lunes, 10 de septiembre de 2018

Algún lugar en la tierra - Capítulo 13 - Perritos calientes

Mientras desayunaban planificaban lo que recorrerían aquella mañana. Harían algunas compras, recuerdos mayormente para regalar.   Pero lo primero de todo hablarían con el abogado de Anna, para tratar de que les diera su dirección y poder visitarla en persona.  Pero su gestión fue en vano, porque el citado abogado les dijo que no lo sabía, que hacía más de un año que nada había sabido de ella.  A Alan le extraño sobremanera esa forma de comportarse , puesto que él mismo la ofreció su casa y buscarla un trabajo;  pero estaba visto que no había ocurrido nada de eso.  La desilusión fue enorme, pero ante lo imposible, decidieron seguir con sus planes trazados.

 Visitarían Times Square y otras muchas cosas que tenían apuntados en una lista que iban confeccionando. Irían a Manhattan y cómo no a la estatua de La Libertad, y a rendir homenaje en World Trade Center.  Lo normal,  como todos los visitantes de esa ciudad.

Anduvieron toda la mañana de acá para allá, y a pesar de llevar zapatos sin tacón, Davinia no estaba acostumbrada a caminar tanto, así que decidieron tomarse un respiro.  Estaba cercana la hora del almuerzo, y para no ser menos que cualquier turista, decidieron comer un perrito caliente, de esos carritos que tanto salen en las películas rodadas en Nueva York.  Preguntaron a un policía que les indicara dónde podrían hacerlo, y les dijo de  un lugar no dejos de allí, y resueltos, cogidos de la mano como dos chiquillos hacía ese lugar se dirigieron.

Como a diez metros, vieron el toldo del carrito, pero no había nadie que pudiera atenderles, hasta que alguien se levantó de detrás de él y entonces los dos se quedaron impresionados por lo que estaban viendo.  ¡ No podía ser !  Pero si lo era:  Anna tenía un gorrito y un uniforme que no dejaba lugar a dudas  de que era la dependienta de ese carrito.  La primera intención  de Davinia fue ir a su encuentro, pero Alan frenó en seco a su mujer:

- Espera.  Si nos presentamos ahora, es posible que salga huyendo y no volvamos a localizarla.  Esto ha sido una casualidad; alguien ha movido unos hilos invisibles para que la encontráramos.  ¡Dios mio, qué desmejorada está ! Seguro que las cosas ne le van nada bien
- Pero cariño, no podemos dejar de lado esta oportunidad- decía Davinia.
- Ya lo creo que podemos.  No somos nosotros los que debemos encontrarla.  Si tus predicciones son ciertas, ha de ser mi hijo quién se encuentre con ella.
- Pero ¿ cómo ? ¡ No está aquí !
- Pues que venga ¡ qué demonios ! Si la quiere que pelee por ella.  Vayamos al hotel.  He de hablar con él inmediatamente.
-Tranquilízate. ¿ Y si cuando llegue ella ya no está ?
- No lo sé.  No lo sé.

Estaban desorientados. Miraban a uno y otro lado buscando una solución, pero sólo encontraban el tenerse que hacer presentes.  Cerca de  donde trabajaba Anna. había un autobús que también vendía hamburguesas, y Alan ,  dando un rodeo para que no les viera, se dirigió hacia el vehículo.  Allí preguntó el horario de ella y su domicilio, pero ésto último no lo sabía:

- Mire señor, Anna está todos los días por las mañanas desde las ocho.  No falla nunca.

Vayamos al hotel.  He de hablar con Alex. Sabemos que mañana estará aquí a partir de las ocho.  Me dan unas ganas terribles de ponerme delante de ella, y hasta darle unos buenos azotes. ¿ Cómo no se la ocurrió pedir ayuda?
- Marido, no conoces a las mujeres.  Quizá algún día sepamos lo que pasó, pero lo cierto es que no podía pedir ayuda si se había ido por Alex.  Te lo he explicado esta mañana. Así que habla con él, a ver si de una vez nos enteramos de lo que pasa.

Estaban cerca del hotel y a paso apresurado llegaron a él.  Subieron a la habitación ; lo que tenía que hablar con su hijo no era cuestión de hacerlo desde una cabina.  Fue la voz de Teresa quién le respondió, infórmandole que Alex no estaba. Iba a pasar el fin de semana en San Antonio

- Muy bien, Teresa.  Trataré de hablar por el móvil.  Si llega antes dile que llame al hotel Waldorf Astoria y que le pasen de inmediato conmigo. Estaremos esperando la llamada.  No nos moveremos de aquí.

Y trás varias llamadas por tener el telefono desconectado, le dejó un mensaje en el buzón de voz para que de inmediato contactara con ellos.

- No te preocupes, estamos bien, pero tenemos que hablar de algo importante que no tiene demora.  Estaremos en el hotel.  Llama a la hora que sea.
- ¿ Dónde demonios estará ?. repetía malhumorado
Esposo ¿ no recuerdas nuestros fines de semana? Pues él es joven y es fin de semana.  Pon la mente a trabajar siquiera por un momento.

Impaciente, Alan, no dejaba de pasear por la habitación.  Ya habían pasado más de dos horas y Alex no había dado señales de vida.  Era de madrugada, cuando el telçefono sonó en la habitación

 - ¿ Qué ocurre? ¿ Estáis bien
-Si ya te lo he dicho.  Estamos perfectamente
- Entonces ¿ a qué vienen esas prisas?  Me habéis dado un susto de muerte.
- Hemos visto a Anna.  No puedes imaginarte ...  bueno eso es lo de menos ¿ Dónde demonios estabas? - y el silencio fue la respuesta
- ¿ Qué quieres decir con eso? ¿ Dónde está ?
- Tendrás que responderme con toda la sinceridad del mundo ¿ Tu la quieres? Y me refiero como para casarte - Ante esta inesperada pregunta, Alex tardó en responde
- ¿ Te has vuelto mudo de repente?
- Es que no sé a qué viene todo ésto. Si la quiero como para eso.
- Bien.  Pues deja todo lo que estés haciendo y toma el primer avión a Nueva York. Y habla con ella. No me ha gustado nada la apariencia que tiene. Lo está pasando mal.  Así que ya lo sabes.  No puedo decirte nada más. Sólo que vengas cuanto antes, porque no sabemos si no la perderemos de vista nuevamente.
-¿ Está enferma ?
- No lo sé.  No creo. No hemos hablado con ella
-Salgo en le primer avion .  Os veré en el hotel..

Mientras viajaba a Nueva York, su excitación iba en aumento ¿ Por qué salió ese fin de semana?  Si hubiera estado en casa, hbría adelantado y posiblemente ya estaría en Nueva York.  El viaje se le hacía interminable.  Se sentía como en una jaula sin poderse mover. No quería ni imaginar cómo estaría para que su padre la encontrase desmejorada.  Se sentía un poco culpable; no debía haberle permitido irse de casa.  Pero ¿ Cómo impedirlo ?  Era una situación de locura.

A medida que el avión descendía, la silueta de la gran ciudad se hacía más patente.  En algún lugar de allí estaba ella, pero es una ciudad tan inmensa que  era como buscar una aguja en un pajar.  Pero sus padres la habían localizado; parecía imposible, pero así fue.

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