sábado, 8 de septiembre de 2018

Algún lugar en la tierra - Capítulo 5- Un rincón para soñar

Estaba de enhorabuena:  tenía todo el fin de semana para ser libre. Alan también había salido; muchos de los peones habían ido hasta San Antonio así que  no volverían hasta el domingo por la tarde.  Sólo quedaba en la casa algún peón, Teresa,  su marido, y ella.  Haría lo que la viniese en gana sin dar cuentas a nadie. Fue a los establos  y puso la montura a uno de los caballos que le parecía más tranquilo; al menos era el que más confianza le inspiraba.
Montada en él, se acercó hasta el porche en el que tomaban un refresco Teresa y Julio, su marido.  Ambos se extrañaron de verla y la advirtieron que podría perderse y que ese caballo no regresaría solo a casa.

- No preocuparos, no iré lejos.  Volveré enseguida.

Se sentía feliz, por primera vez en muchos días.  No quería pensar nada más en que podría hacer lo que quisiera sin tener detrás de ella ojos que la mirasen ni gruñidos que soportar.  La vida le estaba siendo muy difícil, pero también creía que se haría con la situación.  Salió del rancho y a trote suave tomo un sendero sin saber a donde la conduciría.  No debía alejarse mucho y fijarse bien por dónde iban, no fuera a ser que la predicción de Teresa se cumpliera.  Corría una brisa suave, muy agradable con olores a campo, no a estiércol ni a ganado.  Era un olor especial que ella no conocía, mezclado con el aroma de algunas flores.  Y llegó a un lugar que la dejó sin palabras.  El entorno era totalmente verde, con profusa vegetación rodeando a un enorme lago, o una charca inmensa, no sabía muy bien lo que era.  Hacía calor.  Desmontó y ató la brida al tronco de un árbol.
Se sentó sobre una piedra y mirando al frente, dejó volar su imaginación y sus pensamientos.  Y recordó parte de su niñez. La adolescencia rodeada de chicos que la solicitaban constantemente salir con ella.  Luego vino la universidad y la corte de aduladores no la dejaban en paz.  Ninguno era inmune a su belleza, que la tenía.  No recibía más que halagos y piropos; sin embargo ahora, nadie la miraba ni la hacían caso.  Todo había dado un giro radical.  Ya nadie la miraba con admiración, sino más bien con resentimiento, como si ella hubiera tenido la culpa de todo lo acontecido.Y de repente el malhumorado rostro de Alexander se puso en primer lugar.

Una ligera brisa acariciaba su rostro , y a pesar de haber dormido durante toda la noche, el cuerpo le pedía descanso.  Se tumbó en la hierba y el aire con olor a campo meció su sueño, quedándose dormida en cuestión de segundos.  Cuando despertó sobresaltada, comprobó que era casi media tarde. ¡ Había salido por la mañana !  Lo primero que recordó fue a Teresa. tendría un susto de muerte al ver que no había regresado ni siquiera para comer.  No tenía medio de avisarla. Se levantó rápidamente y montó en el caballo que pastaba tranquilamente cerca de ella.  ¿ Recordaría el camino de vuelta?  Estaba asustada ¿ Cómo podía haberse quedado dormida? ¿y tanto tiempo ?

Al fin encontró el sendero por el que había venido, pero también se encontró con dos hombres a caballo acompañando a Alex.  Comenzó a temblar de miedo. El no tenía que haberse enterado ¿ por qué está aquí? ¿ No había ido al pueblo con su novia?  Miraba su rostro y le vió crispado, enfadado y a punto de darle un ataque.  Esperaba,  no sólo una buena bronca, sino hasta insultos por su irresponsabilidad, y lo cierto es que no les faltaría razón.
Pero lejos de eso, Alex descabalgó de un salto y fue a su encuentro, tendiéndola los brazos para que bajara del caballo

- ¿ Estás bien ? ¿ Te ha ocurrido algo ? ¿ Te has perdido ?
- No, nada de eso.  me quedé dormida.  Eso ha sido todo
-¿ Te quedaste dormida? ¿ Viniste hasta La Charca para quedarte dormida? ¿ No pensaste en el susto que ibas a dar a Teresa? Eres la persona más egoísta que he visto en mi vida.  Una irresponsable de tamaño monumental.
- Lo siento.  Lo siento mucho.  Si no hubieras sido tan tirano ayer, no hubiera estado tan cansada y no me hubiera dormido
- Así que la culpa la tuve yo. Yo que ni siquiera estaba en casa
- ¿ Qué te ha pasado te han dejado plantado?
- Sube al caballo y vayámonos de una vez a Teresa está a punto de darle un ataque.  Para tu información me llamó asustada porque ni siquiera a  la hora de la comida   habías regresado.  Puedes estar contenta, Has arruinado mi fin de semana.  Claro que eso a la niña no le importa en absoluto.  Todo el mundo tiene que bailar al son que ella toque

