sábado, 8 de septiembre de 2018

Algún lugar en la tierra - Capítulo 8 - La Charca

Narraba a la tumba de su padre cómo transcurría su día a día y unas veces reía y otras lloraba. Estaba ella sola en todo el recinto y podía abrir su alma, sin ocultación de nada, puesto que los que estuvieran en la otra frontera lo sabían todo.  A ellos no podía mentirles, y eso ahogaba su pecho, la dolía enormemente.  Hubiera dado media vida por poderles dar un beso, pero eso era imposible; tan sólo en sueños, si es que alguna vez volvían a su mente.

No supo el tiempo que permaneció allí sentada, hablando con ellos tranquilamente, sin prisas, sin nadie que pudiera escuchar su conversación en voz alta. Unas veces recriminándoles por haberla dejado sola, pero ni una sola vez por quedar sin dinero.  Ella misma se asombró de no acordarse de su falta de dinero;  en otro momento si lo hubiera hecho, pero ante la magnitud de su soledad, no la importaba nada.  O quizá fuera que no estaba tan sola como ella creía.

- Os prometo volver - dijo al tiempo que tiraba besos al aire.

Montó en su caballo  e igual de lento  retomó el camino de vuelta. Al desembocar en el sendero, se acordó de La Charca y pensó acercarse a remojar los pies.  El sol caia de plano y el calor apretaba ¿ Cuánto tiempo había permanecido en el cementerio?

- ¡ Mucho !  Cuando llegue la mañana comenzaba y ahora debe estar cerca el mediodía.  Pero de todas formas me acercaré.  Todos dormirán hasta bien entrada la tarde, y no me echarán de menos. Estaré un rato refrescándome y regresaré a casa.  Necesito serenarme y guardar para mi lo que acabo de vivir en el cementerio.  Sé que ellos me han escuchado,  Lo siento en mi interior, y no me siento tan solitaria.

Azuzó con los talones al caballo y a trote ligero se encaminó hacia La Charca.  Allí, a la sombra,pensaría en todo lo que había contado a su padre, las preguntas que les había hecho y que no tenían respuesta..  Al llegar buscó su rincón favorito, el que había descubierto la primera vez.  Miró a su alrededor,; sólo el trinar de los gorriones y la cadencia de la brisa, rompían aquél refugio de paz.

Descabalgó y habló con su caballo como si pudiera comprender lo que le decía

-¿ Te gusta este sitio ?  A mi también.  Corre la brisa y es bello, muy bello. No te muevas voy a refrescarme los pies.  Estas malditas botas los cuece.  Se sentó en la orilla, y tras descalzarse introdujo sus piernas en el agua.  Se mojó el pantalón, pero no la importaba:  hacía calor.  El sol picaba fuerte.  Miró al cielo haciendo visera con la mano y comprobó que ni una sola nube había en él.  Miró a su alrededor y comprobó que no había ningún ser viviente por allí ni nada que se le pareciera, y entonces decidió que se daría un baño. No tenía bañador, así que sin pensarlo dos veces, se desnudó y a cuerpo limpio se introdujo en el agua.

Reía satisfecha al sentir el frescor del agua sobre su piel. Y libre.  Su cuerpo flotando en el agua libre de ataduras, al igual que Eva en el paraíso.  Y reia y chapoteaba en el agua como si hubiera  recobrado la niñez.  Se sentía en paz y feliz.  Con esa felicidad y paz que nos proporcionan las pequeñas cosas que podemos disfrutar y en las que el dinero no interviene.  Era impagable el bienestar que sentía en ese momento en aqél lugar, en aquel rincón perdido del mundo en el que sólo ella estaba. volvió a zambullirse feliz una y otra vez.  Salía a la superficie  una y mil veces, pero en una de ellas, al darse la vuelta para vigilar al caballo, vio una silueta,  que la observaba,  junto a su ropa.  Enseguida se dió cuenta de quién se trataba. Se estaba riendo a carcajadas.  Se sentó y tomando su sujetador, se lo mostró haciéndolo girar en el aire.

