domingo, 16 de septiembre de 2018

Algún lugar en la tierra - Capítulo 27 -De nuevo en casa

¡ Qué diferente fue la cena de aquel día ! Todo eran risas y una conversación distendida y jovial entre aquellas cuatro personas.  Junior se había dormido hacía rato en los brazos de su padre. Davinia observaba cómo durante la cena, a ratos Alex apretaba suavemente la mano de su mujer, que parecía haber recuperado el apetito, la risa, y el buen humor.  Alan pensó:

- Lo que no pueda el amor, no lo puede nada ni nadie.- Y suspiró aliviado al comprobar que sus hijos de nuevo eran felices y se seguían amando.  Probablemente más que antes de que todo ocurriera, porque ahora habían aprendido el valor que tiene algo que pierdes y no crees volver a tener.

 Alex pasó dos días más con su familia, pero al haber sido un viaje improvisado, tuvo que regresar a Laredo, no sin pena al tenerles que dejar.  Pero era un viaje largo, pesado y creyeron oportuno, que al haber recuperado el apetito y el buen humor, era mejor esperar unos días a que terminara de ponerse bien.  Y a la semana siguiente Anna emprendió el viaje de regreso a su hogar.  Puso la radio y canturreaba la música que más la gustaba.  Estaba alegre y feliz:  iba a encontrarse de nuevo en su casa, junto al hombre que amaba.  Estaba ansiosa por llegar y los kilómetros no parecían correr.  El niño al escuchar a su madre cantar, emitía unos sonidos que parecian acompañarla y juntaba sus manitas a modo de aplauso.  También él estaba feliz.

Desde que llegara de Austin, se ocupó principalmente de la construcción de La Charca, como la llamarían.  Metió prisa a todo el mundo y les obligó a hacer dobles turnos para que estuviera lista lo antes posible.  No importaba el tener que pagar más jornales; nada importaba más que la felicidad de su mujer y las ansias por volverla a ver por casa correteando.  Había perdido bastantes kilos, pero seguro que los recuperaría rápidamente.

Sólo faltaba  para que todo estuviera concluido, el arreglo del jardín.  había encargado los muebles y estaban a punto de llevarlos, cuando todo  estuviera terminado.  Probablemente no estaría listo para cuando ella llegara, pero no importaba, guardaría el secreto hasta que estuviese a punto. Trabajaba frenéticamente, es como si el haber hecho las paces, le hubiera inyectado  más vitalidad también.  Y en cierto modo así era; antes de eso, no tenía ganas ni ilusiones, pero desde su reconciliación todo era optimismo.

Las risas,los chistes, las canciones, el ruido , en definitiva había vuelto al rancho.  Los obreros se alegraban de que de nuevo volviera la señora.  La habían tomado cariño; les trataba con suma educación y consideración, algo que no solía suceder en las casas de algún ricachón ranchero.  Pero no allí, por eso eran considerados familia y guardaban respeto y aprecio a los dueños.

 Desde mucho antes de llegar al rancho el claxon de Anna se escuchó en  la lejanía.  Alex sabía que era ella, y salió corriendo hasta la entrada para ser el primero en recibirla.  Su corazón palpitaba a cien  por hora: su familia venía.  Nadie podría sentirse más feliz que él, ni querer más a su mujer y a su hijo.  Al parar el coche, Anna se bajó de él y corrió hacia su marido que  salió también a su encuentro con los brazos abiertos.  Se besaron y escuchaban los llantos del niño por haberse quedado solo, pero no interrumpieron su abrazo hasta pasados unos instantes.

Juntos, de la mano fueron hasta el coche, y Alan liberó a su hijo de las ataduras que le mantenían seguro en su asiento.  Le tomó en sus brazos y le apretó fuerte contra su pecho: su familia había llegado a casa.

Todos se alegraron de volverla a ver y la recibieron estrechando su mano.  Cuando entró en la casa Teresa y Dolores la esperaban impacientes.  Ambas mujeres les abrazaron y Dolores especialmente tomó a Junior en sus brazos y le besuqueaba: ¡hacía tnto que no le veia !...  Le examinó de arriba abajo y se admiró de que hubiera crecido y que ya se sujetase de pie en algo.  El tiempo había pasado rápido para él, aunque a ellos la ausencia se le hiciera eterna.

Habían preparado un menú especial como bienvenida. Todos estaban contentos y alegres. Alex la obligó a echarse un rato y descansar

- Debes descansar.  El viaje ha sido largo y pesado y tú aún estás débil. Yo estaré a tu lado
- Pero es que no quiero dormir. Quiero estar despierta y que me hables, que me cuentes cosas
- No te preocupes, no me voy a mover de tu lado. ¿ Qué deseas que te cuente?
- Lo que has hecho durante este tiempo
- He trabajado, he ido a Arizona y he vuelto.  Eso es todo
- ¡ Oh Alex ¿ En serio ya ha pasado todo, no estoy soñando o volviéndome loca ?
- No cariño, Ha pasado y no estás loca, además no te lo permitiría como no fuera por mi
- Eso también. Sabes que lo estoy, y mucho.  Deseo estar contigo
- No te referirás a lo que estoy pensabndo.  Porque primero te recuperarás y después ya veremos
- No, de eso nada. Necesito esa medicina y creo que tú también.  Es lo único que puede curarme.  Necesito sentirme tuya de nuevo. Necesito que me mimes, que me adores, que me acaricies y me beses.  En definitiva necesito una noche de lujuria.  Eres mi marido, y me dijiste en una ocasión que entre nosotros todo estaba permitido.  Pues bien, te espero esta noche.
- Con una condición. Por lo que veo vamos a permanecer en vela, así que  será si ahora duermes un rato. De lo contrario no aguantarás mi ritmo, te lo puedo garantizar.

Ambos rieron por las bromas.y a Alex le fue difícil contener el "entusiasmo" que sentía, porque sobretodo deseaba que ella recobrara la salud, y ahora tocaba descansar.  Y a duras penas tras un buen rato, consiguió quedarse dormida agarrada a su mano.  El no se movió de su lado, ni tampoco dejó de mirarla, porque al igual que ella parecía que estaba soñando.

Acostaron a Junio:  ya tenían la noche para ellos solos. Al día siguiente no trabajaría, se tomaría esa licencia para estar con ellos.  A solas en su dormitorio, frente a frente, se miraban intensamente y muy serios.  Sus miradas eran como cuchillos de acero penetrando en la mirada del otro.  Iban a encontrarse después de mucho tiempo, de muchas cosas acaecidas.  Era como su fuera la primera vez, pero saborearían minuto a minuto todo lo que allí ocurriese.  No sería un encuentro más, sería el primero de los muchos que vendrían, pero si el de una nueva etapa que empezaba después de superar una dura prueba.  Alex acariciaba su rostro con ternura mirándola a los ojos, y ella esperaba.  Necesitaban esa cercanía y poco a poco, suavemente, tiernamente, sin apenas palabras pero diciéndose todo lo que sus cuerpos expresaban se unieron.  Al principio las caricias, los besos, pero lentamente la pasión les inundaba y sus cuerpos respondían frenéticamente como si no hubiera tiempo para nada, sólo para el amor y su posesión. Lo habían echado de menos.   Se pertenecían uno al otro , y no había fuerza humana que hiciera cambiar eso.  Allá donde quiera que estuviesen, al unirse, ocurriría siempre lo mismo.  Necesitaban sentirse, que se pertenecían que eran un solo cuerpo, un solo corazón, una sola vida:  la de ellos.  Y no lo olvidarían nunca; habían comprobado el dolor de sentirse solo sin la otra parte de su existencia.

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