sábado, 19 de septiembre de 2020

El despertar - Capítulo 25 -Perdonar

El llanto arreciaba y la segunda llamada no acababa de llegar, lo que hacía que Mirtha incrementara su llanto y sus reproches.  Mildred no sabía qué hacer para calmarla, y optó por abrazarla para que supiera que contaba con ella,  y dejarla que se desahogara.

Cuando los nervios se aflojaron  trató de argumentar que lo sucedido era totalmente normal:

- ¿ Te imaginas el acoso de la prensa, de la televisión?  Y a todo ello, tener que presentar el protocolo ante los sesudos dirigentes de la Organización y esperar que el visto bueno estuviera conforme.  No querría estar en la piel de ellos. Y si no lo ves así es que no tienes ni idea del trabajo tan importante que desarrolla tu marido

- ¿ Crees que no lo sé ?  Le admiro por ello como nadie se imagina.  Me siento insignificante a su lado, y por eso es que tengo tanto miedo. Está la francesa y es extraordinariamente inteligente, y además es preciosa y trabaja con él codo con codo.  Y mírame a mi: gorda, vomitando cada dos por tres, hambrienta siempre, y siempre con ardores de estómago.  Voy vestida como un saco y a menudo depresiva. ¿ En serio crees que le atraigo?  Ahora está respirando aire fresco; recordando su etapa de soltero, sin nadie que le controle, ni tener que dar explicaciones.

- Todo eso no te lo puedes creer. ¿ Te ves inferior?  Eres guapísima, inteligente, cariñosa, fiel en extremo, y además tienes tu cultura. Él está feliz contigo y con ese hijo que viene. ¿ Qué le obligó a casarse contigo?  Nada,  y sin embargo lo hizo. ¡Vamos, no seas chiquilla! Te adora y estoy segura que daría cualquier cosa por estar aquí, lejos de todo ese barullo.  Esta tensión no le hace bien a la pequeña, así que anda cálmate, y hagamos algo para distraernos. Tienes que desechar ese complejo de inferioridad que sientes, porque no tienes motivo alguno, y te torturas inútilmente

De nuevo el teléfono sonó y atendió la llamada Mildred, ya que Mirtha había salido al  jardín, dando vueltas como gato encerrado para tratar de serenarse.

-¿ Alfred? Aguarda un momento, voy a buscarla

- Espera, espera ¿ Qué la pasa? Me tiene preocupado, y encima yo... nervioso por todo este barullo la he dejado con la palabra en la boca.

- No te preocupes, son cosas del embarazo.  Te echa de menos, eso es todo.  Ella y la niña están perfectamente, pero le faltas tú. Voy a buscarla

Salió en busca de Mirtha, que apresuradamente tomó el teléfono:


- ¿ Te pasa algo ? - le dijo con un nudo en la garganta

- No, cariño. Estoy bien, no me pasa nada. Sólo quiero pedirte perdón por haber colgado el teléfono.  He pasado un día con muchos nervios. La prensa, la televisión, todos a un tiempo haciendo preguntas. No estoy acostumbrado a ésto. ¿ Puedes creerme que echo de menos las urgencias del hospital?

- ¿ De verdad?- le respondió ella secando las últimas lágrimas

- Si, amor.  Estoy deseando que todo termine y volver a mi trabajo normal del día a día; a mis ensayos, sin prisas ni apremios porque haya un virus por ahí desatado que mata gente.  Es muy estresante.  Estoy pensando en dejarlo y volver a ejercer como médico.

- No lo hagas.  Tienes un talento innato; te gusta y además acabáis de obtener un triunfo.  No siempre va a ser igual.  ¿Cuando regresas ? Tengo muchas ganas de verte.,

- Yo también, mi amor, pero...  No podré ir a buscarte aún. Iremos en unos pocos días hasta una aldea, en Uganda, para ver las condiciones en que se encuentran,  y si podemos aplicar la vacuna de inmediato.  Las autoridades ugandesas están muy preocupadas y han pedido ayuda a la OMS, porque se extiende rápidamente.

- ¡Oh Alfred !

- Lo sé, lo sé. Pero he de ir. No dormiría tranquilo si declinase  mi responsabilidad.  Pero no hablemos ahora de trabajo, sino de nosotros. ¿ Cómo estás, y la pequeña?

- Todo bien, normal ¿ Estarás  aquí para el parto?

- Cielo aún queda mucho.  Y claro que estaré. Aunque estuviera aún en Uganda, no me perdería el nacimiento de mi hija, puedes estar segura.  Pero regresaremos antes de eso, estate tranquila

-¿ Podré hablar contigo cuando estéis en África ?

- Pienso que sí, pero no lo sé fijo hasta que no lleguemos

- ¿ Quienes vais?

- El equipo al completo

Eso incluía a Mirielle.  Guardó un instante de silencio, pero el suficiente para que Alfred se diera cuenta de ello.
- Eh, eh.  No estarás preocupada por eso  ¿ no ?  No hay nadie en este mundo que ocupe el sitio que te has ganado: mi esposa y madre de mis hijos. No puedo estar más orgulloso y contento de ello. No mi amor, no te comas la cabeza. Mirielle no me interesa en absoluto.  Eso pasó en una época muy determinada, y hace mucho tiempo. Te querré toda mi vida, Mirtha.  Te quiero, mi vida

- Lo sé, pero estoy tan horrible, que...

-¿ Horrible?  Eres la mujer más bella del mundo, precisamente ahora. ¿ Sabes lo que significa ser madre? Yo casi no conocí a la mía, ni a mi padre tampoco, muertos en un accidente prematuramente.  Les echo de menos cada día.  Imagino sus caras  si supieran que serán abuelos.  Esos sentimientos, cariño, no hay aventura que lo pueda sustituir.  No pienses en ello.  Que nada te atormente porque contigo lo tengo todo;  eres el hogar, mi refugio, mi descanso.

- Alfred, vas a hacerme llorar. ¿ Tan importante soy para tí ?

- ¿ Lo dudas ?  Te lo he dicho siempre.

Y así siguieron echándose piropos el uno al otro, ya olvidada la discusión de hacía un rato.  De ella no quedaba ni rastro, sólo el amor que cada uno de ellos sentía, borrándose de golpe la silueta armoniosa de la francesa.  Su marido le había dicho cosas tan hermosas, que su moral, normalmente bastante baja, había crecido mucho, pero al mismo tiempo lamentaba que siguiera separada de él no sabía cuánto tiempo.  Le necesitaba a su lado permanentemente.

Alfred organizó todo para, al menos pasar junto a ella el fin de semana, aunque sólo fueran unas horas.  Ambos necesitaban estar juntos, y posiblemente ella más que él.  No la dijo nada por si acaso lo ideado no lo pudiera realizar:  sería una sorpresa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario