miércoles, 16 de septiembre de 2020

El despertar - Capítulo 19 - Una amiga

Y durante la cena, Mirtha expuso a su marido lo que tenía en mente y él la apoyó en todo momento. Estaba sola casi todo el día. No conocía a nadie ni tenía amigas, es normal que el tiempo se le hiciera interminable hasta que él llegaba de su trabajo.  Le pareció una buena idea.

- Me parece excelente. Es necesario que tengas amigas con quién hablar. Hazte socia de algún club, créate amigas.  Necesitas salir y no estar encerrada en casa.  A propósito, el próximo fin de semana conocerás a mis compañeros de equipo y a sus mujeres, los que están casados y a las novias, los solteros. También a una doctora que va por libre: es francesa.  Como en  tu caso, están algunas de las mujeres de ellos y hemos acordado celebrar una cena de hermandad para que os conozcáis y de esta forma entablar amistad.  Yo conozco a algunas del año pasado. Son simpáticas y pienso que con ellas estarás bien.


- ¿ El sábado próximo? ¿ Cómo hay que vestirse? ¿ Es de gala ?

-Es entre nosotros. No es oficial, pero sí, creo que algo elegante estaría bien.

- Creo que mañana te acompañaré al trabajo por la mañana, necesito ir de compras. Te recogeré a la hora de la comida y lo haremos juntos. Te esperaré en una cafetería y regresaremos a casa juntos también ¿ te parece?

-¿ Qué si me parece?  Será perfecto si lo has ideado tú.  ¿Te aptece la reunión?  Si no quieres, puedo poner una excusa para no ir, pero creo que será muy conveniente para tí.  Eres sociable; no te costará nada.

Tal y como lo había planeado lo hicieron.  Mirtha se despertó temprano, antes que sonara el despertador, y cuando lo hizo Alfred, ella ya estaba vestida y preparando el desayuno.  No quería que su marido se retrasase por esperarla.  Estaba contenta  con la novedad, que aunque fuera algo corriente en Irlanda, para la soledad que ahora tenía, era algo extraordinario.  Revisó su bolso a ver si lo llevaba todo.

- Puedes llevarte el coche.  De todas formas no voy a salir del laboratorio y tu puedes hacer algún recorrido en él.

- No, ni hablar.  No conozco ésto y podría perderme. Tampoco, si así fuera, podría expresarme en su idioma.  Demasiado complicado. Si deseo conocer algo, ya me llevarás tú

- Tienes razón.  Primero he de enseñarte por donde ir. Eres una chica lista, así que aprenderás enseguida, ya lo verás.

Se besaron, y tomados de la mano salieron juntos rumbo al trabajo de él y a las compras a realizar de ella.

 Se compró un traje ajustado que realzaba su silueta, de color añil y unos zapatos negros de tacón alto.  El vestido era algo escotado y por detrás dejaba media espalda al descubierto.  Se gustó cuando salió del probador y la dependienta la felicitó por la elección, aunque no entendiera muy bien lo que la decía.  Pero se vió bonita y pensó en Alfred ¿ le gustaría a él?

Todo marchaba a las mil maravillas entre ellos; nunca lo hubiera supuesto, pero el amor a veces es increíble y retorcido, como el que a ellos les impulsó a unir sus vidas.  De repente se dió cuenta de que había quedado con su esposo para comer. Miró el reloj y comprobó que era casi la hora.  Salió del establecimiento todo lo rápido que pudo, llamó un taxi y como pudo se hizo entender que deseaba ir a la OMS.  Aún le sobraron unos minutos.

Vió venir hacia ella a Alfred acompañado de una mujer espléndida, y de inmediato supo que era la célebre Mirielle.  Era sofisticada y por su andar se notaba que pisaba terreno firme, algo que Alfred había omitido, es decir no le había dicho nada, y era una mujer que no pasaba desapercibida para nadie, ni siquiera para su marido por muy enamorado que esté de ella.

Notó algo nervioso a Alfred al hacer las presentaciones, pero pensó que eran apreciaciones suyas. La sonrisa de Mirielle era espléndida e imaginó cómo tendría de alborotados a los hombres de su equipo  ¿incluído Alfred? No, a él no.Desechó esa idea de la cabeza en el acto, mientras las dos mujeres juntaban sus mejillas que, con el estilo francés, se besaban.

Se mostraba muy alegre y dicharachera.  Parloteaba constantemente, pero la mayoría de las veces eran cosas del trabajo y lo hacía, naturalmente con su marido.  Ella no entendía ni palote.

Tomaron una mesa en la cafetería dispuestos a comer. En la frente de Alfred se dibujaba una ligera arruga de contrariedad, pero lo disimulaba ante su compañera, pero Mirtha sabía que era porque no estaba a gusto con la situación que estaban viviendo

- Probablemente se ha invitado ella sola -, pensó Mirtha.

La mayoría del tiempo de la comida, la conversación la mantuvieron ellos dos, limitándose Mirtha a asentir con una sonrisa, si la francesa giraba la cabeza hacia ella.  Hablaba en francés muy rápido con Alfred, y sólo cuando se dirigía a Mirtha, lo hacía en inglés.  Todo su planteamiento de comida a solas con su marido, para explicarle lo que había comprado, se vió truncado por la intrusión de esa exquisita, y mundana mujer.  Al cabo de la media hora que duró la comida, Mirielle y Alfred se despidieron para reintegrarse al trabajo.  Mirtha se quedó en la cafetería, en la misma mesa en la que habían almorzado.  Él se despidió de ella dándola un beso en los labios y acariciando su mejilla.  Mirielle les observaba con detenimiento y pensando con malicia, si él se había despedido así de su mujer porque estaba ella delante.  Ignoraba que las muestras de afecto entre los esposos eran constantes, pero en el fondo la dolía que  la situación que ahora tenían, sería intocable.

Se distraía viendo el constante entrar y salir de gente en la cafetería.  Miraba constantemente el reloj, pero aún faltaba mucho tiempo para que Alfred se reuniera con ella¡ Si al menos tuviera algún libro para leer..!  Echó hacia atrás la cabeza para recostarla en la pared; la estaba entrando sueño y no sabia cómo amenizar el tiempo que restaba hasta que Alfred saliera.  Sonrió al pensar lo que ahora significaba para ella. Además de su apoyo, era el eje de su vida. Alguien a quién la vida puso en su camino de la forma más inesperada y abrupta que imaginarse puede. ¿ Podría vivir sin él?  Creía que no, sin embargo si se puede aunque te falten, y de eso ella sabía un poco.

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