viernes, 4 de septiembre de 2020

El despertar - Capítulo 6 - Dos amigas

Y fueron a uno de los centros comerciales más grandes. Sin decir nada, la condujo hasta un salón de belleza, y de nada valieron las protestas y el querer escaparse. Ambas se arreglaron el cabello, se hicieron las manos y salieron de allí,  satisfecha  Mildred, apesadumbrada Mirtha. A continuación entraron en una boutique, y de nuevo la discusión con la amiga , pero en esta ocasión fue un poquito más fácil.


Al salir del probador con uno de los vestidos, había cambiado radicalmente. Con el pelo más corto, y el vestido nuevo, su imagen era totalmente diferente. Sólo faltaban unos zapatos acorde con el vestido. La obligó a dejárselo puesto. Mildred la miraba satisfecha; el cambio había sido espectacular.  Estaban cansadas y agotadas en parte  por las emociones y las discusiones sostenidas  para que entrara en razón.  Buscaron un restaurante para comer y en el que pudieran descansar.  Otro día irían al cine.  Por ser el primer día, no había resultado tan terrible como pensó. Estaba contenta con el resultado obtenido.

Pidieron un aperitivo mientras elegían el menú. Quería, que al tomar la copa, no se resistiera tanto a los cambios que quería para ella.  Charló del trabajo que realizaba y lo orgullosa que estaba de ello.  Había sacado la conversación  adrede, para lo que tenía pensado, aunque dudaba en hacerlo en ese momento.   Debía tener paciencia, pues habían sido muchos cambios en un mismo día y abordarlos todos en uno, no iba a resultar. Pero parecía el momento adecuado  y no lo dejaría pasar.

 En uno de los laterales había una mesa ocupada por dos hombres y una mujer. Se reían y estaban bastante animados, y eso llamó la atención de Mildred.  Lo que daría porque ellas se divirtieran como lo estaban haciendo ellos.

- ¿ Qué miras tan fijamente ? - la preguntó Mirtha al tiempo que se giraba para observar lo que tanto llamaba la atención a su amiga.

- Es una tontería, pero miro esa mesa, y me hace gracia lo bien que se lo están pasando. Sólo eso-. Nosotras también lo estamos pasando bien ¿ no crees?

- Mejor de lo que yo pensaba. En un día como el de hoy no me iba a mover de casa.  Eres una enredadora, pero... gracias. Siempre has sido mi mejor amiga y ahora lo estás demostrando.


- Te quiero Mirtha y no me gusta nada la situación que estás viviendo.  Hago lo que puedo por rescatarte de esa apatía que tienes.  A tus padres les tienes muy preocupados; ellos también están tristes y cada vez que  ven que no quieres salir, o comer, o te encierras en tu habitación sin hablar con nadie, les haces sufrir mucho.  Por ellos debes hacer algo.

- Lo sé, lo sé. Pero ¿ qué ?

- Búscate un trabajo, por ejemplo.

Ya estaba lanzado el guante, ya lo había dicho.  Mirtha se la quedó mirando, sin duda porque no esperaba lo dicho por su amiga.  Lo pensó durante un momento antes de responder:

-  Lo sé pero ¿ en qué ?  Además creerás que es una tontería, pero todo esto que estamos haciendo hoy: las compras, la comida en un restaurante, nuestra conversación de ahora sobre un trabajo... me hace daño. Precisamente hoy. Es como si quisiera pasar página, olvidar lo ocurrido, mientras él ha muerto y yo sigo adelante.  Sé que es difícil de entender, pero no estoy preparada todavía.  Créeme me está costando mucho.

- Lo entiendo, pero has de comprender que no puedes seguir así el resto de tu vida. Háblalo
con el psiquiatra; explícale ampliamente  todo lo que sientes y el por qué te sientes que debes encerrarte en casa porque piensas que no tienes derecho a seguir viviendo. Porque eso justamente
  es en lo que piensas.  Por eso rechazas todo. ¿ Has pensado en tus padres, en los de William? ¿Crees que ellos no sufren?  Ha sido terrible, y no lo olvidarás nunca, pero tú estás aquí,  y con pena o con alegría has de seguir viviendo.

Una alta figura se dirigía hacia ellas. Ni siquiera habían prestado  atención a quienes las rodeaban.  Al llegar a la mesa, se paró frente a Mirtha.  Ella le miró perpleja ¿ quién es este hombre?, -pensó. No le había visto nunca. Y eso no era cierto, aunque cada vez que la visitaba, siempre estaba dormida, de ahí que no supiera quién era aquel caballero correctamente vestido que sonriendo la dedicaba una mirada inquisitiva.

-  Perdón por la intromisión, estoy en aquella mesa con unos amigos, y al verla no he resistido la curiosidad de acercarme a ustedes y saludarlas.  Probablemente no se acuerda de mi, porque ha pasado el tiempo y siempre que iba a verla estaba adormilada. Así que me presentaré:  soy Alfred Mortimer y la atendí en urgencias .

-¿ Usted? Perdone pero no recuerdo nada y hoy justamente no es buen día para recordar

- Lo siento. Nada más lejos que despertar malos recuerdos. Aunque he sabido de su trayectoria a través de nuestro amigo común, su psiquiatra, que además es compañero mío en el hospital.  Compruebo que el cambio que ha dado es extraordinario: está guapísima.  Y ahora si me disculpan he de regresar a mi mesa.  Ha sido un placer volver a saludarla.

- Gracias, doctor. Ha sido muy amable.

Mirtha le miró alejarse, mientras sus ojos echaban llamaradas de furia, algo que su amiga no comprendía.

- ¿ Qué te pasa ?  Ha sido muy amable venir a saludarnos. Es un hombre muy guapo

- Es un patoso, eso es lo que es. Justamente hoy se le ocurre venir a recordarme la fecha en que me conoció.

- Mujer, él no lo sabe. Ha sido muy correcto.

- Vayámonos ya.  Se está haciendo tarde

 Recogiendo las bolsas que portaban se levantó deprisa y malhumorada, algo que no entendía  la amiga, pero que  seguía sus pasos para no disgustarla más.  El médico dirigió la cabeza hacia la mesa de las muchachas y vio cómo salían del restaurante.  Le había impresionado el cambio tan radical que había tenido. Estaba muy atractiva, pero a la vez más delgada de lo normal y las ojeras de sus ojos que no recordaba haberla visto en sus visitas a la habitación del hospital.

Y de golpe le vino a la cabeza el motivo de su entrada en urgencias y lamentó haber ido a saludarlas y el comentario que hizo.

- Seguramente hoy es la fecha del aniversario. No se puede meter más la pata de lo que yo he hecho.
Y se incorporó de nuevo a la conversación que en ese momento mantenían sus dos amigos.




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