miércoles, 16 de septiembre de 2020

El despertar - Capítulo 20 - Cena de hermandad

Y por fin llegó el tan esperado sábado. Mirtha estaba nerviosa y contenta con la experiencia que iba a vivir. Conocería a los compañeros de su marido y a sus mujeres, con las que esperaba formar un núcleo de amistad.  También estaría la francesa, pero eso le hacía menos gracia.  No sabía el porqué no le cayó muy bien en su primer encuentro con ella. Seguramente por la mirada de autosuficiencia con que la miró. Por el hecho de ser doctora ¿ se creía superior a todas?  Seguramente, a pesar de ser hermosa, ningún hombre la aguantaba y de ahí que ni siquiera tuviera pareja aunque fuera informal.

Se miró en el espejo y acarició su cabello.  Había estado en la peluquería por la mañana; se dirigió a la esteticista, mediante una "chuleta en francés" que la hizo Alfred, porque de otra manera no podría haberse entendido con ella.  Se miraba  una y otra vez ¿ Soy yo? se preguntaba interiormente.  Había elegido bien el vestido, sencillamente estaba radiante.  La sentaba como un guante y realzaba su silueta bien modelada, algo que nunca creyó tener.


En ese momento entró Alfred en la habitación, y se quedó sorprendido en el dintel de la puerta al contemplar a su mujer. Era preciosa y hoy estaba realmente bella. El vestido marcaba sutilmente sus curvas.  Y pensó que  cualquier hombre haría que perdiera la cabeza, lo mismo que le pasó a él cuando la conoció.  Estaba perfumándose: detrás de las orejas, en el dorso de la mano y en el escote.  La miró maliciosamente, y ella se percató de la intención, y le dijo con sorna:

- Por si acaso...

- Por si acaso ¿ qué ? - respondió él

Ella pulverizó la habitación  con el mismo perfume, y después de hacerlo, dió unas vueltas por la nube que había dejado el aroma.  Alfred nunca había visto hacer eso y se echó a reír

-¿ Desde cuando haces eso?- la preguntó

-Oh, es un truco. Al girar por el perfume, todo mi cuerpo se impregna de él y no sólo unas determinadas partes.

- ¡ Eres increíble !  Pero ahora se nos hace tarde ¿ Estás lista ?

-Lo estoy ¿ Voy bien ?

- No vuelvas a preguntármelo porque me estoy pensando en suspender la cena y quedarnos aquí, ahora, toda la noche.

Ambos rieron felices por la ironía de Alfred. La tomó de la mano hasta el coche, y emprendieron rumbo al restaurante selecto y lujoso en el mismo centro de Ginebra.


Al llegar, en el vestíbulo había otras dos parejas esperando a que todos estuvieran reunidos.  No tardó mucho en completarse el grupo. Las presentaciones de Mirtha a todos los compañeros y a sus parejas, y la charla amigable entre ellas, mientras tomaban un cóctel como preámbulo de la cena. Y entonces entró Mirielle pomposamente, como quién se sabe poseedora de todas las miradas.

Sonreía suavemente, repasando con la vista el grupo que la aguardaba, pero se fijó especialmente en Mirtha.  " No exageró", pensó.  Al fin era el centro de atención de todos, pero ella se fijó más insistentemente en Alfred, que a ratos violento, no sabía a dónde dirigir la mirada.  El maitre les indicó que ya tenían su mesa lista para ser ocupada.  Les había reservado un pequeño salón para ellos solos, de esta manera estarían más cómodos.  Eran conocidos en el restaurante, ya que habían celebrado en él varias recepciones y comidas particulares.

Todos se sentaron en la mesa, portando cada uno de ellos la copia del aperitivo.  La única que no la tenía era Mirielle por haber llegado tarde, no obstante todos repitieron el aperitivo mientras elegían el menú.

  Se sentó frente a Mirtha y Alfred, así tendría oportunidad de mirarles siempre que lo deseara sin temor a resultar impertinente ni inoportuna, pero les observaría detenidamente.  Mirtha entablo conversación con la mujer del adjunto a su marido.  Era simpática extrovertida y la hacía sentirse alguien más del grupo y no una recién llegada.  Junto con las otras mujeres, habían quedado en acudir a algún gimnasio, al cine, comer un día fuera de casa, ellas solas, en fin, establecer amistad entre todas, algo que a Mirtha agradó mucho, pues en realidad era lo que buscaba.  Con todas menos con la francesa, que ni siquiera se ofreció; su caso era distinto: ella trabajaba con todos ellos y no disponía de tanto tiempo libre .
La cena transcurrió entre bromas, brindis, y miradas de soslayo de parte de las mujeres hacia Mirielle, también la de Mirtha.  A los postres, Alfred pidió permiso a la mesa:

- Perdonad un minuto, he de ir al lavabo- dijo

No tenía importancia, a no ser que, no habían transcurrido ni cinco minutos, cuando Mirielle dijo sentirse agobiada y necesitaba salir un momento a la terraza, mientras servían el último plato, es decir, el postre.  Eso extrañó un poco, y sin poderlo evitar, los ojos de Mirtha la siguieron sin saber muy bien porqué, o probablemente porque algo en su interior la decía que era una excusa.  La siguió con la mirada y efectivamente se dirigía a la terraza, pero Alfred estaba tardando un poco.
Al fin hizo su entrada, y ella preocupada le preguntó  si le ocurría algo, debido a la tardanza .

- Estaban todos ocupados.  Debe ser por la bebida; no estoy acostumbrado a ello. Ella acarició su mejilla y él besó su mano.  En ese momento de cariño de los esposos, se reintegró a la mesa Mirielle, para la que no pasó desapercibida la pequeña efusión amorosa.  El resto de la cena transcurrió con toda normalidad.

Pasadas las doce, decidieron dar por terminada la velada que había sido divertida y agradable para todos. Las mujeres se llamarían por teléfono en el transcurso de la semana, y los varones, incluida Mirielle, se despidieron hasta el lunes en el trabajo.  Uno de los matrimonios, se ofreció a dejar en casa a la francesa, y Mirtha respiró aliviada de que no fueran ellos quienes la llevasen.  No sabía muy bien por qué, no le había caído simpática. Quizá porque se creía más guapa y superior al resto de las mujeres que habían compartido con ella esa cena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario