viernes, 7 de septiembre de 2018

Algún lugar en la tierra - Capítulo 4 - Los establos


Con el susto aún en el cuerpo por el despertar tan brusco que había tenido,   se tiró de la cama para ducharse.  Eligió cuidadosamente el vestido que iba a ponerse y los zapatos a juego.  Alex le imponía, sentía  temor. A penas le había visto un par de veces cuando eran pequeños, pero éste de ahora, le desconocía completamente.
Se vistió,  se peinó , y hasta se perfumó.  Miró por la ventana y vió que aún era casi de noche, y entonces soltó un improperio dedicado a Alex.  No obstante, le demostraría que era capaz de hacer cualquier cosa de oficina, al menos era lo que ella pensaba.

Un taconeo resonó en los oídos de todos los que desayunaban en aquél momento en la cocina. Alex no  lo podía entender ¿ Se había creido que iba de paseo?.  Todos se miraron pensando lo mismo asombrados y riendo.  Cuando hizo su aparición, Alex no pudo evitar  echarle una mirada de arriba abajo.  Era una chica bonita pero altamente engreída de sí misma. Y agriamente la espetó:

- ¿ A dónde crees que vas? Hoy es tu primer dia de trabajo y no va a ser una fiesta, precisamente
- Ya lo sé, que he de ganarme la comida.  Por eso me he vestido para la ocasión
- -¿No piensas cambiarte?
- No, en absoluto.  Estoy muy bien así- respondió ella segura de sí misma
- Pues muy bien.  Ahora desayuna, se está haciendo tarde
- Por favor Teresa ¿ puede hacerme dos tostadas?
- No, no puede hacértelas.  Comerás lo que todos
-¿ Huevos con bacon? No, ni hablar.
- Bien, si no deseas desayunar, allá tú. Venga, vamos a trabajar

Todos miraban expectantes a la pareja y todos esperaban una explosión de gritos de un momento a otro.  Alex salió de la cocina y detrás Anna corriendo  .  Se encaminaron hacia los establos.  Ella,  gruñía para sí,  porque no podía seguirle el paso, pero no dijo nada.

- ¿ Vamos a montar a caballo ?
- No.  Vas a limpiar los establos, que es algo muy diferente
-¿ Qué es lo que has dicho? ¿ Me lo puedes repetir?
- Si.  Que vas a quitar la mierda de los caballos.  Vas a echarla en un saco y después la vas a quemar. Esa es tu misión del día de hoy.  Creo que te vendría bien cambiarte de ropa, o al menos de calzado - dijo riendo, algo que a ella la sublebó y dijo no con la cabeza.  Alex se encogió de hombros y dándola un rastrillo y un saco se alejó de allí.  Al cabo de cinco munutos, regresó con unas botas de goma y se las dió sin apenas pronunciar palabra

- Creo que mejor te pones esto. ¡ Ah ! Lo quiero limpio antes del mediodiá.
-Lo estás haciendo aposta¿ verdad?
- No eres tan importante como para preocuparme por eso. Sigo instrucciones de tu propio padre, nada más.  Ya hemos perdido mucho tiempo. No has desayunado y no vas a probar bocado hasta que todo ésto esté limpio como una patena.

Y salió de allí dejando a Anna desesperada mirando a un lado y a otro como si buscase alguna ayuda divina.  Había hablado muy en serio, pero no sabía quién era ella.  Echó las botas a un lado se subió la falda anudándola a la cintura y se descalzó.  Creyó morirse cuando sus pies entraron en contacto con los excrementos caballares.  Le daban arcadas infernales cuando cada vez que removía aquello, la pestilencia inundaba su nariz.  Lo que recogía por un lado, se esparcía por otro al tratar de echarlo en el saco.  Buscó entre las herramientas y al fin encontró una pala . La serviría a modo de recogedor, pero en limpiarlo todo tardaría siglos.  Eran seis los caballos allí metidos.  No les tenía miedo, pero alguno de ellos se ponía nervioso al desconocer a la persona que había invadido su parcela.  Les acariciaba, les daba palmadas en el lomo, y poco a poco les iría calmando uno a uno.  Confíaba que algún día la permitieran montar .
Ni siquiera podía secarse el sudor de la frente, ni retirarse los cabellos que se habían pegado a su cara.  Tenía las manos sucias de excremento y olía fatal.  De repente se acordó de su padre, y si él vería bien lo que ese bestia de Alex la estaba haciendo. No se dió cuenta y tapó su cara con las manos impregnadas de suciedad , que mezclándose con el llanto formó una pasta de difícil definición.  Sudaba a mares porque cada movimiento que hacía era un esfuerzo superior para ella que no tenía ni idea ni costumbre de hacer este tipo de trabajo, ni ningún otro.

