viernes, 11 de septiembre de 2020

El despertar - Capítulo 12 - ¿ Por qué lo llaman amor ?

Hacía ya un mes que estaba en Ginebra totalmente sumido en su trabajo, pero ese fin de semana celebrarían, todos los allí destacados, el cumpleaños de uno de ellos. No tenía ninguna gana de salir, pero tanto insistieron que al final aceptó.  También acudiría Mirielle, y sería un aliciente más para acudir.

No había pasado desapercibido para él la atractiva doctora francesa, y pensaba que él,  para ella tampoco. Así que acudiría a la celebración y quién sabe si ese sería el comienzo del olvido definitivo de Irlanda y lo que en ella había dejado.

Como todo en Ginebra era selecto y muy ordenado.  Nada parecido al carácter irlandés, máxime si se trataba de una celebración,  aquí todo era más uniformado. No se admitían voces unas más altas que otras, ni excesos en los horarios.  En todo caso si terminaran temprano, siempre les quedaba las habitaciones de la residencia en donde vivían.

 Eso sí, sin mucho alcohol y nada de gritos.  No todos celebraban algo; había quienes dormían, por lo tanto nada de excesos.
 Y con esas condiciones, cenaron y después de la sobremesa, darían un paseo hasta la residencia y luego a la habitación del cumpleañero.  No se recogerían muy tarde, a pesar de que al día siguiente no tenían que madrugar, pero había un régimen estricto en los horarios y ellos lo cumplirían escrupulosamente.

Era pronto para Alfred y Mirielle, y quedaron en dar un paseo antes de dormir.  La cena había sido copiosa y necesitaban "bajarla".  Además era simpática y ocurrente, justo lo que él necesitaba.  Se mostraba optimista en cuanto a su problema, y presentía que la noche se presentaba con algo más que la celebración de un cumpleaños: ellos tendrían su  propia celebración.  No lo hablaron abiertamente, pero ella se le insinuaba, le lanzaba de vez en cuando el guante y él estaba presto a recogerlo.  Así que en cuanto se presentara la más mínima oportunidad se lanzaría al vacío a ver que resultaba.  Y resultó.

Alfred abría la puerta de su habitación, y detrás de él una Mirielle coqueta que le acariciaba la nuca aceptando sin duda lo que desde un principio había ideado.  Cerró  la puerta tras de sí poniendo antes, el cartel de no molestar.  No estaban en ningún hotel, pero si en las dependencias de Alfred.  La señora de la limpieza pasaba en horas muy tempranas para hacer su trabajo, y justamente eso es lo que querían evitar, ya que la noche se presentaba bastante agitada.  No estaban bebidos, pero si con ganas de juerga. Una juerga que desde muy tempranas horas Mireille había hecho notar.

Y  se olvidó de Dublín y de Mirtha.  Por primera vez en mucho tiempo, se consideró libre, y así lo creía por la forma de comportarse con la mujer que tenía entre sus brazos, aunque ni una sola vez expresó que la quería, porque ello no era posible.

Como aquél que dice acababan de conocerse, y además, aunque hoy no estuviera en su cabeza, Mirtha estaba presente en su vida.  Era demasiado pronto para olvidarla, pero en esa noche, se abría un soplo de esperanza de poder liberarse algún día. Sabía que la distancia pondría todo en su lugar, y eso era justo lo que necesitaba.  No quería ataduras, y de permanecer en Irlanda, tardando más o menos, las tendría con Mirtha.

Esa noche no quería ni nombrarla: la debía respeto y hacer el amor a un extraña no lo era. Así que centró todo su empeño en dejar a la francesa satisfecha y que ni siquiera imaginarse la lucha interior que tenía consigo mismo.

Y la noche dió paso al amanecer, pero ellos aún permanecían activos. Y es que Mirielle era especial para sacar a la luz los más íntimos sentimientos. Y Alfred lo necesitaba, hacía mucho tiempo que no estaba con ninguna mujer porque todo su tiempo lo ocupaban los estudios y el recuerdo de Dublín, que ni siquiera desea pronunciar su nombre. Pero en esta noche no se contuvo y sacó fuera todo lo que llevaba escondido desde hacía tiempo.  Tenía la mente en blanco, no quería pensar en nada ni en nadie, ahora no. Tampoco quiso medir las consecuencias de que estaba con una compañera a la cual debía respeto, y tampoco pensaba que más o menos largo el tiempo que estuvieran en Ginebra, llegaría a su fin y entonces ¿ qué? ¿ otra vez vuelta a empezar?  No con Mirielle no. Este era un romance, si se le puede llamar así, ocasional; sólo eso. Pero ¿ ella pensaría lo mismo?  Era una  mujer de mundo que no se cortaba un pelo ante una situación especial, y a ella le había gustado Alfred desde que le viera, aunque ciertamente no había hecho nada por lo que estaba sucediendo en aquella habitación. Pero un día es un día.

Las primeras luces de un nuevo día les encontraron en silencio, uno al lado del otro, pensando en sus cosas, cada uno e ellos.  Fue Alfred el primero que cortó ese silencio. La magia de la noche había dado paso al sol, y ahora todo era diferente.  Debían volver al día a día.  Como si le leyera el pensamiento, Mireille le dijo:


- Hoy no tenemos clase.  Podemos hacer lo que queramos

- Ya lo sé, pero hemos de separarnos.  Vístete; te acompañaré a tu habitación.

No la miraba, no quería mirarla.  Con el nuevo día de nuevo los recuerdos de la noche se agolparon en su cabeza; había sido fascinante, pero la realidad era la que era .  No quería salir de algo que le atormentaba para entrar en lo mismo, así que planteó la situación abiertamente.

-Ha sido fantástico, bueno ya lo habrás comprobado tu misma, no necesito relatar el momento. He de confesarte que lo necesitaba, pero nuestra relación no puede ser.  Estoy enamorado de otra persona que está en Dublín y no puede haber nada entre nosotros.  Además somos compañeros de clase y colegas, que seguramente nos encontraremos más veces en algún congreso y no sería ético. Así que.. demos por terminado el encuentro.

- A mi no me importa.  Todos hemos dejado a alguien en casa, pero seguro que esa persona, ante tu ausencia se buscará compañía.  Es lo que suele ocurrir

- No ella no. Es una larga historia.  Se hace tarde. Vístete.

Y de esta forma abrupta cortó en seco los argumentos de ella.  Unos argumentos de los que no tenía ni idea y que nunca sabría por parte de él.  Eso pertenecía a su intimidad y nadie más lo sabría.


RESERVADOS DERECHOS DE AUTOR / COPYRIGHT
Autora< rosaf9494quer
Edición < Septiembre 2020
Ilustraciones < Internet

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