jueves, 17 de septiembre de 2020

El despertar - Capítulo 22 - Fuera de control

Como un león enjaulado, daba vueltas por la habitación irritado con Mirtha y con él mismo por no haberla convencido de que eran imaginaciones suyas.  Que en su vida no había nadie más que ella, no había ni un hueco para que se colara alguien ajeno a ellos.Le conocía poco y siempre en plan de amigo, y había resultado que esa noche se habían juntado varias cosas que le involucraron sin siquiera desearlo. Tenían que hablar con calma, sin gritos, sin rupturas de nada, pero él había desertado. Había salido del dormitorio con idea de no dormir juntos. ¿ No la estaba dando la razón sin querer?

Se habían puesto nerviosos y exagerado todo. Debió dejarla que se desahogara y después explicarle todo, pero no. En lugar de hacerlo la suelta a bocajarro lo de su relación ¿ Que quería que sintiera?  Y sin embargo era todo lo contrario lo que Alfred sentía.  Desde que la viera con el vestido nuevo, estuvo tentado de suspender la cena y quedarse en casa.  La quitaría el vestido y después...  Pero todo se había vuelto del revés. ¿ Cómo iba a imaginarse algo tan absurdo?  Se les había ido de las manos, deberían estar conversando, tratando de convencerla de que no existía ni existió nadie más que ella. La acariciaría, la besaría y al final...

Y al contrario, ella estaba llorando en su habitación y él aquí paseando como un loco sin saber qué hacer.
 Su interior le decía que subiera, que la abrazara y que todo se apaciguaría poco a poco.  La quería más que a nadie, pero al mismo tiempo estaba dolido por los reproches que le hizo.  Él había soportado  los lloros por la pérdida de William. En aquel caso, el buscaba las palabras que la consolaran, pero en éste, y a pesar de ser distinta situación, él se había marchado de la habitación dejando el pensamiento de Mirtha al libre albedrío y quizá pensando que con eso se corroboraba todo lo que había imaginado.

Debía subir, y abrazarla.  Dejarla que llorase si es que lo hacía, y cuando se hubiese calmado entonces, explicarla todos los sentimientos que sintió durante todo el tiempo que estuvo a su lado, hasta que no pudo más y lo abandonó todo por tratar de olvidarla, ya que no tenía esperanza alguna de que alguna vez le mirara no como amigo, sino como alguien a quién amar.

Luchaba consigo mismo, pero al fin pudo más su amor, que el propio, y se encaminó hasta la habitación.  Como había imaginado, ella estaba acurrucada en el lado en que él dormía, y se tapaba la cara con su almohada. Se paró en la entrada observándola. Se le partía el corazón porque ella estaba sufriendo por algo que no ha pasado, pero en su cabeza tenia mucha relevancia lo ocurrido hacía un año mientras ella estaba desesperada porque no sabía nada de él

La herida se había vuelto a abrir por dolor a un ser amado.  Tendría que tener paciencia y mucha persuasión para retomar el control de la situación que cada vez estaba más descontrolada.

Se sentó a su lado retirándola el pelo de la cara que se mezclaba con su llanto. Le dolía en lo más profundo lo sucedido. La abrazó, enterrando su cara entre los cabellos de ella y la pidió perdón por algo que no había hecho, pero lo que deseaba era que ella no sufriera por algo tan absurdo.  Le rompía el alma el verla en ese estado porque sabía que para ella era importante, algo que había deseado durante mucho tiempo, y ahora que lo había conseguido, ella lloraba porque pensaba que no la quería lo suficiente como para ser la única en su vida, cuando lo era todo para él.

No sabía cómo calmar su llanto. Le miró y se lanzó a su cuello abrazándolo.  Estaba allí, a su lado y la había pedido perdón. Confiaba en él y si decía que eran figuraciones suyas, sería verdad, al menos así lo deseaba con todas sus fuerzas.  Se abrazaron ambos, se besaron, y poco a poco, todo se fue calmando, hasta volver a ser los recién casados que se amaban sin ninguna discusión.  El incidente era una nube de verano que habían sabido sortear, porque se querían demasiado para permanecer enfadados durante tiempo.

Y así abrazados pudieron al fin conciliar el sueño.  La noche, que empezara bien, se volvió complicada de repente, sin verlo venir.  Pero ya todo había pasado y no se volvería a hablar más del tema.

Pasaron los días y su vida estaba totalmente  normalizada.  Como había proyectado comenzó a estudiar, pero un día a la semana quedaba con sus amigas, recién descubiertas, y comía fuera de casa. El tiempo se acortó con estas nuevas medidas y ambos esposos  estaban alegres y seguían con su vida adelante.  Los fines de semana los dedicaban a ellos mismos.  Unas veces recorrían algún Cantón, otras se quedaban en casa, otras se veían con los amigos... totalmente normal sin que Mirielle saliera a relucir en ningún momento.

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