martes, 11 de septiembre de 2018

Algún lugar en la tierra - Capítulo 15 - Retorno al hogar

Consiguió calmarla. Había abierto su corazón y por primera vez reconoció su lamentable decisión.  Pero tragó su orgullo y dejaba hacer lo que Alex disponía.  De repente se sintió muy cansada, pero no sabía qué hacer.  Estaban en la habitación del hotel y sería él quién tomara las decisiones oportunas.  Ella estaba como  en una nube.  No podía creer que todo hubiera acabado felizmente; ya podía estar tranquila, todo había sido revelado y le tenía a su lado.Pero ¿ era verdad, o una ensoñación?  Todo había sucedido muy rápido, sin darle tiempo a asimilarlo  Había depositado toda su confianza en él, desde siempre.  Sabía que a su lado estaba a salvo.


- He de salir un momento.  Pero vuelvo enseguida.  Creo que debieras relajarte y acostarte.  Sobretodo dormir; lo necesitas.  Cuando despiertes estaré aquí, a tu lado.  Nunca nos volveremos a separar.  Pero ahora he de hacer algo importante.
-¿ Te marchas ?
- No, en el sentido que lo tomas. Voy a salir a realizar unas gestiones, sólo eso.  Vuelvo enseguida.  Te dejaré sola poco tiempo.  Mientras relájate; no estás entre extraños. Estás conmigo.  Yo te cuidaré.

Al cerrar la puerta respiró hondo. Estaba dolido por todo lo que ella había tenido que pasar, y él ajeno a todo. ¿ Cómo podía ser tan orgullosa? . se preguntaba,  pero al mismo tiempo reconocía que los motivos que la habían impulsado a marcharse eran provocados por no hablarle claro y contarle que su relación con Olivia estaba llegando a su fin.  Que era ella la que llenaba su vida.  Pero no lo había hecho;  lo mejor sería enterrar definitivamente todo lo pasado y comenzar de cero.  Estaba nervioso él también;  aún no la había pedido en matrimonio, no obstante iba a comprar un anillo de compromiso y también ropa nueva, como ella estaba acostumbrada.  No quería que llegase al rancho  como una derrotada, sino resplandeciente como era ella.

Entró en las boutiques del hotel y eligió dos vestidos y uno de más vestir.  Tendrían que regresar a Laredo en breves días, así que con eso tendría suficiente de momento, porque una vez en casa irían juntos a comprar los vestidos a su gusto.  Eligió los zapatos y después, pasando vergüenza ante la empleada, compró ropa interior, pero debía ser especial porque eso también sería un regalo para él.  Inmediatamente borró la imágen de su cabeza.  No sería él quién diera el primer paso.  Dejaría que ella le diera las señales;  no quería repetir lo de La Charca, y es que en realidad poco se conocían.
Todo lo que sabían uno del otro era relativo al trabajo del rancho, pero nada más.
 Debían conocerse, quería que le conociera.  De ella lo sabía casi todo, pero habrían de sentarse con calma y exponer todos los detalles de lo que esperaban uno del otro.

Aún seguía durmiendo cuando Alex entró nuevamente en la habitación, dejó los paquetes a un lado y contempló la calidez de su sueño.  Estaba agotada, y no le extrañó con el ritmo de trabajo que tenía, y ganando a penas para sobrevivir.  Se había puesto una camiseta de él.  Su ropa permanecía intacta dentro del bolsón en que la había metido.  Era como si no quisiera saber nada de la vida que había llevado hasta hacía unas pocas horas.  Sonrió con ternura y se sentó cerca de ella a esperar que despertara.

  Se despertó de golpe, sobresaltada y desorientada, quizá debido a algún sueño que tuviera.  Había oscurecido en la calle, pero para no despertarla no había encendido la luz.
Al verse totalmente a oscuras y que él no estaba a su lado se inquietó, pero él estaba allí, y se levantó de su asiento en cuanto ella comenzó a dar síntomas de inquietud.  No quería que nada la alterase;  debía acostumbrarse a otro cambio radical en su vida.  Un cambio tan rotundo que no se lo creía.  La parecía imposible volver a la normalidad que había tenido cuando llegó al rancho, aunque a ella le pareciera un infierno.  ¿ Serían pruebas que le hacía su padre desde el mas allá, para que tuviera los pies en la tierra?  No, su padre no había sido, nunca la hubiera hecho pasar por todo lo que había vivido en Nueva York.  No había contado a Alex, que había dormido en una cabina de teléfono o en los bancos del parque.  Ni siquiera entonces se daba cuenta del peligro que corría ella sola en la calle.  Se estremeció al pensarlo.  Los brazos amorosos de Alex, la envolvieron como si fueran una manta suave y caliente para protegerla.  Estaban ambos apesadumbrados por toda esa situación, aunque ambos trataban de disimularlo, sin mucho éxito la verdad.

