jueves, 6 de septiembre de 2018

Algún lugar en la tierra - Capítulo 2 . La encomienda

Alan esperaba a que su amigo se dispusiera a contarle lo que le había llevado hasta el rancho.  Presentía que no iba a decirle nada bueno.  No había más que ver su aspecto para comprender que su salud no era buena, pero nunca sospechó que fuera tan realmente mala.

Dejó el vaso sobre la mesa, y Thomas se dispuso a contar a su amigo lo que le había llevado hasta allí. Lo cierto era que no sabía cómo empezar, ya que la encomienda que traía no era nada agradable, pero tenía que hacerlo por el bien de su hija, por el bien de Anna.  Lentamente iría desgranando las palabras tratando de suavizar la noticia lo más posible, aunque en realidad no había forma de suavizar la confesión.

- Siempre he contado contigo en los momentos más difíciles de mi vida, y éste lo es.  Por eso recurro a tí, a vosotros para que me ayudéis.  Me estoy muriendo Alan; hace unos meses me detectaron cáncer terminal y durante todo este tiempo he ido de médico en médico, de hospital en hospital, tratamiento va y tratamiento viene, pero la realidad me ha sido confirmada hace poco menos de una semana: me queda poco más de tres meses de vida.  Lo oculté a Anna todo lo que pude, pero ya resulta tan evidente que es imposible.  Pero no es eso todo. Durante el tiempo de mi enfermedad descuidé los negocios e hice inversiones que no debía.  Me metí en operaciones que resultaron fracasadas...  en definitiva me he arruinado.  Todas las deudas están saldadas, pero mi hija se quedará en la calle. Mi abogado se quedará con mi casa, de este modo cobrará su minuta. Ha tenido la deferencia de dejarnos vivir en ella hasta mi partida.  Anna creo que no se da cuenta exactamente de lo que ocurre, y sigue con el mismo ritmo de vida que ha llevado hasta ahora.  Le hago ver la verdad, pero ella hace lo del avestruz y yo no tengo fuerzas para seguir con la lucha.  Y ahora es cuando viene mi petición:  por favor, haceros cargo de ella cuando ya no esté.  Enseñadle a trabajar, no importa que sea en el campo o con el ganado, pero ha de prepararse para la vida, porque ahora no lo está.  ha de acostumbrarse  a valorar cada centavo que tenga y no despilfarrar en zapatos u otras cosas de las que ella no desea prescindir.  Es un favor que te pido porque no tengo a quién recurrir Es muy inteligente, pero no sabe aprovechar el don que Dios le ha dado, ni la oportunidad que ha tenido con poder estudiar una carrera, que además la gustaba.  Es economista y de las buenas, pero no quiere ni oír hablar de ello.

- Thomas. No seas tan pesimista. Buscaremos más médicos, medicinas que te curen. Revolveremos la tierra hasta dar con un tratamiento que te mejore.  Y si es por dinero no te preocupes. Pídeme lo que necesites yo te lo daré.  En cuanto a tu hija, tiene las puertas abiertas de par en par, pero no me pidas que la tratemos como a un peón más, porque para mí es como si fuera mi hija, y tu un hermano para mi.
- Alan, te agradezco tu ofrecimiento, pero créeme , no hay nada que hacer. Y en cuanto a mi hija te ruego tengas la mano dura que yo no tuve. Le harías un favor enorme, porque tendrá que seguir adelante sin mi respaldo, sólo por sus propios medios, y para eso debe aprender a trabajar. Prométemelo
- Si ese es tu deseo, no te preocupes.  Se hará como tu quieras, viejo amigo
- Hay otra cosa y eso si que tendrás que hacerte cargo de ello. Deseo ser enterrado junto a Emy, aquí en Laredo.  En esta tierra que me es tan querida. El testamento lo tiene mi abogado con todas las disposiciones y comprobantes relativos a la cancelación de deudas.  No la dejaré dinero, pero tampoco débitos.

