sábado, 19 de septiembre de 2020

El despertar - Capítulo 26 - Las noticias

Lo organizó todo para salir el mismo viernes y regresar el domingo.  Estaba ansioso por volver al lado de su mujer.  Sabía que estaba, junto con Mildred, en su casa.  A diario contactaba con sus suegros y por ellos sabía que estaba constantemente acompañada por ella y que nunca la dejaba sola.  Impaciente por regresar, se encontraba en el aeropuerto con mucho tiempo de antelación, pero sus nervios no le permitían permanecer en el apartamento en el que vivía.  Se despidió del equipo después de controlar el trabajo, que continuaba con la organización del viaje a Uganda, aunque no supieran la fecha de partida.  Mirielle le miró detenidamente y con sorna le dijo:

- Esta vez sí que te han pillado bien. Nunca hubieras hecho un viaje tan largo y tan rápidamente organizado para acudir al lado de una persona.


- Mirielle- dijo con calma - Es curioso...  Esa persona es mi mujer y va a darme un hijo. ¿ Crees que no merece este viaje ?  Adiós Mirielle: diviértete.

Recorría las tiendas del aeropuerto, se sentaba en las cafeterías, no sabía qué hacer para que el tiempo se acortase. ¿ Cómo no se le había ocurrido antes?  Tenía que comprarle un regalo, y a Mildred también.  Miró alrededor buscando alguna tienda : relojes, chocolates, bebidas, perfumes... ¿ Qué elegir?  Para su mujer eligió un perfume, para Mildred bombones y lo mismo para su suegra. Para el padre de Mirtha un reloj.¡ No podía vivir en Suiza y no llevarle un reloj!  Sonrió; todo era muy turístico, pero no había tenido tiempo de ir de tiendas, así que debía conformarse con el "duty free" del aeropuerto.  Estaba seguro que a Mirtha le encantaría el perfume.

Y al fin, se vió sentado en el asiento del avión.  Aún le quedaban casi cuatro horas de viaje hasta llegar a Dublín y después encontrar un taxi que le llevara hasta su casa, en la que estaba Mildred, por tanto aquella noche iba a ser un poco complicada para tener un encuentro con su mujer, porque posiblemente dormirían juntas ambas amigas, pensó dubitativamente.

- Debí anunciarlo. Pero quizás la impaciencia la pusiera nerviosa, en fin, cuando llegue ya veremos.  Tendré calma  un día más.  Lo importante es que ella estén bien.

Era de madrugada cuando llegó a Dublín.  Entró en su casa sigilosamente. Contempló aquellas paredes  con emoción, a pocos pasos estaba ella, dormida, ignorando que estaba en el piso de abajo.  Se descalzó para no hacer ruido y se dirigió hacia la habitación.  Por debajo de la puerta salía una tenue luz, y es que dejaban la luz baja encendida por si tuviera que levantarse.  Abrió la puerta despacio pensando que Mildred ocuparía la cama de al lado, pero estaba vacía.  Sólo Mirtha ocupaba esa habitación que semisentada entre almohadones,  dormía plácidamente ignorando su viaje. Algo que sus suegros sabían porque él se lo anunció, y dedujo que Mildred fue  avisada por ellos y ese era el motivo de que durmiera en la habitación contigua.


Se metió en la cama sigilosamente, para que ella no se despertara, pero se entretuvo en recorrer su figura con la mirada. Parecía mentira que en apenas unos días, su vientre apareciera más abultado. Sentía la tentación de acariciarla, de besarla y decirle cuánto la amaba y lo bella que la encontraba.  Comprendía, por saberlo, los cambios tan brutales que una mujer sufre en este estado, y la admiración por ella subió varios enteros. Recordó las palabras de Mirielle y se repitió mentalmente:  " si muy pillado, como debe ser".

Puso suavemente su mano sobre su vientre que permanecía arropado , no quería despertarla. Y poco a poco sus ojos se fueron entornando por el cansancio y las emociones.