No se lo podía creer.  Era su Charca, y ahora él estaba allí dispuesto a vengarse de lo ocurrido la noche anterior. ¡ Cómo sino,  se había sentado al lado de su ropa, esperando sin duda la hora de salir del agua.!  Cuando calmó su risa, se puso de pié nuevamente y comenzó a desnudarse. ¡ No podía ser posible !  ¿ Iba a meterse  ?  La respuesta no se hizo esperar; se quitó las botas los pantalones y el calzoncillo y en pelota picada se metió en el agua.  Ella se dió la vuelta inmediatamente, pero con unas cuantas brazadas, Alex estaba a su lado.  Se reía, se reía sin parar, al tiempo que a ella la entraban setenta cosas  porque no sabía como resolver esa situación

- ¿ Ves ? A mi no me da vergüenza mostrar mi cuerpo desnudo. Así nacemos.  Es de lo más natural:  La Naturaleza en contacto con la Naturaleza
- ¿ Te la estás cobrando ? - le gritó a punto de llorar
-¿ Qué me estoy cobrando ?  Sólo he venido a darme un baño.  Por si no lo sabes, lo hago bastante a menudo.  Todo este terreno es propiedad del rancho. Eres tú la intrusa y no yo
- Bien pues tú dirás cómo salgo de aquí
- Saliendo igual que has entrado.  Yo no voy a asustarme,.  No eres la primera mujer que vea desnuda.  Todas tenéis lo mismo en el mismo sitio.  No vayas a creerte que eres la única
- Eres bastante odioso cuando te lo propones ¿ sabes? Quisiera saber por qué te comportas así conmigo.

Alex no dijo nada, dió dos brazadas y cuando llegó a su lado tomó la cabeza de ella entre sus manos y la beso profundamente.  Ella sin a penas respirar, abrió mucho los ojos; él estaba serio, muy serio

- Aquí tienes la respuesta - no dijo más.  La siguió mirando como pidiéndola permiso para repetirlo, pero Anna no dijo anda, sólo entreabrió los labios.  El se aproximó aún más, hasta que sus cuerpos se juntaron y entonces el abrazo fue mutuo y sus besos también. Acababa de saber la respuesta a su pregunta. Si, tenía quién la protegiera y estaba allí con ella.  Ese nombre que no entendió en el murmullo de la brisa era su nombre, y ahora sus brazos la rodeaban.

La miraba y acariciaba su cara.  Nunca había visto a una mujer más linda que ella,  con la cara lavada.  Tenía una belleza natural que había ocultado bajo la capa de maquillaje que usaba, pero ahora, aquí, era ella misma respondiendo a su llamada y él a la de ella.  Era inevitable que se encontraran en cualquier momento, y ese momento había llegado.  Nadaron hasta la orilla y la ayudó a salir del agua. No sentían vergüenza al contemplarse los dos . Estaban en un lugar de la tierra para ellos solos, era su paraíso.  Alex extendió la manta de la montura del caballo e hizo que ella se tumbara.

El extraño comportamiento, el constante desafío de uno y otro, no era más que pura atracción  mutua y había bastado una decisión sencilla para que al fin lo comprendieran y al fin se rindieran. Porque ninguno era el más fuerte, ni el que estuviera en posesión de la verdad, sino que eran dos almas que se habían encontrado por los extraños caminos que a veces la vida nos plantea.

Todo fue sencillo. Llegaron las palabras de amor,las caricias los besos y... la consecución de todo.  Se miraban como analizándose,como si no creyeran lo que acaba de ocurrir entre ellos.  Todo estaba escrito.  Ese era su destino y al fin se habían rendido a él.  Alex  retiraba suavemente los mechones de pelo mojado de su cara.  No pensaba en nada, sólo veía el rostro de la mujer que el destino le había traído, aunque hubiera sido por un camino tan retorcido como el que le había llevado hasta ella.  Pero estaba allí, junto a él y le miraba con la misma intensidad  que él miraba a ella.  Había ocurrido sin que ninguno de los dos lo planease, pero había sellado sus vidas.  Ya nada sería igual.  Ni se mirarían con los mismos ojos. Y buscaría incesantemente un lugar, un minuto siquiera para estar juntos y amarse.  El destino había inoculado un veneno en su sangre y ya no había remedio:  estaban heridos de muerte, heridos de un amor puro y limpio y nunca esperado, pero ahí estaba  y había tomado cuerpo en el de ellos y adueñado de sus voluntades.


Tumbados en la hierba, sobre la manta, se dejaban llevar por sus pensamientos.  Alex acariciaba su mano constantemente.  Otras veces se incorporaba para besarla, pero ninguno de los dos hablaba.. Debían irse. Y deberían dar algún tipo de explicación aunque fueran dueños de sus vidas.  Ella era libre como un pájaro pero él no; tenía novia y además vivían bajo el mismo techo, algo que inevitablemente provocaría en ocasiones escapadas a media noche. Tenían que solucionarlo, o bien dejarlo pasar como si hubiera sido una simple aventura de una tarde de verano.

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