jueves, 12 de septiembre de 2019

El orden y la Ley - Capítulo 7 - Regreso al hogar

Y Rose tomó sus vacaciones yendo al rancho. Se le cayó el alma a los pies al entrar en él. Se libraba únicamente la entrada principal a la casa, y eso porque Zulma se encargaba de ello. Gracias a esos cuidados, los rosales seguían floreciendo y las buganvillias aún colgaban  por las paredes.Los prados resecos de abandono. Pero al ver a su padre se hundió. ¿ Cuánto tiempo hacía que no se veían? Estuvieron juntos en Navidad, pero le encontró tan desmejorado que se llevó un susto de muerte al pensar en una cruel enfermedad.  Se abrazó a él conteniendo el llanto.  No quería llorar delante de él, pero en cuanto tuviera oportunidad preguntaría a Zulma o a su esposo, Pedro, porque necesitaba la realidad de lo que ocurría.  Supo aguardar el momento y controlar sus nervios, que había aprendido gracias al desempeño de su trabajo.  Y tuvo que esperar hasta después de la cena, en que Thomas se retiró a descansar

Angustiada fue hasta la cocina en donde el servicio recogía los cacharros y llevar   aparte a Zulma y la preguntó por lo que ocurría,  y que la mortificaba desde que llegó

- No mi niña.  El señor está bien de salud, pero algo deprimido.  Las cosas no van bien en el rancho.  Depositó su confianza en alguien y le ha defraudado totalmente.  Le ha estado robando y al hacerse cargo de la contabilidad, ha comprobado que parte de las entradas iban a parar a otros bolsillos.  El amo no quiso recortar salarios ni despedir a gente, pero los gastos se acumulan y los números rojos también
- ¡ Dios mio ! ¿Cómo no he sabido nada de esto ?
- No quería que lo supieras.  Dice que bastantes problemas tienes en tu trabajo como aumentarlos con esto. Que ya lo solucionará.

Pero Rose, quedó atónita ¿ cómo podría ella ayudar?  Tenía algunos ahorros que transferiría enseguida a la cuenta de su padre, pero no eran muchos ¿ Serían suficientes ?  No lo creía, pero al menos sería una ayuda.  No pudo dormir en toda la noche.  Buscaba en su cabeza las palabras que emplearía para no dañar el amor propio de su padre, pero no podía permanecer impasible ante semejante  problema.

-¿Qué hacer ?

 Con investigar al delincuente nada se arreglaría y era urgente. Cada mes que pasaba los gastos se acumulaban y cada vez sería más difícil encauzar la situación. Y entonces decidió que su puesto estaba allí, con su padre y en el rancho.  Llamaría a su jefe y le pediría una excedencia larga, como mínimo de un año, para tratar de frenar el golpe del descrédito de Thomas Patton.  Nunca desde que se estableciera en ese lugar, cuando era un muchacho, había dado lugar a las habladurías de la gente, y a pesar de que era respetado por unos, también envidiado por otros, y serían precisamente esos quienes más se alegrarían de su desastre y quienes harían correr las voces de su fracaso financiero.  Y cuando eso llegase, su padre necesitaría todo el apoyo que pudiera darle.
 Se levantaría a la misma hora que los obreros, y aprendería a trabajar como ellos lo hacían;  no la asustaba eso, pero no  era lo que había estado haciendo hasta ahora.  Pedro, el capataz, la enseñaría y hombro con hombro con los obreros que les eran fieles, levantarían de nuevo el rancho.
Por muchas vueltas que le diera, su cabeza no encontraba otra solución, y el sueño tampoco. Miraba casi constantemente hacia la ventana.  Deseaba que amaneciera cuanto antes, pero la luz del alba no terminaba de llegar y no le quedaba otra que esperar a las primeras luces del día.  Se encontraba desorientada;  tenía ante si un puzzle inmenso y pocas fichas para ir armándolo.  Nunca, desde que naciera había vivido una situación semejante, sin saber por donde empezar.

- Lo primero de todo, revisar los papeles, las cuentas y tratar de encontrar donde ha estado el fallo,  Era inspectora de policía ¡ cómo no se le había ocurrido antes !  Lo primero en cuanto tenga los libros al día, averiguar donde ha ido a parar el sinvergüenza que les ha robado y que al salir bien la jugada, posiblemente la repitiera en otro lugar.

Y decidió levantarse, y puesto que no dormía, al menos trabajar en el despacho de su padre.  Se dirigió al pabellón apartado de la casa, en donde  Thomas había instalado su oficina. Pocas veces, desde que saliera de allí, había pisado ese reducto.  Desde la puerta, repaso con la mirada la habitación.  La mesa escritorio, estaba desordenada y totalmente llena de papeles y de libros de cuentas.  Todo amontonado.  Únicamente permanecía libre el espacio que ocupaba una fotografía de su madre con ella y un pequeño jarroncito con una rosa ya marchita.  Se le vino todo encima.  El descuido, poco habitual en Thomas, la indicaba que el desánimo cundía en él y que ya nada le importaba.  No sólo tenía que luchar contra los números rojos, sino rescatar a su padre de la profunda depresión en que estaba inmerso.

La entraron unas ganas terribles de llorar.  Toda una vida trabajando para crear el rancho, luchando con lluvias torrenciales, inundaciones, cosechas perdidas, sin descanso ni días de fiesta... para que alguien,  sin escrúpulos,  les robase el sudor del trabajo. Y no sólo  fue el robo a los Patton, sino a los  obreros que trabajaban para él poniendo en juego su trabajo e incluso a algunos de ellos su hogar, ya que habían hecho su casa en los terrenos del rancho.  No quería ni pensar  si tuvieran que venderlo o hipotecarlo.  A su padre le costaría la vida.
Pero mientras ella pudiera, no ocurriría. Tenía las fuerzas y la energía para llevar esa ardua tarea que se había impuesto. Cualquier cosa, antes de que su padre abandonase derrotado su sudor, su esfuerzo durante tantos años. Lo más urgente sería poner al día la administración, pues mucho se temía que estuviera todo con bastante atraso.  Esa tarea la llevaría varios días, ya que tendría que buscar la facturación correspondiente a cada entrada y a cada salida.  Y con el desorden existente sería una labor de mucha paciencia y algo complicada. No importaba el tiempo que la llevase, el caso era recuperar, lo primero, el ánimo de su padre y sus ganas de volver a luchar por lo que era suyo.  El resto esperaría.

En el dintel de la puerta apareció Thomas, demacrado y con cara de haber dormido poco.  Se asombró de encontrar a su hija ordenando el escritorio y limpiando de polvo la mesa.  Era lo primero que debían habilitar para poder trabajar con cierto acomodo.

- ¿ Qué haces aquí tan temprano?  Has venido a descansar
- Thomas Patton.  Mi descanso será este trabajo.  Lo sé todo así que ahórrate las excusas. Venga, vamos.  Ayúdame.

Thomas sonrió arengado por Rose.  Quizá fuera la primera vez que lo hacía en mucho tiempo.  Al menos estaba más contento al trabajar junto a su hija.  En definitiva, el día que él faltase, sería su única heredera, si es que los acreedores dejaban algo.


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