martes, 8 de septiembre de 2020

El despertar - Capítulo 9 - Sólo amigos

Le extrañaba sobremanera la forma en que el médico se dirigía a ella, no era lo usual. ¿ A qué venía esa charla que le había anunciado? Se conocían, como aquél que dice, hacía dos días y, aparte de la atención en el hospital no habían cruzado muchas más palabras.  Posiblemente es que ella se había vuelto más retraída, pero de todos modos, no terminaba de entenderlo.

Guardó silencio hasta que él iniciara alguna conversación que la aclarara algo, porque ella, francamente no entendía nada.  Abrió la puerta del coche para que entrara; él sonreía amable, ella totalmente descolocada.  Al fin se decidió a hablar:

- ¿ Te extraña todo esto?

- No sé a qué te refieres. No lo entiendo, así que no sé qué decir.

- ¿ Sabes que compré la casa por tí ?

- ¿ Por mí ?

- Si. La defendiste con tanto ardor, que todas las explicaciones que dabas, las veía realizadas internamente y veía los muebles puestos en su sitio, y todo en orden tal y como lo ibas indicando. Así que no tuve ninguna duda.  Me mudaré en unos días, en cuanto termine unos retoques que quiero hacer.  Así que gracias por tu orientación. Eres una profesional excelente

- ¿ Excelente yo ? ¡ Pero si era mi primera venta!

- Pues lo hiciste de maravilla.  Y ahora volvamos a lo que más me interesa ¿ Cómo vas?

- Pues...  Tengo mis días. El doctor Philip me está ayudando mucho, y mi amiga Mildred también. Pero sigo sin olvidar. Procuro acostumbrarme a vivir con ello, nada más.

- Lo siento, pero al menos has dado un paso de gigante: el trabajo.  Aunque no sea lo que pensaras. al menos has iniciado algo que te obliga a salir de casa y a hablar con la gente.  La última vez que te vi, estabas áspera.

- Si, lo siento.  Era un día especial y lo estaba pasando fatal. Te ruego me disculpes

- Bien dejemos ese tema. Ahora tomaremos un aperitivo y después comeremos.  Espero que no sea la última vez que lo hagamos.  Siento mucho interés por tu caso.

El almuerzo transcurrió amable hablando de mil cosas que a ninguno de los dos interesaba, pero de algo tenían que hablar, de cualquier tema, menos de hospitales, enfermedades y muertes. Alfred era un conversador ameno y divertido con el que era difícil no arrancarte alguna risa sobre anécdotas de cuando era estudiante de medicina.

También habló de su ex prometida, ya que veía difícil volver a reanudar su compromiso.  No sabía por qué pero tenía necesidad de contarla todas las impresiones que le hicieron tomar esa determinación, justo cuando decidió adquirir la casa.

- Somos muy diferentes.  Pertenece a una excelente familia y generosa, pero ella es demasiado frívola.  En un trabajo como el que tengo, es difícil ser frívolo. No me gusta, y además no me siento cómodo, con tantas reuniones y fiestas tan a menudo. La mayoría de las veces va sola a ellas, ya que cuando no tengo guardias, estoy cansado y lo que me apetece es meterme en la cama.

-¿ Puedo hablar con sinceridad? - dijo Mirtha

- Por supuesto.- respondió él

- Creo que no estás enamorado de ella. Si lo estuvieras no habría barreras que os separasen, pero es más, pienso que ella tampoco lo está de ti.  Habéis creado una relación posiblemente por compromiso, o porque en un momento dado lo necesitabais, pero sentís, ambos, solamente  cariño y eso no es suficiente.

- Posiblemente tengas razón, y sabes ¿qué? no tengo ganas de recobrar el noviazgo, y pienso que ella tampoco. Creo que dejaremos las cosas como están ¿ Cómo era tu amor con tu novio? Quizá soy muy indiscreto.  Olvídalo; no quiero que vuelvas a ponerte triste

- No. Nunca tengo oportunidad de hablar de él; cada vez que lo rememoro enseguida me hacen cambiar de conversación, porque creen que me hace daño. Y es todo lo contrario: necesito hablar de él. Del amor que sentíamos, y de los planes que forjamos juntos. Sólo puedo hablar con Mildred, mi amiga.

- No quiero ser yo quien te haga ponerte triste. ¿ Te apetece un paseo? ¿ Ir a cualquier parte?

- No. Ha sido un día muy interesante y agradable.  Gracias por todo, has sido muy cariñoso y amable conmigo.

- ¿ Te estás despidiendo?

- Creo que sí

- Espero que salgamos otro día.  También para mí ha sido estupendo. ¿ Puedo llamarte para quedar?

- No lo sé, Alfred . Quizá tu novia se enfade

- Somos amigos.  Esta tarde ha sido muy trascendente para mí. Hemos abierto nuestro corazón y comenzamos una amistad más allá de médico paciente.  Como te he dicho, me interesas mucho.

- De acuerdo. Yo no tengo problema, pero tampoco deseo creartelo

 -No te preocupes: no lo crearás.

Se estrecharon las manos y Alfred se metió en el coche una vez que ella entró en su casa. ¿ Eran sólo amigos?

 Mientras conducía se dio cuenta que no era así. Probablemente para ella sí, pero él desde hacía tiempo la tenía en su cabeza. Bastaba una referencia a algo.Sus entrevistas con Philip no eran para él, que no las necesitaba, y aunque Mirtha creyera que eran profesionales, sólo deseaba conocer la opinión del amigo en los progresos que observaba.  No quería saber más, tampoco Philip le diría nada referente al secreto profesional.  Desde el día que la vio en la cafetería con su amiga, algo se avivó dentro de él. Probablemente estaba vulnerable por la  no relación que mantenía con su novia, pero el caso era que no se le borraba de la cabeza.

No quiso profundizar más en esos sentimientos.  No era un hombre enamoradizo, ni dado a situaciones tan novelescas, y sin embargo ocurrían. Y en él estaba la prueba.  Sería muy difícil estar a su lado y que ella no percibiera nada, pero así debía de ser si quería que al menos fueran amigos.

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