sábado, 14 de septiembre de 2019

El orden y la Ley - Capítulo 11 - Estar junto a Rose

Prefirió no verla en dos días, aunque si la llamó por teléfono para darla cuenta de sus trabajos que no habían progresado mucho.  Rose decidió que pedir al banco un crédito sería lo más conveniente, estando avalado por el rancho que valía bastante más de lo que les pudieran dar por esa hipoteca. Se lo consultó a James, y aunque algo reticente comprendió que sería lo más rápido para cancelar la deuda con el Fisco.  Después de saldada, ya se vería cómo  cancelarlo.  James no tuvo más remedio que dar su visto bueno.

Para ultimar todo, quedaron en que ese día comerían juntos. Rose debía regresar a casa para culminar la operación, pero no tardaría en volver para iniciar las pesquisas sobre el estafador que arruinó el rancho.  James pasaría a recogerla por el hotel.  Se le había ocurrido algo.  Le costaba no volver a verla hasta sabe Dios cuándo;  se lo propondría mientras comieran, y por mucho que ella insistiera en decir que no, estaba decidido a seguir adelante con su plan.  Claro que lo disfrazaría para que ella no se percatara de  lo que en realidad buscaba era permanecer a su lado.  Se negaba a reflexionar sobre su insistencia en no volverla a perder de vista.  Sabía el porqué, pero rechazaba la idea de inmediato. Estaba preparado para flirtear con ella, pero no para ir más allá, y por eso buscaba pretextos que fueran creíbles, pero que a la vez supusieran una barrera difícil de traspasar; se lo debía en primer lugar a Rose y después a su amigo que había confiado en él.
Y se reunieron en una cafetería cercana a donde vivía ella. James contento, ella también. Se besaron en ambas mejillas. ¡ Quién iba a decir que el encono que Rose sintiera por él en otro tiempo, se traduciría en colaboración !  Le estaría enormemente agradecida por la ayuda que les prestaba, dejando, incluso, su propio trabajo por atenderla. Ambos se encontraban a gusto y hasta hablaron en broma de colaborar más adelante.
Le anunció que debía regresar a casa para explicar a su padre todo lo realizado y tratar de convencerle para conseguir el préstamo.  Thomas era muy  reacio a pedir dinero a los bancos, pero en esta ocasión no había más solución que esa

- Sé que se va a negar.  Estoy segura de ello, pero ¿ qué otra cosa podemos hacer?  El tiempo se agota.
-Se me ha ocurrido que yo podría acompañarte.  Quizá quedaría más convencido, y además estaría bien repasar a fondo la letra pequeña del contrato del préstamo para evitar males mayores.
- James, te lo agradezco con alma y vida, pero no puedo permitir que abandones tu trabajo por nosotros.  Puedo pagar una minuta, pero eso serían gastos extras y en estos momentos...  Bueno ya sabes lo que pasa
- ¿ Quién ha hablado de minutas? Me vendrán bien unas vacaciones; total será cuestión de pocos días y así, sobre el terreno, valoraremos todo mejor ¿ Me invitas a visitar el rancho ?

Rose se le quedó mirando sin comprender muy bien su actitud, pero aceptó encantada y estuvo de acuerdo en que él sería muy necesario para establecer las cláusulas de la hipoteca. Nadie mejor que James, que era un especialista en finanzas. Y ambos entrechocaron sus copas de vino sellando satisfechos la colaboración.
Sería una sorpresa para su padre, y por ello no le anunció su llegada, que realizarían de inmediato.

Pedro les recogió y les trasladó hasta el rancho. Rose le preguntaba cómo estaba su padre, bajo la atenta mirada de James

-¿ Cómo está mi padre ?
-Bien señorita.  Preocupado.  Todos lo estamos porque la suerte que corran ustedes es la nuestra también, pero al mismo tiempo estamos seguros que saldremos a flote.

