martes, 10 de septiembre de 2019

El orden y la Ley - Capítulo 4 - Martini seco

Todos los juicios en los que participaba Donovan, causaban expectación,  aún entre los policías que llevaban la investigación.  Era frecuente que los estudiantes de Derecho acudieran  a presenciarlos y tomaban nota de lo que en la sala ocurría, y de los recursos legales que el abogado esgrimía en favor de sus defendidos.  Sin embargo no era un experto en derecho penal, sino financiero.  Pero este era un caso especial, como ya hemos dicho, y quiso llevarlo él personalmente.


Había salido satisfecho, y eso que era el principio, pero lo había vuelto a conseguir:  sembrar dudas.  Le sorprendió la joven agente que había sentado en el estrado.  Aparentemente no se había puesto nerviosa, aunque él sabía que si;  sus manos no paraban de retorcerse.   Eso le hacía gracia ¿ por qué  sembraba tanto desconcierto en sus juicios?   Al encontrarse fuera de la sala la había mirado fijamente como queriendo adivinar lo que pensaba, desconcertarla.  Pero si lo había conseguido, lo disimulaba muy bien, algo que despertó su interés por ella.  Quería conocerla mejor, más de cerca.  Parecía que su amigo  Frederick, el fiscal, conocía a ambos agentes de la ley,  al sargento y a ella.  Deseaba estudiarla más de cerca por si tuviera de nuevo oportunidad de llamarla al estrado y para ello, conseguiría un encuentro  a través de su amigo.
Solían reunirse en un bar de copas, Dead Rabbit, un sitio tranquilo en el que se podía charlar tranquilamente con uno de los mejores cócteles de la ciudad en la mano.  .  Se daría una vuelta por allí por ver si Frederick también acudiera y de esta forma  le pediría  que le fuera presentada.  Pero eso sería otro día;   hoy no era  el más adecuado, tras haber sido noqueado en el primer asalto.  Hacía mucho tiempo que conocía al fiscal, desde que eran unos chiquillos y sabía que su orgullo había sufrido y estaría de muy mal humor como para pedirle un favor, y además,   para estudiar a quién trabajaba en su lado.   Vería, al día siguiente, cómo se desarrollaban los hechos y así procedería.

Este juego del gato y el ratón le fascinaba.  No siempre lo practicaba, sobretodo cuando defendía a alguien en su verdadera materia como eran los delitos financieros.  El contrincante de esas ocasiones era el tribunal de delitos monetarios y la mismísima hacienda pública, y con ellos había que gastar poquitas bromas.  Quizá debería cambiar de especialidad, aunque el bufete en el que trabajaba había encontrado un filón y suculentas minutas. A pesar de ello, también atendían otro tipo de defensas, pero eran tan pequeñas que no merecía la pena dedicarles mucho tiempo, y para esas ocasiones habían contratado a muchachos recién licenciados, deseosos de trabajar en un bufete de renombre como era aquél.   Como excepción, autorizaron a que ese caso lo llevase James.

Se sentó en la barra.  No estaría mucho tiempo, debía preparar lo del día siguiente que sería pan comido.  No obstante no tenía que dormirse en los laureles. La otra parte también  tenía sus bazas, y nunca debes dar un juicio por ganado hasta que el juez lo diga.  Se  tomaría un Martini seco y marcharía a casa.
 Terminaría de trabajar tarde;  deseaba llevarlo todo bien atado.  No sería una causa muy larga, pero nunca se sabe. De regreso a su apartamento, compraría algo en la delicatessen cercana y esa sería su cena.
De reojo la vio  como se dirigía hacia él.  Se hizo como que no la había visto.  Hoy no quería romances ocasionales.  Tenía que estar muy centrado y esa mujer rompía sus esquemas.  Era muy atractiva y liberal, de mente abierta y lo que eso significaba.  Había estado varias veces con ella y sabía a lo que se arriesgaba si en esa noche aceptaba su compañía.  Verían el amanecer y la noche sería demasiado tórrida.  Mejor lo dejaría para el fin de semana.

