miércoles, 2 de septiembre de 2020

El despertar - Capítulo 4 - Sin ganas de vivir

A toda velocidad el padre conducía el coche hasta llegar al hospital.  Alterado entró solicitando un celador o a alguien que pudiera ayudarle.  Rápidamente fue introducida y llevada a urgencias nuevamente. Ella seguía inconsciente.  También avisaron al psiquiatra  ya que en su ingreso explicaron la razón de que estuviera en ese estado y qué era  lo que había lo producido.

Volvieron a revisarla y exceptuando su inconsciencia, todo estaba normal, quizá un poco la tensión alta debido a la excitación nerviosa que sentía. El médico aconsejó a los padres internarla de nuevo, pero esta vez, además, con la intervención del psiquiatra, que sería quién más pudiera ayudarla.

Los padres no tenían más opciones, porque lo que deseaban era ayudar a su hija y que se recobrara de la pesadilla que estaba viviendo. También les avisaron que el proceso sería largo, dado que la reacción de ella era extrema.

- Sería conveniente que permaneciera ingresada al menos una semana, a fin de controlarla y estudiar un protocolo psiquiátrico que la ayude. Tendrán libertad de visitas, pero mi consejo es que debe estar tranquila y aquí lo conseguirá mejor que en casa.

Como no podía ser de otro modo, aceptaron el planteamiento médico ya que no había otra alternativa para ayudarla , no sólo a asimilar la tragedia, sino a que recobrase su equilibrio y admitiera lo ocurrido sin tantas alteraciones.  Sabían que tenían una etapa larga y muy triste. Tendría episodios de días que no querría levantarse de la cama, sólo dormir. otros en que solo llorase. Y días en que no hablase con nadie, ni siquiera con sus padres o con los de William que constantemente se interesaban con ella.  Mirtha era el nexo de unión con su hijo, pero cada vez que la visitaran nunca le mencionarían para no alterarla más.

El médico que la atendió en urgencias es llamado por el psiquiatra a su despacho: deseaba hablar con él, cambiar impresiones sobre los momentos vividos y tratar de hallar el mejor tratamiento. Ambos médicos estaban afectados por la inusitada situación que a la muchacha la había tocado vivir.

- Subiré a verla, si no te importa, durante la hora de mi descanso. Lo cierto,  es la primera vez que me afecta tanto un paciente.  Normalmente nos involucramos  con los enfermos, pero por lógica en cuanto les damos el alta, olvidamos el caso.  Pero con esta joven no lo he logrado, y los días que he librado,  cada dos por tres, me venía a la memoria la imagen de desesperación de ella y lo difícil que nos puso el poderla calmar.  Es de esos casos que te atrapan y deseas seguirlo hasta que salen del hospital con el alta bajo el brazo.

- Si, ella así salió, pero se escapó al conocer el día del entierro, y aunque durante la ceremonia, según dicen los padres, se mantuvo serena, al final se desmayó y volvieron a traerla.  Creo que me va a dar mucho trabajo.  Me veo repasando los libros , al igual que un estudiante tratando de encontrar el remedio, las palabras que puedan ayudarla.  No me gusta el estado de nervios en el que está permanentemente. Eso puede jugarle una mala pasada y sería, además de triste, una lástima en alguien tan joven y tan bonita como es ella.  En fin, como fuiste el primero que la atendiste, quería charlar contigo por si tengo que echar mano vuestra, que al menos estés al corriente de lo que trataré con ella.

- Cuenta conmigo siempre que lo necesites. Me interesa este caso.  Y ahora he de irme nuevamente; hoy tenemos un "buen " día en urgencias.  Gracias por todo Philip

El doctor Mortimer, salió de la habitación bastante preocupado.  Hacía pocos días que había estado en urgencias, pero el cambio físico experimentado por ella  le preocupaba.  Se olvidó de todo cuando se incorporó a su trabajo. Urgencias no le permitía descansar más que lo justo.  Las entradas se sucedían una tras otra y debía tener su cabeza en cada caso que se le presentara, y no solamente en el de Mirtha Robins.  La mañana, la tarde, incluso las primeras horas de la noche no les daban sosiego.  Fue ya de madrugada,cuando decidió subir a ver a Mirtha.

En la habitación permanecía la madre, recostada en un butacón, y ella totalmente sedada, dormía, aparentemente con tranquilidad. Examinó la tablilla y vio que todo estaba en marcha con relativa normalidad.  Tendrían que ir restringiendo la sedación paulatinamente; necesitaban saber cómo se comportaba  durante el día sin la medicación con que hasta ahora la mantenían calmada.

Situado a los pies de la cama, la observaba detenidamente.  La madre de Mirtha extrañada le preguntaba si observaba algo anormal, él movía la cabeza negativamente, pero no decía nada.  Al cabo de un rato, la dijo:


-Mañana antes de salir, volveré a dar una vuelta. Esté prevenida: hemos de reducir la dosis de tranquilizantes.  Debemos observar su reacción.  Le bajaremos la dosis poco a poco.  También vendrá el psiquiatra.
Se pondrá bien, no se preocupe, pero necesitará el apoyo de todos y durante mucho tiempo.
  Sigan al pié de la letra nuestras indicaciones, aunque les cueste dolor el cumplirlas:  es por el bien de ella.  Y ahora, trate usted también de descansar.  Les necesita fuertes.  Buenas noches.

La madre se quedó preocupada.  En la cara del médico había visto algo extraño, y aunque sabemos que no les gusta adelantar acontecimientos antes de no estar seguros,  no pudo evitar que un pensamiento asaltara su cabeza: " su pobre hija ¿ se volvería loca? ".

Dejó las instrucciones de cómo proceder con los tranquilizantes y en caso de observar algo fuera de lo normal, que le avisaran inmediatamente, estuviera en el hospital o en su casa.  Este caso, sin saber la razón, le tenía obsesionado.  En la vida tan interesada que vivimos, es muy difícil que alguien muera de amor, pero Mirtha parecía que había abandonado la lucha por seguir adelante.  Tendrían una ardua tarea si conseguían devolverla a la normalidad.

Se incorporó a su puesto en urgencias, y lo cierto era que durante toda la noche no tuvo ni un minuto de descanso, borrando de su cabeza a la paciente que más arriba luchaba por olvidar su principal pesadilla, imposible de borrar.  Más de una vez, cuando recuperaba la consciencia, decía a quién estuviera con ella en ese momento, que la dejaran tranquila, que no deseaba seguir viviendo, porque la vida era demasiado cruel y no lo resistiría.

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