lunes, 16 de septiembre de 2019

El orden y la Ley - Capítulo 15 - La dulce ternura

Rose revisaba cada palmo de aquella habitación.  Nunca había hecho nada semejante y de repente se dio cuenta de la trascendencia que iba a tener aquel encuentro, cuyo camino sería una separación por tiempo indefinido, y que posiblemente sería olvidada al cabo de transcurridos unos días.  Ni ella ni él, tenían planes que fueran más largos en el tiempo. Pero también pensó que si los hombres pueden hacerlo con la mayor naturalidad del mundo cuando les conviniese, ¿ por qué las mujeres no ? No iba a hacer el amor con un desconocido, aunque mucho no es que supiera de su vida, pero era sincero con ella y no buscaba otra cosa que no fuera terminar la noche como ellos lo habían planeado.  No hacían daño a nadie, si acaso a ellos mismos, si es que la cosa se desbordara.  Pero estaba convencida de que al día siguiente, aquella noche, no sería más que una anécdota en sus vidas.

No obstante estaba nerviosa y algo incómoda.  ¿Qué pensaría James de ella? Y lo cierto es que nunca había hecho algo semejante; quizá algún escarceo con algún compañero, pero que no había pasado de unos cuantos besos.  Tenía muy claro que no se acostaría con un hombre por el simple hecho de tener sexo.  Tenía que gustarla y que la tratara como un caballero.  No era una fulana que andaba buscando ni dinero ni amores ocasionales:  no los necesitaba.  Pero con James sería distinto. Le conocía, aunque poco, sabía que era buena persona y que tendrían el encuentro sexual probablemente porque estaban algo bebidos, aunque no tanto que no supieran de qué se trataba.
Era plenamente consciente lo que iba a suceder y lejos de molestarla, lo deseaba.  Era un hombre muy atractivo y todo un caballero, y sólo quedaba saber si en la cama se comportaría de igual manera.

James observaba su comportamiento y sabía que estaba algo tímida. No le extrañaba, lo que si le sorprendió es la rapidez con que ella pensaba lo mismo que él, viendo la que montó en el campo por un simple beso.  Las mujeres son dífíciles de entender, dijo para sí.  Sonrió y se aproximó a ella. Tendría que ser él quien se encargase de desbloquear lo que fuera que estaba pensando.  Abrió el mueble bar y extrajo dos pequeñas botellas de licor.  Si lo rechazaba, no importaría,. pero sería una forma de acercarse a ella y comenzar su cortejo.

Era como si la viera por primera vez; estaba deslumbrado por ella, y a medida que se acercaba percibía el olor al perfume que llevaba, tan personal como ella misma.  Creyó que nunca lo olvidaría, al igual que aquella noche que se anunciaba muy interesante, porque en ella se destaparía el tarro de las esencias de cada uno, en libertad y como lo sintieran.  Al menos él, no había programado nada al respecto, acordándose de lo ocurrido en el rancho, pero estaba sorprendido, porque aunque pareciera que había sido él, quién tomó la iniciativa de este encuentro, había sido Rose sin lugar a dudas. Y sabe Dios que la deseaba y no rechazaría la ocasión.  Lo que viniera después estaría por ver,  y mucho se temía que no sería nada bueno.  Pero al menos, viviría ese momento que se le ofrecía, y después ya se vería.
Se situó frente a ella y apartando suavemente un cabello de su rostro, acarició con dulzura su mejilla y la besó suavemente  pero poniendo en ese beso el deseo loco que le inundaba. Ella no retrocedió, sino que puso sus manos sobre los cabellos de él, atrayendole con fuerza hacia ella.  Ambos incrementaban sus deseos, no era un capricho, sino algo instintivo que los dos sentían, la mutua atracción del uno para el otro.  Lo demás llegó por si solo, poco a poco, sin prisas pero sin pausas, cuyo destino era la cama y ellos desnudos sobre ella.

James la miraba y admiraba a Rose.  Nunca la había visto con los ojos que ahora la miraba.  Era una mujer hermosa y sensual.  Nunca hubiera imaginado que aquella indecisa agente de policía, acostumbrada a bregar con las cosas más escabrosas, se comportara tan ardientemente en aquella noche.  Su deseo fue el de él. Su erotismo le arrastró hacia ella, que algo inexperta tuvo que conducirla por los caminos del más alto de los placeres. Y sus suspiros, sus gritos al alcanzar el clímax, fueron los suyos también, sintiendo en su espalda cómo las uñas de ella  arañaban su piel. Rose cerraba los ojos de éxtasis y él pronunciaba su nombre una y otra vez.  En aquel encuentro había magia que ahora estaba descubriendo y que nunca había sentido con ninguna otra mujer.  Sería difícil eludir un nuevo encuentro cuando ambos se reunieran de nuevo en Nueva York.

Sería fácil enamorarse de ella.  Sólo una cosa le frenaba en sus deseos:  la profesión elegida por Rose.  Conocía los riesgos que entrañaba y no estaba dispuesto a vivir pendiente del teléfono que le anunciara que había sufrido un percance y estaba herida.  Si lograse convencerla, estaría dispuesto a perder su soltería.  Pero era alguien inquieto y necesitaba trabajar para sentirse útil,  y lo único que la gustaba era eso por lo que había dejado el bienestar de su casa y a su padre. No tenía muy claro que ella admitiese que renunciaría a todo por él, y eso suponiendo que ella también sintiera ese fuego interior que le asaltaba cada vez que la veía. ¿ Se había enamorado ? Movió la cabeza dudando de ello, aunque quizá lo consiguiese si se vieran con frecuencia, cosa que estaba dispuesto a conseguir en cuanto ella llegase a la ciudad.
Esa noche no había sido una de tantas, había sido algo muy especial que ambos habían vivido, y por lo comentado por ella, no creía que fuera sólo cosa de él, sino que a ella le había ocurrido lo mismo:  había descubierto un mundo nuevo.  Se giró para contemplarla mientras dormía y se reafirmó en lo que había reflexionado:  en verdad sentía una fuerte atracción por Rose, transformado en algo más intenso y fuerte, que probablemente ya se anunciara, pero que ahora sabían que era real lo que sentían y que no sería algo pasajero.

La acarició al tiempo que ella se despertaba con una sonrisa hacia él. En su rostro se reflejaba la ternura y el éxtasis de la noche anterior sentido por ambos.  La besó delicadamente y la hizo suya una vez más.

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