miércoles, 11 de septiembre de 2019

El orden y la Ley - Capítulo 6 - Hastío

Se sentía cansado .  Siempre las mismas caras, las mismas gentes creyendo que,  porque fueran ricos,  eran amos y señores de ellos. Siempre los mismos problemas : el dinero.  Cuanto más tenían, más querían tener,   evadiendo los  impuestos,  que mejorarían en salario a sus empleados,  y escatimando su contribución al bien común de la Sociedad.,  Para ello abrían cuentas en paraísos fiscales que después, sus abogados, se encargarían de retornarlas a sus cuentas corrientes una vez blanqueado.


James no estaba de acuerdo con ese procedimiento.  Tan sólo lo hizo una vez, pero se prometió así mismo no repetir la jugada. Su vida era monótona; cada vez  más solicitado, y cada vez tenía menos tiempo libre para vivir su vida, la que fuera, pero sería la suya y no la que le marcaran loas ricachones con derecho a interrumpir su sueño, sus vacaciones, o alguna noche apasionada.  Era requisito indispensable estar disponible las veinticuatro horas del día o de la noche, si se terciaba.  Por ese trabajo se llevaba una suculenta prima y su cuenta corriente se engrosó de manera considerable.  Había discutido por ese tema, con uno de los socios, y en ese momento tomó la determinación de poner punto final y abandonar de una vez lo que hasta ese momento había sido su trabajo. Montaría un pequeño despacho y atendería otro tipo de casos, tal como declaraciones de renta o ayudaría a pequeños empresarios a mejorar sus beneficios sin faltar con su cita anual con Hacienda.  Adoraba su profesión  en la forma en que la ley fuese igual para todos.

Cuando aquella noche entró en su casa, se sentía un hombre nuevo, distinto al que había salido por la mañana requerido por la urgencia de uno de sus clientes.  Había cortado con ese mundo de las finanzas tan poco legales. Nunca más marcaría nadie su agenda, sólo él.  Se tomaría unas vacaciones y al regreso, con calma,  pensaría en montar su despacho. Y así lo hizo.  Eligió un sitio cálido, con sol,  playa y mujeres bonitas para divertirse.  En ese tema no había cambiado, y ahora que no tenía preocupaciones de trabajo estaba siendo bastante activo.  Era libre, joven y tenía dinero como para permitírselo, pero tenía muy claro que nada de ataduras.  Sabía que alguna vez deberá organizar su vida y dejar atrás sus aventuras de hombre soltero y enamoradizo, pero aún no era su hora.  Ya llegará si que alguna vez lo hiciera

Rose Patton también estaba de vacaciones, pero ella no deseaba lugares extraños, sino la tranquilidad del rancho en donde había vivido toda su vida hasta que decidió establecerse en Nueva York.  También ella había subido escalones en ese largo tiempo transcurrido desde el juicio en el que se conocieron.  No habían vuelto a saber más uno del otro, ni siquiera en sueños.  Había pasado el tiempo y ganado en experiencia.   No era la joven timorata, sino que se había convertido en inspectora, debido a sus cualidades y a las oposiciones que hiciera para lograrlo.

Había tenido meses de intenso trabajo y necesitaba la tranquilidad del campo, y por eso eligió Westway para descansar y cargar las pilas para enfrentarse  a lo que la esperase a su regreso.

Las cosas no marchaban bien en el rancho por diversas causas o simplemente porque su padre se hacía mayor y ya no tenía el ímpetu de antes.  Mientras estuviese en el rancho le echaría una mano a lo que fuese para ayudarle, pero no tenía idea de su manejo, ni del problema que había ocasionado el descenso del rancho.  Ayudaba a su padre en los libros de administración, pero era un tema que le superaba al no tener ni idea de temas financieros ni siquiera de contabilidad.

Tenía bastante amistad con  Frederick Chaptman,  creada por sus colaboraciones en algunos casos tiempo atrás. Fred ahora estaba destinado en otro distrito y estaba metido en cosas políticas por lo que su contacto, en la actualidad,  era más esporádico.  Hacía algún tiempo que había contraído  matrimonio y frecuentaba su casa, teniendo entrañable amistad con su mujer.   En otras ocasiones, quedaban para comer en algún restaurante.  Y fue en una de esas citas que Rose le comentó que estaba algo cansada de su trabajo y que quizá pidiera una excedencia

-Si alguna vez te planteas dejarlo todo, llámame.  me encantaría tenerte en mi equipo como agente.  No tendrías el estrés de una comisaría y puedo asegurarte que no te ibas a aburrir,y seguirías viviendo con un extraordinario sueldo.
- No lo sé, Fred.  me gusta mi profesión, pero me hastían los chanchullos que algunos se traen entre manos. El orden lo entiendo de otra manera, con  la legalidad, con la ley en la mano, y no rebuscando mierda por los rincones.  De todas maneras tendré en cuenta tu ofrecimiento.  Mi padre tenía razón cuando me decía  que lo elegido por mi para ganarme la vida, haría que me comiese la energía.  En fin.  Lo siento pero he de volver al trabajo
- Tómate unas vacaciones, descansa, diviértete y no eches en saco roto lo que te he dicho.  necesito a mi lado gente como tú.

Se despidieron y quedaron en volver a verse en otra ocasión. Se encaminó despacio hacia su coche, aparcado algo lejos de donde habían celebrado la reunión.

- Puede que tenga razón.  me vendría bien algo de distancia y olvidarme, siquiera por unos días, del trabajo.  En realidad aún no he disfrutado de la vida.  Primero los estudios, la academia de policía, el trabajo, trabajo, trabajo. ¡ No he tenido vida ! Mis únicos amigos están relacionados con el trabajo. Ni siquiera he tenido algún ligue con el que disfrutar alguna noche. Seguro que cuando me vaya de esta vida, en mi epitafio pondrán : soltera y vírgen

Ella misma ase echó a reír de su ocurrencia, pero en parte era verdad. Admiraba a sus amigos que habían conseguido formar una familia, pero no todos sabían separar el trabajo de la vida familiar y eso les ocasionaba grandes problemas. ¿ Era eso por lo que ella permanecía célibe ?

No hay comentarios:

Publicar un comentario