Nadie se acercaba por allí a darle ni siquiera agua.  No podría soportar aquello. Tendría que marcharse no tardando mucho.  Pero ¿ a dónde ? No tenía dinero ni casa, ni nadie a quién contarle su situación. Sólo Alan estaba a favor de ella, pero a penas le veía.  Ni siquiera se interesaba por ella.  A lo lejos escuchaba las risotadas de los peones que charlaban a las puertas del galpón en que pasaban su hora de descanso.  Ella seguía barriendo bolas de paja expulsadas del intestino de cada caballo.
Se ocultaba el sol, cuando al fin terminó la tarea encomendada.  No había parado en todo el día y a penas podía mantenerse de pie. Le dolía todo el cuerpo y lo malo no sería hoy, sino las agujetas que tendría al siguiente día.
Con sus zapatos de tacón en la mano, descalza, y con la ropa sucia y arrugada, se encaminó a la casa. Su cabello revuelto, pues ni siquiera tuvo una goma con que hacerse una cola de caballo.  Utilizó una cuerda que encontró, con lo cual enredó aún más su pelo.  La cara sucia, las manos lo mismo y una peste horrenda que inundaba su cuerpo.
 Sin a penas fuerzas para andar, llegó hasta la puerta de la cocina. Sólo estaba Teresa preparando la cena, que al verla en ese estado se horrorizó

- ¡ Jesús bendito ! Niña, báñese de inmediato, porque inundará la casa con ese olor
-Ya lo sé ¿ Crees que a mi me gusta ?  Deberías agradecérselo a tu niño. que es un bruto sin corazón
- ¿ Te estás refiriendo a mi ? - le dijo Alex desde la puerta que la observaba con curiosidad

Ella no respondió y subió las escaleras, mientras Teresa y él se miraban sin decir nada.  Alex sintió lástima; probablemente se había excedido, aunque por otro lado pensó que aprendería la lección. Asomándose a la barandilla de la escalera la gritó:

- Date prisa, te estamos esperando para cenar. - Ella,  a pesar de que no la veía, le sacó la lengua y le hizo una peineta, al tiempo que gritaba:

- Empezad sin mi. No tengo hambre
- Cuando termines habrás de limpiar el baño. Hueles fatal.- y se echó a reir

Dejaba que el agua corriera por su cuerpo como si fuera un bálsamo que aliviase el dolor que sentía en todo él.  Tenía las manos hinchadas al igual que los tobillos.  Tuvo que enjabonarse dos veces y aún así le parecía que seguía oliendo a caca de caballo.  Lavó a conciencia su cabeza y se envolvió en un albornoz.  No podía ni con su alma. Y  con el cabello empapado, se tumbó en la cama quedándose dormida.  Ni siquiera escuchó los golpes en la puerta, que al no obtener respuesta, se abrió suavemente dando paso a Alex que portaba una bandeja con alimentos.  No debía acostarse sin cenar; no había comido en todo el día.
De golpe, al verla tendida en la cama,  sintió lástima y se la quedó mirando detenidamente.  No podría ser tan duro con ella; aquella misma noche hablaría con su padre renunciando a su misión.  No era justo ni para la chica ni para él,  Dejó la bandeja sobre una mesa y salió de la habitación, pero al día siguiente cuando Teresa entró a despertarla, seguía en la misma posición, y tuvo que agitarla un poco para que se despertara.

A Teresa la conmovía aquella chica y la fuerza de carácter que tenía.  La subió un paracetamol porque suponía que tendría agujetas.  Ignoraba la tarea que tendría aquél día, pero pensó que Alex sería más benevolente con ella, al menos ese día..  Tuvo que ayudarla a incorporarse, y hasta la riñó con cariño por haber dormido con el pelo mojado.  Pero las riñas de Teresa eran con cariño y lejos de ofenderla, lo agradecía.  Le daba miedo tener que volver a enfrentarse a Alex y a lo que la ordenaría en el día de hoy. Pero Teresa la informó que había salido.  Era sábado y los fines de semana los pasaba fuera de casa.  Tiene novia en el pueblo; es una chica muy guapa.  Se llama Olivia; algún día decidirán casarse.  Ella la escuchaba, pero lo cierto es que aquello la traía al fresco

- Por mí como si se marcha a Nueva Zelanda.- pensó

Pero Alex no había dejado instrucciones para el trabajo que debía realizar.  Alan tampoco estaba, y se moría de ganas por montar a caballo.  Lo comentó con Teresa, pero ésta no la resolvió nada, así que tendría que ser ella quién tomara la decisión.  Y la tomó.

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