- Basta ya.  He pedido disculpas. Estaba cansada.  Hay mucha paz en ese lugar y me quedé dormida.  Ahora denúnciame y haz que me detengan por terrorista
- No me des ideas - y espoleando al caballo cabalgó ligero para llegar cuanto antes y contarle a Teresa que estaba bien y entera.  Estaba furioso, no por haberle chafado su salida del sábado, sino por el susto que se había llevado creyendo que le había ocurrido algo malo.

Ya no tenía interés en volver a Laredo, así que decidió quedarse en casa;  en todo caso lo haría al día siguiente.

Tardó en llegar pocos minutos, y lo primero que hizo fue llamar a Teresa, abrazarla y pedirla perdón, jurando que no lo volvería a hacer más.  Teresa correspondió al abrazo y ahí se quedó todo.

Tenía hambre, un hambre atroz; el aire libre le había abierto el apetito y además Teresa era una cocinera excelente.  Era tarde, pero no la importó: la serviría de cena.  Subiría a su habitación y leería un rato hasta que la diera sueño.  Haría cualquier cosa, menos volver a ver la cara desagradable de Alex.  Cada vez le soportaba menos, y pensó que era una lástima porque es un hombretón guapo y atractivo, y creyó que en algún momento de su vida, habría sido hasta simpático, pero sin duda la simpatía se quedó en el camino.  No quiso salir al porche por si él saliera;  no quería verle ni incomodarle, así que después de recoger la mesa, y a pesar de haber luz del día decidió despedirse hasta el día siguiente.  Estaba segura de que se quedaría dormida enseguida.

Leyó durante un rato, pero no se concentraba en lo que leía.  La imaginación viajaba hasta ese lugar en el que había estado.  Volvería en cualquier otra ocasión que tuviera.  Sabía por donde ir y lo advertiría antes de partir para que supieran donde estaba.  De esta forma se ahorraría broncas innecesarias.

Sentada en el poyete de su ventana, contemplaba las estrellas brillantes, distantes, en un cielo limpio, mientras una sonrisa de satisfacción iluminaba su cara.  La sacaron de su ensoñación unos ligeros golpes a la puerta. Al abrirla se encontró frente a Alex; una visita totalmente inesperada.


- ¿ Quieres ver una película en la televisión? Mañana me encargaré de que tengas una aquí, en tu dormitorio.  Podemos ver una de la tele u otra de video.  Como prefieras
- Lamento profundamente haberte estropedado tu salida.  Seguro que tu novia se estará acordando de mi toda la tarde.  Lo siento mucho.  No volverá a ocurrir
- No hagas promesas que no puedas cumplir.  Sabes tan bien como yo que volverás a hacer otra trastada. Y si.  Mi novia te recordará durante toda la noche.  Y ahora ¿ bajas o qué ?
- De acuerdo veamos una película. Y también podrías invitarme a tomar una copa
- No te lances mucho.  Aún estoy enfadado contigo-  Nos diste un susto de muerte esta tarde
-No debía estar aquí.  Debí quedarme en Nueva York.
-¿ Cómo ? ¿ Acaso el abogado no te explicó la situación?
- Si la sé perfectamente, pero ya me hubiera arreglado.  He venido a importunar vuestras vidas, a desorganizarlas.  Os estoy muy agradecida;  nunca os podré pagar lo que habéis hecho, pero por eso, no os quiero crear problemas, Y los creo y muchos.  Lo siento
- No te disculpes más.  Creo que hoy lo has hecho por un año completo.  No nos has complicado nada.  Como ves seguimos con nuestras vidas adelante. Eres tú la que tienes que acostumbrarte a un ritmo de vida totalmente distinto al que tenías.  Nada más
- Te prometo que lo haré.  Te doy mi palabra - Alex la miró y sonrió.  Parecía que estaba consiguiendo domar a esta potrilla tan rebelde.

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