Al final de la conversación ambos amigos se abrazaron emocionados.  Había sido la encomienda más triste y dolorosa que ambos  tuvieran que cumplir.  Alan se lo comentaría a Alexander, puesto que sería él quién la obligara a trabajar.  Y sería una tarea difícil de cumplir, pero sería el último deseo de su amigo y lo cumpliría al pie de la letra.

Lo tenían todo planteado y se prometieron que el día que pasaría con ellos, no se hablaría del asunto.  Aprovecharían cada minuto de estar juntos.  Hablaría con Alex, cuando se hubiera marchado y entre los dos buscarían el medio par cumplir con el encargo que le había hecho.  Alex lamentó la enfermedad del amigo de su padre, pero no le gustó nada que le encargase de la educación de esa chica, a la que había visto en contadas ocasiones, pero por las referencias que tenía, era una niña caprichosa y mal criada. Habría de tener mano dura para tratar de doblegarla, si es que alguna vez lo consiguiera.

La despedida de los dos amigos fue emotiva y emocionante, a duras penas podían contener las lágrimas que pugnaban por salir de sus ojos.  Alex les veía y comprendía que estaban viviendo unos momentos muy duros., porque los tres sabían que serían los últimos momentos que pasarían juntos. Y se despidieron evocando sus años infantiles y de adultos cuando se casaron con esas dos amigas inseparables de las que se enamoraron a un tiempo en aquel baile de la cosecha de hacía tantos años.  Y cuando juntos compartieron el nacimiento de sus respectivos hijos, pero también la partida de aquellas mujeres que habían sido el motor de su vida.  Era imposible separarles, pero era el último aviso para subir al avión, a aquel avión que les separaría irremediablemente para siempre.  Se prometieron llamarse por teléfono a diario, y en una de esas llamadas les anunciaron que acababa de fallecer.  Fue su abogado quién se lo comunicó.
A pesar de esperarlo Alan se desplomó en su asiento; no se habían cumplido siquiera los tres meses de plazo.   Había transcurrido solamente un mes desde que estuviera en el rancho.

- Me pongo en camino inmediatamente - fue lo que anunció al abogado que a partir de ese momento, se hacía cargo de todos los trámites necesarios para su traslado a Laredo, y de esta forma cumplir su último deseo:  ser enterrado junto a su esposa.
Preguntó por Anna a la que habían tenido que suministrar un tranquilizante presa de un ataque de nervios.  El abogado le comunicó dos días antes la verdadera situación en que quedaría después del fallecimiento del padre.  No la dió tiempo a prepararse cuando ocurrió.  No sabía qué hacer; ni siquiera podía pensar.  Tenía la cabeza acorchada.  Se desmayó cuando los servicios funerarios, llegaron a la casa a recoger el cuerpo y trasladarlo a la funeraria.  Desde allí partiría a Texas, una vez que Alan llegase desde allí

Y llegaron Alan y su hijo, que inmediatamente se hicieron cargo de todo. Anna tenía ya el equipaje preparado para salir junto a su padre. Se paseó por la casa por última vez.  Cuando saliera de allí iría con unos casi extraños, a un lugar horrible, extraño también para ella.  No era un futuro muy halagüeño el que tenía por delante, a pesar de que debía estar preparada para ello, pero no lo hizo cuando aún tenía tiempo;  ahora ya no lo tenía y debía afrontar lo que llegase, que no sería nada bueno.
Durante un día permaneció Thomas para ser visitado por aquellos amigos que le conocieron, y no fueron muchos, ciertamente.  Porque el ser humano es a veces mezquino en esas ocasiones en que necesitas apoyo; cuando era rico, todos le adulaban con invitaciones y cumplidos.  Pero ahora, apenas media docena de personas pasaron por la capilla ardiente.  Pero Anna no estuvo sola.  En todo momento Alan y Alexander estuvieron con ella.  Y mantuvo la poca entereza que le quedaba hasta verse dentro del avión que  Alan había fletado para su traslado a Texas.

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