De repente, un sobresalto de Mirtha le despertó.  Ella con los ojos muy abiertos, sin poder creerse lo que veía, se abalanzó de golpe riendo y llorando a un mismo tiempo. ¿ Cómo era posible? ¡ Estaba allí, junto a ella!  Ambos se fundieron en un mismo abrazo.  Los besos, los abrazos, las palabras tiernas se sucedían entre ambos esposos brotando a borbotones de sus labios:

- ¿ Cuándo has llegado?  ¿ Por qué no me has despertado ?

- Llegué de madrugada, y estabas tan dormida y relajada, que no quise despertarte.  Pensé venir a pasar el fin de semana. Regreso mañana a mediodía. 

- O sea, que no has vuelto para quedarte

- Lo siento mi amor. La semana próxima salimos para Uganda.  No sé cuando volveremos

- ¿ Y el parto?

-Para cuando eso ocurra, estaré a tu lado.  Haré lo que sea, pero estaré contigo.

- No me mientas, Alfred.  Sé que las órdenes no las das tú, y por mucho que lo desees sé que no podrás estar.

Mirtha haciendo un esfuerzo, se deshizo de los brazos de su marido y salió de la cama.  Su cara no dejaba lugar a dudas de que estaba enfadada. No era un simple capricho de niña mimada, sino era sobre el nacimiento de su hija y posiblemente estaría sola.  Le parecía injusto; no tenía con quién desahogarse y lo hizo con él.

La abrazó y trató de solucionar el problema y como no podía ser de otra forma, lo consiguió.  Se unieron ¡como no!  Hacía días que estaban separados.  Era una pareja joven, llenos de vitalidad, se amaban y tardarían en volver a verse. Nada impedía  volver a ser el matrimonio explosivo en que se convertían cada vez que estaban juntos.



Mildred, enterada por el padre de su amiga de los proyectos de Alfred, discretamente y sin desvelar su secreto, mientras Mirtha se iba a la cama, fingió estar interesada en una novela y permaneció en la sala durante bastente tiempo, hasta que comprendió que estaría dormida. Ocuparía el cuarto de invitados.  Dejaría que, a la llegada de Alfred volvieran a ser un matrimonio que se amaba y que vivían separados.  Sonrió al pensarlo y no se marchó a su casa en ese momento, para no dejarla sola hasta que él llegara.  Preparaba el desayuno, cuando ambos cogidos por la cintura, aparecieron en la cocina.  En sus caras se veía la felicidad que sentían por estar juntos; no querían pensar que al cabo de unas horas volverían a estar cada uno alejado del otro, pero al menos, ahora, allí estaban, abrazados.

- Hasta mañana.  Sed formales

 .Así se despidió Mildred de ellos, cuando les dejó a solas dirigiéndose a su casa.  Volvería al día siguiente para seguir cuidando de quién consideraba como a una hermana:   Mirtha.

Después de comer, hicieron lo de siempre: tomaban un café, en este caso sólo Alfred, y recostada en el hombro de su marido, veían televisión, hasta que el sueño  hacía que guardara unos momentos de siesta que duraban un suspiro. 

 En la tele, mientras, daban un informativo.  Entre una de las noticias, daban el reportaje de la presentación del nuevo proyecto de la Organización Mundial de la Salud.

Al escuchar el enunciado, prestaron atención. Un salón hirviendo de periodistas, reflejaba el ambiente existente al presentar el nuevo medicamento que se pondría en el mercado en breves fechas. Salieron las imágenes del anuncio, y también de la recepción posterior. El equipo que lo había conseguido estaba eufórico, captando los rostros alegres de cada uno de sus componentes; los abrazos entre sí, pero se detuvieron en uno especialmente: una mujer y un hombre se besaban en la boca.

Mirtha no podía apartar los ojos de la pantalla:  había reconocido de quienes se trataba.  Alfred se quedó lívido.  No habría fuerza humana de hacerla comprender que había sido Mirielle quien le besará y que posteriormente tuvieron una sonora discusión por ello.  Se levantó de inmediato y apagó el televisor, mientras Mirtha  salía de   la habitación rápidamente.

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