 Necesitaba dormir, aunque lo hiciera tarde.  Debía tener la cabeza despejada y centrada en el trabajo, y si ella se quedaba en su apartamento no lo conseguiría.  Apuró su copa de un solo trago, pago y se levantó del taburete antes de que ella llegase.  La encontró por el camino, y sin pararse, se disculpó y salió rápidamente antes de que se arrepintiera de rechazar  lo que Meredith pudiera ofrecerle en una noche de pasión.  Tenía fama de mujeriego, y él lo sabía, pero no le importaba en absoluto. Nunca hacía alarde de ello, costumbre muy dada por algunos hombres para presumir ante sus amigos.  El no hablaba de sus conquistas.  Eso pertenecía a su vida privada y a nadie interesaba.  Pero era sabido entre sus amigos que, debido a su atractivo, las féminas corrían por estar con él.  Se metió en el coche y arrancó con dirección a su apartamento.
 No sabía porqué y a qué asunto, una imagen de la agente se coló en su cabeza.  Sería debido a alguna pregunta que la hiciera, o  algún gesto que hiciese en su respuesta. Y pensó que era una mujer muy guapa, y parecía dulce y vulnerable.  Creyó que había elegido mal su profesión.  No la veía con un arma en la mano apresando a los malhechores.  No la pegaba ese papel. Si él la daba miedo en un juicio, ¿ cómo se comportaría ante alguien que la apuntase con un arma?
Movió su cabeza negando y sonriendo.  Le gustaría verla en acción.  Estaba muy claro que sería una agente de oficina, más que de campo.  Había llegado sin darse cuenta  frente a su casa por haber estado distraído pensando en alguien de quién siquiera recordaba su nombre.

Depositó las llaves en la bandeja que tenía a tal efecto en la consola de la entrada a su apartamento, y mientras se dirigía a su despacho, fue quitándose la chaqueta y la corbata.  Se daría una ducha y en chándal trabajaría más cómodo.  Repasaría concienzudamente las comparecencias del día siguiente y repaso la lista de todos aquellos que comparecerían.

Lo repasaba concienzudamente, pero algo abstraído.  Buscaba algo que le orientara  quién  ella, pero no lo encontró o al menos eso creyó él. Tenía que reconocer que le había impactado y no sabía porqué.  No era alguien extraordinaria que llamara poderosamente su atención, pero había algo que sí le había impresionado:  su vulnerabilidad. ¿ Sería tan vulnerable en la realidad?  Posiblemente no, ya que por la profesión elegida, debiera ser todo lo contrario.  Cerró la carpeta algo malhumorado.  No entendía esa curiosidad sentida por esa muchacha de la que, hasta hacía pocas horas, ni siquiera supiera que existía.  Decidió que era una solemne tontería aparcar todo el trabajo por pensar en alguien a quién había dejado noqueada dudando en sus respuestas.
Repasó sus preguntas a los testigos y sus alegaciones.  Todo estaba en orden.  Había hecho sus deberes y todo estaba  perfecto .  Miró su reloj de sobremesa y comprobó que ya era hora de dejarlo hasta el día siguiente.  Tan importante era tenerlo todo en orden, como acudir al juicio despejado por el descanso.  Puso toda la documentación en el portafolios y concienzudamente repasó todo lo que debía llevar al día siguiente.
No tenía sueño, lo que significaría que no descansaría inmediatamente de haberse acostado. Fue hasta su vestidor y examinó qué traje se pondría.  Eligió uno gris. La camisa azul, y una corbata azul con algún discreto dibujo.  Era elegante por naturaleza, pero además lo que ganaba como abogado, le permitía lucir trajes hechos a medida de perfecta línea. " La imagen es primordial", se decía y era una norma que cumplía a rajatabla.  Cuando no tenía que acudir al juzgado y en su día a día, se permitía alguna licencia de vez en cuando; la ropa que usaba a diario, sería la de los domingos para alguien normal que ganase un sueldo normal.  El se lo podía permitir.  No era millonario, pero su cuenta corriente ya era bastante abultada y eso le daba seguridad.

Daba vueltas y más vueltas, en la cama sin lograr dormirse.  Se centraría en algo o alguien. Era bastante imaginativo y creaba sus propias fantasías.  Recordó a Meredith y en ella fijaría su pensamiento;  era una fórmula que solía funcionar bastante bien en ocasiones como las de ahora en que estaba desvelado. Pero sin darse cuenta, inconscientemente, su mente reflejó una imagen y con ella viajaría por el limbo de sus fantasías.  La imaginaba provocativa, incitándole a la lujuria. Y mentalmente, recorrió su figura imaginariamente, ya que, durante el juicio la vio sentada.  Por tanto no conocía nada de su figura, pero la imaginación es libre y eso, precisamente, es lo que estaba buscando para conciliar el sueño.  Y forjó su fantasía. Tendría el cuerpo de Meredith, que conocía bien, y el rostro de ella., de la desconocida agente.  Sonrió levemente complacido.  Tendría lo que deseaba en solitario; de haber venido con compañía, seguro que ahora se estaría revolcando con Meredith o con cualquier otra y... ¿ por qué no con ella?  Y en su cabeza se coló esa idea.  Tenía que conocerla, averiguar algo de esa policía e invitarla a salir algún día; no, mejor una noche.  Rió abiertamente y así se quedó dormido.

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