasos y tomando su cabeza entre las manos, la dio un profundo beso. Lejos de rechazarlo, ella se dejó hacer. Alfred no entendía lo que esa actitud pudiera significar ¿ Le aceptaba? ¿ Sabía lo que significaba?

- Buenas noches -. Es todo cuanto dijo, dirigiéndose a paso ligero hasta la entrada de su casa.

Y fue ese silencio, precisamente lo que hizo que Alfred supiera en ese momento que no tenía nada que hacer.
Probablemente por cortesía, porque fuera la última vez que se verían, ella no dijo nada, ni a favor ni en contra. Quizás interpretara esa despedida como la de un entrañable amigo, pero lo desechó:

- Ningún amigo, por lejos que se vaya, te besa en los labios como él ha hecho.  Creo que es mejor que se vaya. Así no me veré obligada a decirle no a todo lo que no sea relación de amistad.  No, aún no. No estoy preparada.  William fue muy importante en mi vida.

No había respondido a su beso, y había hablado, sin palabras alto y claro.  Tampoco había pedido una explicación, nada de nada. Para ella había sido indiferente.  Posiblemente no volvieran a verse nunca; estaba seguro que pondría mil excusas para no quedar citados al regresar él a Irlanda  con motivo de alguna vacación.  Debería olvidarla a como diera lugar ¿ Cómo ? No lo sabía aún, pero no dejaría pasar la ocasión de que así fuera.

Sentado en el avión, su último pensamiento fue para ella. Los motores rugían, y el aparato comenzó a moverse.  Miró por la ventanilla y mentalmente se despidió de Mirtha.  Lo que viniese después sería una incógnita, como todo lo que pasa en nuestras vidas.

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