miércoles, 5 de septiembre de 2018

Algún lugar en la tierra - Capítulo 1 - La llamada

Era un día de mucho trabajo en el rancho de  Alan  Preston.  Todo estaba preparado para recoger la cosecha de cereales, y al mismo tiempo transportar el ganado rumbo a Arizona  .Deseaba que pasaran esos días de tanto ajetreo; ya no tenía edad para tanto trabajo y pensaba seriamente en delegar todo en las manos de su único hijo Alex, vigoroso y fuerte,  con entusiasmo, y él dedicarse a vivir la vida, simplemente  porque aún tenía el vigor suficiente para ello.Con la energía que da la juventud de quién no llega a los treinta años y habiendo nacido allí, Alex era  una excelente elección .  Había estudiado  Agrónomos sólo con las miras de algún día dirigir   el rancho.  Luego lo amplió a ganadería y por la propia experiencia, también sabía tratar a los animales, pero en especial a los caballos, que eran sus predilectos.y a los que dedica el máximo de tiempo posible.  Alan repasaba unos libros, cuando el teléfono sonó insistentemente

-Hallo ¿ Quién llama ?
-Allan soy Thomas
- ¿ Thomas, mi Thomas?  -  ambos rieron.

 Ese había sido su saludo de siempre, desde niños.  Ambos se consideraban hermanos aunque por sus venas no corriera la misma sangre, siendo Alan el más pequeño en edad,  de los dos.

- Hacía tiempo que no hablábamos - dijo Alan-. Te he llamado en repetidas ocasiones y nunca he podido hablar contigo
- Lo sé. Andaba en asustos bastante engorrosos, que te exxplicaré detenidamente.  Te llamaba porque deseo verme contigo. Iré a tu rancho  en este fin de semana, si es que no estáis muy liados
--¡ Claro hermano ! Para tí siempre estamos. No te preocupes, Alex se encarga de todo; yo ya no estoy para estos trotes.  Es él quién lleva el peso de todo; yo sólo la contabilidad. ¿ Te ocurre algo?
- Es algo que te contaré en persona cuando nos veamos.  Es largo y tú eres la única persona que puede ayudarme
-Me preocupas
- Nada más lejos de mi intención, pero si es algo que he de resolver.  Ahora he de dejarte, me están llamando.  Nos vemos el sábado.
- Cuídate, hermano
-Adiós Alan

Al colgar el teléfono, se quedó mirando el aparato.  Algo no le gustaba de aquél corto diálogo.  Conocía bien a su amigo y sabía que algo le ocurría.  No había estado tan dicharachero como en otras ocasiones.  Le había notado el timbre de su voz como apagado, sin fuerzas..., y eso no le agradó.  Esperaría impaciente a que llegara el sábado.  Posiblemente estuviera viendo sombras donde había normalidad, pero algo en su interior le daba la razón : a Thomas le ocurría algo.  ¿ Sería por su hija ?
Anna había sido criada por su padre en solitario, ya que su madre murió cuando la niña contaba con cinco años, dejando sumido en la desesperación a Thomas.  Poco tiempo después él sufría la misma pérdida de su mujer.  Habían sido amigas desde pequeñas y los cuatro habían sido inseparables desde la niñez.  Pero el destino, envidioso de su felicidad, se  llevó a las dos.   A una de un derrame cerebral y a la otra de cáncer, dejando solos a sus maridos con hijos pequeños.

A duras penas habían sobrellevado su tremenda carga de tristeza, pero por el bien de los niños hacían de tripas corazón.  Thomas no resistía vivir en donde había sido tan feliz y decidió cambiar de aires, estableciéndose en Nueva York con su pequeña hija Anna.  Con el dinero que sacó de la venta de su rancho, inició negocios en la gran ciudad, y poco a poco se acreditó como un gran hombre de las finanzas con una situación económica fuerte y saneada.  Es lo que permitía que su hija fuera creciendo sin apuros económicos y poder darle todos los caprichos que tuviera,  por costosos que éstos fueran.

Y en ese ambiente, creció Anna, educada exquisitamente en la mejor universidad. Eligió Económicas, pues su padre deseaba que fuera ella la que continuara con el negocio familiar.  Pero ella estaba en otras cosas.  Amigas y salidas nocturnas y diurnas.  Ropa de marca y diversión a toda costa.  Por mucho empeño que el padre ponía en afearle su actitud pasiva, ella pensaba que tenía derecho a divertirse, una vez terminada la carrera.  Tenía tiempo suficiente para incorporarse al despacho del padre.  Primero sería desquitarse de los años de aburrimiento de los estudios.  Caso muy distinto al hijo de Alan, un joven responsable que no sólo había sacado la carrera con brillantes notas, sino que al mismo tiempo trabajaba en el rancho.  No llegaba a los treinta años y ya todos le consideraban como su jefe, ya que el padre fue delegando poco a poco su responsabilidad en él..  Tenía novia, una chica que vivía no muy lejos del rancho, también en Laredo, pero sólo podían verse los fines de semana, en que Alexander se desplazaba hasta la ciudad y allí pasaban juntos el fin de semana.  Llevaban tres años juntos, pero ni siquiera se habían planteado el unir sus vidas.  Estaban bien así.  Tenían la edad suficiente para ser libres sin ataduras ni responsabilidades más que las que el trabajo les diera.  Olivia era la hija del director de uno de los bancos de la ciudad y en él también trabajaba.

Creo que en esta primera impresión están presentados los principales personajes de nuestra historia, que iremos ampliando a medida que vayan apareciendo, pero su eje central serán dos personajes principalmente en los que recaen  lo que vaya a suceder a partir de ahora.

y por fin, llegó el sábado.  Alan y  Alex fueron  hasta San Antonio a recoger a Thomas, y después se trasladaron a Laredo, en donde vivían.  Allí pasaría el tiempo que tuviera destinado para estar con ellos, aunque Alan suponía que no sería mucho, dado que estaba siempre ocupado en sus negocios, y además aquel lugar  traía a su memoria momentos vividos tristes y dolorosos, pero también felices con su mujer Emy, muerta prematuramente, cuyos restos descansaban no lejos de la esposa del propio Alan.
También presentía que algo grave debía ocurrirle para venir hasta aquí.  Se abrazaron y los primeros momentos fueron muy emocionantes, al tiempo que preocupantes porque Alan le vió muy cambiado físicamente.  Hacía solamente un año que se habían visto en Nueva York, pero el deterioro de su amigo era evidente.  Alex también lo notó dirigiendo la mirada a su padre que le transmitió todo lo que pensaba respecto a lo desmejorado que estaba.  Durante el camino fueron recordando sus viejos tiempos y Alex, mientras conducía sonreia satisfecho al ver lo felices que eran esos hombres que se querían verdaderamente.  Aunque nada había comentado de lo que le llevaba hasta allí; eso lo haría con tranquilidad en el rancho sentados en el porche ante un whisky.

- Bueno, vosotros tenéis que hablar y yo vigilar el trabajo.  Os dejo con vuestras batallitas.  Thomas, estoy encantado que estés entre nosotros.
- Gracias, muchacho. Te he visto nacer ¿ sabes? Eres como un hijo para mi.  Cuídate

Y tras darse la mano nuevamente, Alex se alejó de allí con un regusto amargo.  Presentía que aquella visita era más trascendental de lo que imaginasen en un principio.  No quiso seguir pensando, hasta no averiguar lo que de cierto le había llevado hasta allí

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