lunes, 7 de septiembre de 2020

El despertar - Capítulo 8 - Su primera venta

Recibió un aviso de la directora de la inmobiliaria de que habían vendido la mansión que ella mostró en su primer día de trabajo. Sólo habían transcurrido dos días desde aquello por lo que fue felicitada. A Mirtha le dio un vuelco el corazón ¿ la habrá comprado el médico?  Tenía sus dudas, ya que a su novia no creyó verla muy convencida con la visita. Es una casa preciosa y seguro que a más de uno le encantó.  Y siguió con su trabajo.
 Repitió lo mismo que con la mansión. Le había dado buenos resultados y, era visitar antes el inmueble y estudiarlo; si ella no se convencía de lo que estaba vendiendo, sería difícil que el comprador se decidiera.  Ese sería su método de trabajo.  De momento ya tenía una suculenta comisión por la venta de la casa bonita, que no conseguía borrar de su memoria.


Y así transcurría su día a día : monótono.  Mildred volvió a llamarla para quedar en ese fin de semana y repetir la experiencia que habían tenido la primera vez. Tenía que contarla cómo le iba en el trabajo y la casualidad tenida con su primer comprador.  Esa tarde irían al cine y a la salida cenarían y charlarían tranquilamente.  Esta vez pagaría ella para obsequiarla por su primer trabajo.

Pasaron los dos primeros días de la semana. La tocaba terapia con  el psiquiatra, y  procuró adelantar el trabajo para acudir a la consulta.  Había ido con tiempo suficiente, así que al entrar, la enfermera la dijo que esperara porque tenía visita.

- No importa hay tiempo, aún no es mi hora. - Se sentó y tomó una revista para distraerse mientras era recibida.  Se encontraba mejor, un poco más animada, así que esperaba buena respuesta de parte del doctor.

Del interior de la consulta se oyeron unas voces joviales que se acercaban a la puerta.  Cerró la revista dejándola en su sitio y esperó paciente a que se abriera . Y así ocurrió, sorprendiéndole la persona que salía. Era ni más ni menos que el doctor Alfred Mortimer.  Pensó que ellos, refiriéndose a los médicos, también necesitarían terapia, ya que con tantos casos como ven a diario no lo resistirían. Pero el semblante de Alfred fue de sorpresa al encontrarla allí. Sonrió abiertamente y la saludó correctamente.  No la preguntó nada puesto que suponía que sabía que tenía terapia, así que no le extrañó , aunque era una  coincidencia casual que reuniese a ambos como pacientes del mismo profesional. Recordó que era compañero suyo de hospital.


- ¿Tardarás mucho ?- la dijo después de saludarla.

Se quedó desconcertada. ¡ La tuteaba y estaba dispuesto a esperarla ! No supo que responder, era como si se la hubieran borrado las palabras. Al cabo de unos instantes consiguió responderle.

- Más o menos una hora ¿ Por qué ?

- Te espero. He de contarte algunas cosas. He tenido mucho trabajo por eso no te llamé para decirte que había comprado la casa. Me mudaré a ella en cuanto pueda. Mi novia no.

¿ Qué significaba que su novia no? ¿ Acaso comprarían otra para cuando se casaran ? ¿ Habían roto la relación ?  ¿Y a ella que la importaba?Probablemente montará una consulta para gente con poder adquisitivo y vivan de casados en otra casa más convencional.

Mirtha entró en la consulta y él la dedicó una última mirada. Mientras ella estuviera en la terapia,  bajaría a la cafetería a tomar un café, según  advirtió a la enfermera de recepción.  Cuando regresó, aún ella no había terminado, así que se sentó frente a la puerta de la consulta y esperó pacientemente a que el tiempo transcurriera.

Y sonriendo a su salida. No  le importaba el tiempo que había permanecido de espera, no tenía otra cosa que hacer, y le apetecía charlar con ella. Desde que supiera su historia por la que fue  ingresada, se había establecido un extraño vínculo hacia ella.  No  era una paciente más.  Le conmovió grandemente la tragedia que vivió y lo mal que estuvo, sin llegar a reaccionar, y sin querer vivir.

En la actualidad parecía haber resurgido de nuevo; la notó más segura de sí misma cuando les argumentaba sobre la casa que al final compró él en solitario. Deseaba vivir en ella, y ese deseo le costó una bronca con su novia y tener un paréntesis en su relación. Se enamoró de la casa nada más verla, pero su prometida quería mejor un lujoso apartamento en el centro de la ciudad.

Lo cierto es que esa relación hacía aguas. El noviazgo se había iniciado como por compromiso, porque el padre de su novia era un influyente donante del hospital, y gracias a sus donaciones, habían podido abrir una sala para mujeres maltratadas.

Se sintió algo deslumbrado y sin quererlo se vio envuelto en una relación en que el amor contaba poco. Tras un largo año de noviazgo y ante una  nada importante discusión, decidieron darse un plazo de reflexión, aún sabiendo que cuanto más largo fuese el plazo, se convertiría en un adiós definitivo.  Ni a ella ni a él, les afectó demasiado.  Se saludaban si se encontraban en alguna reunión entre amigos, pero ella pronto le encontró sustituto: tonteaba con otro médico recién llegado de Escocia e ignorando que , el jefe de su equipo en cirugía, había sido el prometido de su actual novia.

Con todos estos acontecimientos, Alfred, decidió seguir adelante con la casa, deshacerse del apartamento y vivir en ella. Además de gustarle la mansión, agradecía el silencio y la soledad del entorno, algo que necesitaba para descansar de las largas y angustiosas, a veces, guardias del hospital.  Se lo había hecho ver a su prometida, pero a ella le gustaba todo lo contrario: salir de fiesta a ser posible a diario. Pero mucho se temía que el presente novio, tampoco la duraría mucho, dado que también era médico y tanto las consultas como las guardias del hospital, impedían asistir a las fiestas casi a diario a las que gustaba ir.  Pero ese era un problema de ellos.  Se alegraba de no haber ido más allá y haber roto la relación cuando aún era posible.

- ¿ Ya has terminado? ¿ Nos vamos ?

Es lo que la dijo aceptando ella la invitación y despidiéndose de su terapeuta, que les vio salir con una malévola sonrisa en la cara.

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