miércoles, 18 de septiembre de 2019

El orden y la Ley -Capítulo 18 - Un encuentro

Y como si el tiempo no hubiera pasado, Rose entraba nuevamente en su apartamento neoyorquino. Se sentía extraña.  Ese silencio tan peculiar de una casa deshabitada, que da la sensación de que algo o alguien te observa cuando sólo estás tu en ella.  Fue hasta su habitación y allí dejó la maleta. Se quitó los zapatos y los arrinconó con una suave patada. A pesar de haber estado por horas en el avión, o precisamente por eso, estaba cansada; no tenía ganas de deshacer el equipaje y se tumbo mirando al techo siguiendo sus pensamientos.  Tenía que llamar al rancho para anunciarles que ya había llegado, y también a James por el mismo motivo, cumpliendo con lo acordado.

Mantuvo una conversación breve con su padre y se despidió de él con cariño, como si en lugar de unas horas, hubieran pasado días desde que se vieran . Marcó en su móvil el número de James y pulsó la tecla, pero su voz predeterminada respondió que no estaba en casa y que dejase el recado.  Se contrarió  ¿dónde estaría a esas horas?  Supuso que al faltar esos días de casa, el trabajo lo tendría acumulado

- Seguro que lo está poniendo al día, pero bien podía haber atendido mi llamada siquiera para decir hola y adiós.

  Pero también en su cabeza se coló la idea de que posiblemente  no fuera ninguna de esas  cosas, sino que simplemente estaba saliendo con alguien.  Y recordó su despedida de hacía poco en el aeropuerto, y quiso convencerse de que no era eso.  No podía ser posible con la despedida que  tuvieron .

- Será mejor que me centre. Me daré un baño con abundante espuma y me relajaré.  En definitiva, he sido yo la que le he rechazado y no es ningún monje, así que no es de extrañar que esté buscando compañía femenina.

No supo calcular el tiempo que llevaba sumergida en la bañera, hasta creía que se había quedado dormida.  Algo la sobresaltó e hizo que se despertara, poniendo más atención a cualquier ruido que se produjera.  El agua estaba simplemente templada y decidió salir del baño tan reconfortante que había tomado.  Se secó, se aplico la crema hidratante de cuerpo y con una toalla en la cabeza para secar su cabello, se dirigió a la cocina envuelta en un albornoz.  La apetecía tomarse un café y decidió preparárselo.  El teléfono sonó y fue hasta él para saber quién llamaba

-¿ Dónde estabas ? He recibido tu llamada y he tratado de hablar contigo dos veces y no has respondido.
- No estaba en ningún sitio. Me estaba dando un baño y he debido quedarme dormida.  Algo me despertó y creo que ha sido tu llamada.  En fin, no tiene importancia ¿ Cómo has sabido que estaba aquí ?
- Llamé al rancho y me dijeron que habías regresado¿ Te ocurre algo? ¿ Por qué me has llamado ?
- No me ocurre nada, y lo he hecho para decirte que estoy de nuevo en Nueva York, tal y como habíamos quedado
- Sé que estás en casa
- ¿ Dónde quieres que esté ? Acabo de decirte que me estaba bañando
- Muy bien. Pues abre la puerta
- ¿ Estás abajo? No subas.  Estoy bien. Ni se te ocurra hacerlo
- Abre la puerta o todo el mundo se va a enterar de que estás desnuda con un albornoz
- No, no voy a abrirte
- Muy bien, pues hablaremos por el portero automático y que todo el mundo sepa lo que hablamos.

- Tengo muchas ganas de verte, así que anda, abre de una vez la maldita puerta. ¡ Ah ! y no se te ocurra cambiarte de atuendo. Estás perfecta para lo que tengo en mente.

El chirrido al abrirse la puerta, le hizo sonreír.  Había sido más fácil de lo que había pensado. Después de tantos días de no verla, la echaba de menos. Añoraba sus disputas por cualquier cosa y ¡ cómo no ! esos encuentros , después,  que le volvían loco ¿ Sería hoy uno de ellos?  Tenía que librar con ella una dura batalla que no estaba muy seguro de poder ganarla, pero lo intentaría con todas sus fuerzas. Por eso deseaba,  estar más cerca de Rose, y comprender más y mejor el trabajo de ella. No imaginaba lo que estaba dispuesto a hacer con tal de tenerla cerca, de que fuera al fín "su " chica, en el más amplio sentido de la palabra, pero no estaba seguro de que ella  se diera cuenta de la profundidad de los sentimientos que sentía.  Cada vez que tenían un encuentro, le demostraba  que, lejos de disgustarla, ella correspondía con toda su alma. Eso debía significar algo, al menos que no le era indiferente.  Esta noche se lo propondría, pero sería después de demostrarla su amor.  Si no aceptaba, al menos le quedaría ese imborrable recuerdo.

No tardó en franquearle la entrada. Se miraron y al fin una sonrisa asomó a la cara de ambos. Ahí tenía la respuesta:  Rose llevaba puesto el albornoz, tenía el cabello húmedo, pero alborotado y en sus mejillas había un rubor rosado.  Todo ello indicaba que estaba de acuerdo con su propuesta y que aquella noche iba a ser gloriosa.

La besaba como si hiciera siglos que no la veía, y en ese momento comprendió que ella era todo lo que deseaba, que sería el principio y fin de sus ambiciones, que estar a su lado y amarla era su paraíso al que aspiraba y que tendría que hacérselo comprender a como diera lugar, allí, ahora, aquella noche.
Eran muchos loas bufetes que le solicitaban de nuevo, porque todos conocían su valía.  Ese no sería problema, pero quizás en algún caso surgiera incompatibilidad y entonces si surgiría la discusión., No obstante tenía que intentarlo

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