- ¿ No quieres ver lo que te he comprado? - la preguntó para que no pensara más en lo que la atormentaba
- ¿ Me has comprado cosas?  ¿ A mí ?
- ¿ A quién sino iba a hacerlo? Si no te gusta puedo cambiarlo.  No estoy muy acostumbrado a estas cosas

Extrajo de las bolsas los vestidos que había adquirido para ella.  Eran como los de entonces, preciosos maravillosos y la sentaban como un guante.  Se ruborizó al ver la ropa interior, y a él también le dió rubor.  Se apresuró a guardarlo.  Seguía intimidándola, pero poco a poco se daría cuenta de que él no ejercería ninguna presión sobre ella, al contrario, era ella la que tenía las riendas en esa relación, aunque no lo supiera, pero dependería totalmente de sus deseos.

Se probó los vestidos y los zapatos. Estaba preciosa;  es como si hubiera retrocedido en el tiempo, y ella misma se asombraba al mirarse en el espejo.  Era como si su imagen se hubiera congelado en aquellos días .

- ¡ Wow  estás impresionante !- dijo Alex lleno de admiración-. Si no estás muy cansada me gustaría celebrarlo.  No podemos retrasar nuestro regreso a Laredo por muchos días.  Pero te prometo traerte nuevamente  cuando tu quieras

Corrió hacia él, y le besó .  Ambos se miraron.  Había sido algo espontáneo de amor sin reservas, y él la estrechó entre sus brazos.  Estaba tocando el cielo con las manos.  Algunos días atrás, nunca hubiera imaginado el cambio tan radical que daría su vida.  El centro de toda ella, estaba allí delante de él abrazada a su cuello y refugiando su cabeza en su hombro.  Le necesitaba y ahí estaría, siempre.  Estaba nervioso, y excitado.  Tenía ganas de poner el anillo comprado en su dedo, pero quería hacerlo esa noche, mientras cenaban y elegantemente vestidos.  Era una de las ocasiones más importantes en sus vidas.  La otra sería cuando se dieran el sí quiero.

Con una excusa pueril, Alex salió de la habitación.  Ella iba a vestirse para la ocasión; después lo haría él.  Iría mientras tanto a la habitación de sus padres, si es que hubieran llegado.  No le parecía oportuno estar presente ante ella, mientras  se arreglaba.  No era por falta de ganas, pero tenía miedo de no poder controlar la situación e írsele de las manos.  Debía aguardar a otra ocasión más propicia.

Bien sabía Dios que lo deseaba con todas sus fuerzas, pero debía tener calma y la tendría. No le daba vergüenza desvestirse delante de ella, pero a ella sí, por tanto debía ir con tacto para no violentarla.  Para todo habría tiempo, cuando sus ánimos se hubieran serenado y comprendieran que irremediablemente debían estar unidos para siempre.
Cuando comprendió que ya estaría lista, llamó suavemente a la puerta.  Anna se mostraba radiante ante él.  El traje comprado para la ocasión resaltaba más la belleza natural de ella.  Se quedó parado a la entrada de la habitación.  Era como si todo lo pasado en Nueva York no hubiera dejado huella en ella.  Sonreía feliz.

- ¡ Cielo Santo !  ¡ Menudo cambio !  Voy a llevar del brazo a la mujer más bella que existe . la dijo
- No exageres.  Sólo me he puesto un vestido nuevo.

Y acudieron al mejor restaurante de la ciudad y allí mirándola a los ojos la pidió que fuera su esposa.  Anna con los ojos empañados por la emoción, aceptó. El tomó su mano y puso en ella el anillo que había comprado para la ocasión.
- Te quiero, pequeña.  Deseo unir nuestras vidas si me aceptas
-Te acepto Alex.  Siempre serás mi amor verdadero, con quién he soñado todo este tiempo, aunque imaginaba que no volvería a verte. Quiero ser tu esposa y compañera.  Que no nos separemos nunca jamás y que seamos dos en uno.

