sábado, 8 de septiembre de 2018

Algún lugar en la tierra - Capítulo 7 - Miradas

Lentamente se giró buscando el interruptor de la luz. Bajando las escaleras estaba Alex, palpándose la cabeza. Estaba como clavada en el suelo ¿ A qué había venido? ¿ Por qué entró en su habitación ?  ¿Qué buscaba? ¿ Estaba borracho?  Pues si fuera esto último, el botellado le habría despabilado.  No se atrevía a decir nada, pero algo tenía que hacer

- ¿ Estás bien ?  Lo siento.  Me asusté.  No esperaba que viniera nadie, y menos tú ¿ Por qué no llamaste a la puerta?
- Lo hice, muy bajito.  Acababa de ver luz en tu habitación, y pensé que me oirías, que estarías despierta
- No. Estaba medio dormida. ¿ Qué querías a estas horas?  Te hacía en la fiesta ¿ Alan está bien ?
- Si, mi padre está bien.  Me remordía la conciencia de que estuvieras sola y todos divirtiéndose.  Vine en tu busca, pero fue una mala idea ¿ Sueles recibir a tus visitas a botellazo limpio?

- Lo siento, de verdad Alex.  Te pondré hielo.  Te saldrá un chichón. ¿ Sólo fue el golpe? ¿ No te corté con la botella?
- No, no me costaste, no te preocupes
-Déjame verte

Le hizo sentarse y se aproximó a él buscando en su cabeza alguna señal de algo que no fuera más que una rojez y el principio de un chichón. El bajo  la mirada y vió que tenía el camisón empapado por el agua, y que se ceñía perfectamente a su cuerpo, y un escalofrío recorrió su espalda.  Al levantar la mirada, sus ojos se encontraron con los de ella, y por un instante, el tiempo quedó suspendido.  Alex carraspeó apartándola suavemente mirándola de una forma extraña, que ella ni siquiera percibió

- Veo que estás bien.
- Ahora me voy. ¿ Deseas venir conmigo , o prefieres dormir?
- No,   Me quedo.  No quiero estropearte más la fiesta. Y de nuevo perdón.
- Muy bien.  Es tu deseo.  Adiós.

Se giró para verle salir. Y se fijó en su espalda: ancha, fuerte.  Era un hombre corpulento acostumbrado a bregar.  Sonrió y tuvo que taparse la boca con su mano, para que no la oyera reir.  Había ocurrido algo inesperado, una anécdota para reirse de él.  Pero no se reiría; había pasado miedo, pero no en su presencia, sino por todo lo contrario, al ignorar que era él. Creyó su explicación a lo ocurrido.  Creia conocerle y no era de esos que entraba furtivamente en la habitación de una mujer, sino que iba a por ella de frente y sin ambages.

Lo que no acababa de entender era el por qué había abandonado la fiesta por venir a buscarla ¿ había dejado a su novia empantanada? ¿ Se habría conformado ella con la explicación? " Voy a buscar a mi peona que está en casa sola y aburrida ", se dijo imitando la grave voz de él.  No le cuadraba nada, pero tampoco la importó demasiado. Sólo que se había desvelado totalmente.  Se pasaría el resto de la noche despierta y eso  la contrariaba porque estaría pendiente de cualquier ruido que se produjera. La sensación de peligro que había sentido hacía a penas un momento, no la abandonó en toda la noche, y sin querer pensó en Alex, en esa mirada profunda que cruzaron.  Por primera vez le había tenido muy cerca y por primera vez se fijó en los ojos de él.  Ni siquiera sabía su color, hasta aquél momento: unos preciosos ojos grises.  Y entonces se entretuvo en recorrer de memoria su rostro, a ver si de esta forma el sueño acudía.  De frente amplia, señal de inteligencia. Pestañas largas acompañadas de unos profundos ojos.  Nariz recta y bien formada. Ni muy pequeña, pero tampoco grande. Labios gruesos y bien dibujados. Y la barbilla con un hoyuelo que casi la parte en dos. De pelo castaño. Lo que se dice un hombre guapo, atractivo.  Sonrió y se dijo " pues para no haberte fijado mucho, te sabes de memoria todos los rasgos de su cara".  Y por fin, apuntando el alba se quedó dormida.

Ningún ruido alteraba la paz de la casa, como si sus habitantes hubieran desaparecido de repente, Tenía hambre y se dirigió a la cocina, todo estaba como quedó la noche anterior. O todos seguían de juerga o todos dormían.  Rió al recordar el suceso con Alex. ¿ Le saldría por fin el chichón?  Seguro que si así fuera, sería objeto de las bromas de sus amigos con relación a su novia. ¿ Cómo era su novia? ¿ Cómo se llamaba?  Ha de ser un partido estupendo para llevarse a un  hombre como Alex.   ¿Le conocía lo suficiente como para analizar su forma de ser?  No tenía mucha experiencia con los hombres, sólo con los tontainas de sus amigos, y esos reflejaban desde el primer instante cómo eran.

- Cómo éramos - se dijo -.  Porque yo también era así ¿ lo seguiré siendo ?  Ahora, comparándolo con otro tipo de vida, compruebo que era vacía y vana, muy superficial.  Pero ni tanto ni tan calvo;  podía haber sido un cambio más suave.  Observo que no he vuelto a limpiar "mierda de caballos".  Y que ahora mi trabajo es más de oficina que otra cosa.  Me encantaría hacer un viaje con Alex, en plan vaquero.  Pero eso nunca lo conseguiré; se que pondrá como excusa que sería la única mujer entre tanto hombre desmadrado, y quizá tenga razón. No;  eso descartado.  Jamás me llevará con él. ¿ Qué tal estará?  Espero que bien. ¡ Madre mía ! - y rió abiertamente mientras desayunaba huevos con bacon, que había tenido que hacer ella misma.

¿ Cuanto tiempo había pasado desde que vivía en el rancho ? Poco, muy poco para los cambios tan radicales en su forma de vida.  Pero seguía añorando Nueva York y sus tiendas, pero sobretodo a su padre. ¿ Qué pensaría de ella viéndola aquí?

Sintió que un nudo ahogaba su garganta y decidió visitar su tumba.  Necesitaba hablar con él y explicarle cómo estaba viviendo en la actualidad.  Sabía que en algún lugar él la cuidaba y la escuchaba.  Cortó unas flores del parterre y ensilló el caballo que conocía, y lentamente, como paseando, se encaminó hacia el pequeño cementerio en donde reposaban sus seres más queridos.  Descabalgó y se dirigió lentamente hasta las dos tumbas que eran las de sus padres y  la de Rose, ya que estaban casi juntas.  Distribuyó las flores entre las dos y después se sentó en el suelo frente a la de su padre.  Los ojos se le llenaron de lágrimas, y las palabras se acumulaban en su boca.  Quería contarle todo y preguntarle de todo. Y sin darse cuenta, comenzó a desgranar  lo vivido en el rancho, pero especialmente los momentos con Alexander.  Era como si se estuviera confesando con su padre.  No sabía lo que la ocurría, no acertaba a comprender lo que en realidad sentía.  Sólo que ya no le odiaba y que el rancho era ahora su hogar.  Sólo faltaba en su vida su presencia a la que cada día recordaba intensamente.  Había sido su protector; ahora no tenía a nadie que la protegiera, o quizá si.  Creyó escuchar un nombre en el susurro de la brisa mañanera, pero movió la cabeza negativamente:  él no sabe siquiera que existo, respondió al infinito.

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