martes, 15 de septiembre de 2020

El despertar - Capítulo 17 - La respuesta

Se hizo un pesado silencio entre ellos.Alfred la miraba sin pestañear, escudriñando cualquier gesto que hiciera. Tenía los ojos muy abiertos, y sus labios también. Eran signos de asombro, de no saber qué decir ante la declaración que acababa de conocer.  Nunca imaginó las intenciones que le movían a protegerla, a consolarla en las horas terribles que vivió. Y ahora le tenía ahí delante respirando entrecortadamente, con los puños cerrados, probablemente clavándose las uñas en la plama de la mano, pero no por ira, sino por impaciencia.


De repente, comenzó a dar vueltas, distendidas las manos, la cabeza baja,¡ a saber lo que pasaba por ella! Mirtha tenía la mente en blanco.  Nunca imaginó que le pudiera haber inspirado tal sentimiento y comenzó a casar las piezas del rompecabezas. Recordó que por mucha amistad que tuviera, la preocupación por su estado, la atención con que escuchaba sus penas, en fin todo lo que él había sentido junto a ella, era el resultado de algo más fuerte que nada ¿ se enamoró de ella?  Y entonces lo comprendió todo, y sus hombros, antes erguidos, ahora relajados. ¡ Se alejó para olvidarla !  No creía merecer un amor más puro y sincero. Sólo el de William se asemejaba. ¡Decidió renunciar a ella al conocer lo que echaba de menos a Willy!

Había pasado el tiempo, y aunque le recordaría siempre, el dolor se había dulcificado hasta poder seguir viviendo, riendo... es decir, seguir con su vida adelante. Y ahora sabía que otra persona lo estaba pasando mal por ella y se la estaba declarando abierta y crudamente. Pero... ¿qué sentía ella?  Debía decirle algo; le observaba como a veces se paraba y miraba al horizonte y después volvía la vista hacia ella, que sorprendida por lo dicho no sabía cómo reaccionar.

Y sin darse cuenta y mentalmente, comenzó a analizar todos los momentos que habían pasado juntos antes de partir ¿ Cómo no se había dado cuenta de eso ? De su forma de mirarla, de cuidarla, de sonreirla, de obsequiarla... Por eso no la encajaban las piezas con la actitud de su forma de comportarse durante su ausencia. Lamentaba lo mal que debió pasarlo, pero en el momento en que ocurrió todo, él guardó silencio porque no podía decir nada.  Era William quién ocupaba su vida. ¿ Y ahora ? ¿ Sería capaz de amarle? ¿ Le amaba ya y por eso la enfurecía tanto que no tuviera noticias de él?


Su cabeza era un remolino de emociones de ida y vuelta.  En un momento dado, Alfred se detuvo y con cara de angustia, se la quedó mirando  y extendiendo una mano la dijo:

- Está bien. Vayámonos. Ya sé la respuesta

- ¿ Qué respuesta ? Porque que yo sepa no me has preguntado nada

- ¿ Qué más quieres que te diga ? Que no vivo tranquilo. Antes por no verte, ahora porque ya te he visto y no me ha gustado nada el encuentro. Porque te he abierto mis sentimientos y el silencio ha sido la respuesta. Ahora sé que no tengo ningún tipo de esperanza, y por eso volveré a marcharme  y difícilmente vuelva por aquí.  No deseo volver a verte, ni a sentirte, ni escucharte.  Trataré de borrarte de mi vida para siempre ¿ Cómo ? No lo sé, porque es la única salida que tengo para borrarte definitivamente.  No te sientas culpable por ello; en los sentimientos no se manda, lo entiendo, sólo te pido que no me busques. hazte a la idea de que no existo.

- Primero nunca te he buscado y ahora menos que nunca.El dolor sigue estando, porque Will no merece el olvido, pero es un recuerdo dulce y no amargo.  En cuanto a tí... no sé qué decirte porque nada has planteado.  Mucha verborrea, pero al final sólo sé que deseas borrarme de tu vida , nada más ¿ Qué en concreto quieres que te responda?

- ¿ Estás jugando conmigo o te haces la desentendida? Sabes muy bien lo que te he planteado. Unirnos, estar juntos para el resto de nuestras vidas. Sé que es difícil olvidar a William, pero yo te ayudaré; siempre estaré ahí sin pedir nada más que me quieras un poco. Que tratemos de ser felices, que yo te cuidaré siempre y te querré con todas mis fuerzas. Que los dos podríamos dejar atrás todo cuanto ha pasado, y comenzar desde cero. Que vendrás conmigo si regreso a Ginebra, en definitiva que te casarás conmigo.

Ella se sintió mareada y él tuvo que sujetarla alarmado.  Eran demasiadas cosas, todas juntas, a la vez, de algo que nunca hubiera imaginado. ¿ Era capaz de que alguien la quisiera de esa forma?  Se creía insulsa y anodina, pero resulta que había inspirado un profundo amor en un hombre que a buen seguro se rifaban las mujeres, pero se había fijado en ella. Y en una fracción de segundo se analizó y supo que ella también le quería, a su manera, pero le quería.  Y antes de que su cabeza controlara a su corazón, dijo:

- Si. De acuerdo. Si es eso lo que has decidido, iremos juntos a Ginebra

-¿ Si? Repítelo por favor. ¿ Aceptas ? ¿ Nos casaremos ?


- Eres muy pesado. Te he dicho que sí.

Entonces, acortó la  distancia que les separaba, en dos zancadas,  la tomó en brazos y la besó tan ardientemente, que ella correspondió de igual manera, sabiendo a quién estaba besando, y que era de forma diferente a como besaba a William. Probablemente porque él era distinto, porque las circunstancias eran distintas, porque ella era diferente y porque le había echado mucho de menos sin saber siquiera el por qué. Pero ahora, en esa muestra de gran amor, lo había sabido:  ella también le quería.

De repente todos los nervios sentidos por Alfred, a lo largo de ese interminable  día se desataron en una risa catártica e incontrolable, mientras la mantenía abrazada contra él, y dando vueltas como si fuera un tobogán.
  Ella también reía de ver al hombre que había pasado de estar hundido en la miseria, a ser absolutamente feliz en cuestión de segundos. Era bueno, siempre lo había demostrado, no sólo con ella, sino con todos quienes requerían su atención.  Y comenzó a mirarle con otros ojos y a sentirse feliz, por primera vez en un año largo. Y sus ojos echaban chispas y los de él también.  Volvieron a besarse . Alfred la colmaba de palabras de amor frenético que la asustaban un poco ¿ Estaría ella a la misma altura? Dios sabía que lo intentaría, pero necesitaba tiempo para hacerse a la idea del gran cambio que había dado su vida en un mismo día; es decir en cuestión de horas.  A estar melancólica, enfadada, furiosa, expectante y ahora amada y besada por el hombre que la tenía entre sus brazos.

Pensó que no la costaría amarle con la misma medida que él lo hacía con ella.  Que al final tendría una estabilidad en su vida, hasta ahora dolorosa  e intrascendente en un mismo año.  Pero él la haría brillante y arrolladora, con la misma vitalidad que ahora derrochaba para decirla a borbotones que era  el eje de su vida y que siempre la adoraría.

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