Brindaron por su futuro y después tomados de la mano, caminaron hasta el hotel.Iban despacio y en silencio.  Alex sentía entre sus dedos el anillo que acababa de ponerle en su mano y una sensación extraña le invadió.  Tenía la necesidad de confesarse con ella.  Miraba al frente, al horizonte.  Ambos lo hacían, cuando comenzó a declararse verdaderamente a Anna:

-Me atrajiste desde el primer momento.  A penas te recordaba, de pequeña, pero cuando te vi sucia, oliendo a estiércol, descalza, enfurecida contra mi por haberte mandado ese trabajo, algo cambió en mi interior y sentí como una sacudida en todo mi cuerpo.  Eras una bocanada de aire fresco que había entrado como un vendaval en mi vida.  Cierto es que tenía otra chica, otra novia, si así puede llamársele, pero era monótono y sabido de antemano lo que pasaría al juntarnos cada fin de semana.
Pero contigo todo cambió radicalmente. Desconocía el sentimiento que me estaba invadiendo; sólo pensaba al acabar el día, que amaneciese pronto para poder verte y pelearnos, si así fuera.  Nunca te he visto más bella que aquél día.  me deslumbraste y hoy has vuelto a hacerlo.
Nuestras relaciones a partir de tu llegada eran tensas,  hasta La Charca.  Lo que ocurrió aquél día no puedo explicarlo.  Ignoro por qué me encaminé hacia allí, pero sí sé lo que sentí al verde dentro del agua desnuda.  Algo como un torrente se movía dentro de mí y te deseé con¡ tanta fuerza !.  como nunca había sentido con ninguna otra mujer.  Después al juntar nuestros cuerpos, supe que estaba sentenciado a amarte hasta el fin de mis días.

Fue un infierno lo que sufrí en los días posteriores a tu partida.  perdí totalmente la esperanza de volverte a ver, y no sólo eso, sino que llegáramos a algo serio.  Traté de refugiarme en Olivia, pero fue inútil;  ella lo sabía desde hacía tiempo que cuando estábamos juntos, ya no era lo mismo.  Creo que la ocurrió igual y optó por hacer caso a otro chico que la rondaba.
Pero yo te había perdido, precisamente por estar con ella.  No había modo de llegar hasta tí, pero ocurrió el milagro y aquí estamos, tratando de organizar nuestra vida juntos.

Ella apretó su mano y mirándole le agradeció con una sonrisa su declaración de amor.  Reclinó su cabeza sobre él y siguieron caminando lentamente.
  No sabía lo que ocurriría cuando llegasen a la habitación, pero tenía muy claro de que no iba a forzar ninguna situación que ella no deseara.  Dormiría en el sofá de la habitación de sus padres, si con eso Anna se sentía más segura de sí misma.  Estaba deseando  que perdiera de una vez esa timidez o miedo que sentía.  Creyó que sólo pasaría cuando se hubieran casado.

 Y llegaron frente a la puerta de la habitación.. El se aproximó para darla un beso de buenas noches, ella alzó su cara para forzar que el beso fuera en los labios y no en la frente como era su intención.  Se miraron fijamente y Anna, le dijo
-
-¿No vas a entrar ?
-¿ Quieres que entre ? ¿ Estás segura de ello?  Sabes que una vez que estemos juntos, será difícil frenar ese tren
- ¿ Y quién te ha dicho que deseo que frene ?

No hizo falta más insinuaciones.  Estaba claro que ella le quería allí dentro y no para charlar precisamente.  Y Alex entró, sin creérselo.  Sería la segunda vez que hicieran el amor, y esta vez sería sin remilgos, sin excusas, sino plenamente.

  Y amaneció un nuevo día pleno de sol, nuevo, brillante, resplandeciente para ellos.  Permanecían abrazados fuertemente, como para no escaparse .y detener el tiempo, aunque éste fuera todo lo prometedor que esperaban.

Ya sólo quedaba regresar a casa y prepararlo todo para la boda.  No quería demorarse mucho, lo antes posible:  Ambos lo deseaban y así sería . Se vistieron entre risas y arrumacos y acudieron a la habitación de sus padres.  Ellos seguirían su viaje de luna de miel, pero Alex y Anna habían decidido regresar al rancho cuanto antes.

.  Fue acogida con el cariño de siempre por todos los jornaleros y servicio de la casa, como si no hubiera transcurrido el tiempo. Y a ellos anunciaron que deseaban casarse cuanto antes.  Sonó una gran ovación, mientras Alex abrazaba contra sí a su futura mujer que se ruborizaba ante la alegría de todos, especialmente de Teresa.


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