Mientras ellos hablaban, James miraba el paisaje , tan distinto al de Nueva York: asfalto, coches y prisas. Y sin embargo allí, era calma, sol y prados con el mugir de alguna vaca como música de fondo.  No le importaría pasar una temporada allí.  A veces se cansaba de tanto ajetreo de la gran ciudad y buscaba refugio en algún lugar tranquilo. Hasta había pensado comprarse una cabaña, cercana a un lago e ir a pescar los fines de semana. No era muy aficionado a la pesca no buen pescador, pero mientras lanzaba el sedal, la tranquilidad, la soledad del lugar en el único ruido que se escuchaba sería el canto de los pájaros y el murmullo del aire en las ramas de los árboles.  Eso si era gozar de la vida, disfrutarla con sosiego, sin prisas, sin relojes que te marcaran cada segundo de vida.

Aún no comprendía como Rose, había cambiado este lugar por el laberinto de Nueva York y la agitación de la profesión que tenía.  Sonrió y se arrellanó más en el asiento escuchando el murmullo de la conversación de Rose con Pedro. Se le cerraban los ojos, pero no quería dormirse.  Le parecía una descortesía hacia los otros dos ocupantes del coche, pero lo cierto era que, desde que se había hecho cargo del asunto de Rose, dormía poco y mal, y no se debía a preocupación por ello, pues sabía que lo solucionarían, pero era el caso que el sueño se interrumpía a lo largo de la noche se desvelaba  varias veces sin saber porqué. Siempre había dormido de un tirón, pero ahora algo le intranquilizaba durante el sueño.

Y al fin Pedro, paró el coche junto a la entrada principal y Thomas salió sonriendo, extendiendo los brazos para abrazar a su hija y saludar a James calurosamente. Estaba feliz y contento por tener allí a su hija y al hombre que la había ayudado desinteresadamente. Estaba más tranquilo al saber que, al menos podría recurrir a alguien , si la hiciese falta, de no encontrarse sola en la ciudad. A Frederick le conocía personalmente, pero a este nuevo muchacho no.  Mientras cenaban le pusieron en antecedentes de cómo se conocieron y los tres reían satisfechos.

Para Thomas, no paso desapercibida la forma que James tenía de mirar a su hija y ella a él.  No era mirada de amigo, pero tampoco veía otra demostración que no fuera  de complicidad, pero claro, de una cosa puede pasarse a la otra.  Y recordó sus años mozos cuando se enamoró de  Ada, la madre de Rose, y los primeros tiempos de su noviazgo.  Cuando ella se resistía a salir con él y lo mucho que le costó esa primera cita y ese primer beso.  Y pensó que nada cambia a lo largo del tiempo, los hombres son lo mismo como las mismas son las mujeres y por su puesto el amor, que nos hace perder la cabeza y nos vuelve niños aunque seamos mayores.  Recordó el día que perdió a su mujer, dejándolo solo y con una niña de apenas cuatro años, y el vacío tan enorme que dejó en su vida. Y  los problemas a los que tuvo que enfrentarse  en la adolescencia de Rose, con ese carácter tan independiente y tozudo que su hija tiene. Sólo quería lo mejor para ella, y por eso trabajó tan duro en el rancho, y por eso estaba tan dolido si tuviera que desprenderse de él.  Y los tres, junto con los papeles que habían traído, se reunieron en el salón. Y Zulma les hizo café y les sirvió una copa, porque la noche iba a ser larga y algo delicada cuando comenzasen a relatar lo que habían conseguido, la moratoria, y la idea de la hipoteca.  Seguro que se subiría por las paredes, y por eso Rose, agradeció tanto a James que la acompañase en esa "embajada ".  Entre discusiones y razonamientos, al fin consiguieron que entendiera que sería el único camino de salir del atolladero en el que estaban metidos.

- Está bien, si no hay más remedio...
-Señor Patton, no lo hay debido a la falta de tiempo.  Le aseguro que hemos mirado todas las posibilidades, pero ya sabe como son los bancos:  cuando tienes dinero te ofrecen todo,pero cuando vas a pedírselo  ellos te lo deniegan
- Bien confío en vosotros.  Ya es muy tarde, habéis venido desde muy lejos y estaréis cansados. Id a descansar, que mañana será otro día .  James ¿ me acompañarás al banco ?
- Por supuesto . Para eso estoy aquí

Se despidieron y cada uno de ellos se dirigió a su habitación.  En verdad estaban deseando meterse en la cama, cansados, pero satisfechos, sobretodo James, que había pasado la prueba de fuego, aunque él ni siquiera se enteró.

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