martes, 24 de septiembre de 2019

El orden y la Ley - Capítulo 35 . En lugar equivocado

La sagacidad de Rose la hizo fijarse en dos coches negros, con los cristales tintados, que estaban aparcados junto a la acera en su lugar correspondiente para ello en el bar llamado Cheers Boys.  Normalmente iba la gente joven y algún que otro viajero de paso.  Pero ya les había visto en repetidas ocasiones y eso la extrañó.  Y ese día decidió averiguar por qué lo hacían.  No se trataba de algún viajero perdido, puesto que se repetían las visitas a Westway dos veces en semana.  Su olfato policial, la indicaba que algo extraño hacían y ese día decidió  comprobarlo.


Metida en el coche patrulla, aguardaba pacientemente y observaba sin pestañear las idas y venidas de aquellos personajes.  Eran dos hombres, altos, corpulentos , no llegando a los cuarenta años uno,   pasando de ellos el otro. Trajeados con ropa oscura e impoluta; siempre igual, la misma rutina, el mismo comportamiento sin explicación aparente, y eso, precisamente fue lo que hizo que fijara su atención sobre ellos.
No la extrañó el primer día que los vio, al pensar que serían personas que pasaban por allí a descansar. Pero eso mismo se repitió tres días después, y entonces llamó su atención:  en ese bar se cocía algo y lo averiguaría.  Lo comentó con su compañero que también se extrañaba de ello.  Abrió el interfono y comunicó a su jefe lo que estaban observando, al tiempo que le anunciaban que tratarían de averiguar hacia donde se encaminaban.

Decidida entro en el bar con la excusa de beber agua, y de esta forma retener en su memoria.más de cerca, los rostros de aquellos desconocidos.  Miraba a uno y otro lado, observando de reojo a los extraños hombres de gris.  Hablaban como en un susurro, lejos de las conversaciones en voz más alta con que se suele hablar en esos sitios. Se demoraban en salir, y ella no escuchaba casi nada y el vaso de agua estaba vacío.  Con el fin de demorar la espera, pidió que la sirvieran un café, algo que tomaría lentamente para dilatar el tiempo.  Y de repente abonaron la consumición que hubieran hecho y salieron tras comprobar sus relojes. Rose hizo lo mismo y rápidamente se introdujo en el coche patrulla .  Estaba claro que tramaban algo y que estaban sincronizando sus relojes. ¿ Esperarían a alguien y éste no llegaba? ¿ Por qué tanta sincronía ?

- Ve detrás de ellos y mientras te explico. No les pierdas, pero tampoco hagas alguna maniobra que nos delate.  La próxima vez traeré mi coche y vendré sin uniforme. - Le dijo a su compañero

 Procedió a informar a su jefe de lo que estaban haciendo, y así seguirían,  dejando el micrófono abierto para que supieran lo que ocurría. Y les siguieron a cierta distancia hasta el final del pueblo.  Después tomaron una carretera que terminaba a las puertas de una gran mansión en mitad de una arboleda.  No sabían que allí estuviera aquella gran casa.  Teclearon algo en la verja de la entrada, y la misma se abrió.  Ellos permanecieron lejos de su vista, pero cada vez estaban más reafirmados  en que aquello no pintaba bien. Esperaron y esperaron y nada ni nadie volvió a salir, y Rose decidió "tirarse a la piscina" de una vez.  Iría hasta la casa y llamaría con cualquier pretexto, ya se le ocurriría algo.
Y así lo hizo. Una voz con acento extranjero la respondió

- ¿ Qué quiere ?
- Perdone señor, me he quedado tirada y he venido caminando hasta encontrar alguna casa en donde me permitieran llamar para que vengan a recogerme. No sé donde estoy. ¿ Podría dejarme entrar para llamar por teléfono?

Siguió un silencio sin respuesta. Ya iba a regresar al coche, cuando un chirriar de la verja al abrirse la hizo retroceder.  Ante ella una avenida muy cuidada a cuyos lados había árboles y setos. Pensó que quién viviera allí no sería ningún pordiosero. Al final del camino se abrió una inmensa puerta de madera, imponente,  y en el dintel de ella, una figura de hombre, con su traje gris, en la que reconoció a uno de los sujetos del pub.


- ¿ La conozco ? - la dijo el hombre
-Me temo que sí. Esta mañana en el pub en Cheers
-¿ Es usted policía?
- Si así quiere llamarlo... Voy en una patrulla revisando las carreteras. Este pueblo es muy tranquilo y no tenemos ninguna complicación, así que mi trabajo es ir por las carreteras  para que nadie corra por ellas a velocidades no permitidas.- Rose había tenido buenos reflejos y supo reaccionar con naturalidad al hombre de gris
- ¿ Que es lo que quiere?
-Pues llamar a la oficina del sheriff y que alguien venga a recogerme, pero no conocía este lugar, así que no sé cómo indicar donde estoy
- Tendrá que darme la pistola. Aquí no queremos armas.- respondió el hombre

El guarda espaldas la miraba sonriente sin creer ni una sola palabra de lo que estaba diciendo, pero decidió seguirle el juego, hasta que se abrió una puerta y apareció en ella otra figura de hombre, algo más bajo que el anterior y más o menos de la edad de Rose

- ¿ Dónde vive señorita...? la dijo con algo de ironía en su voz
- A las afueras de Westway
- Y su nombre ¿ es ?
- Me llamo Rose, señor.  Y ahora si me permite, he de llamar, por favor
- Desde luego, pero antes permítame obsequiarla con una copa.  Viene poca gente por aquí, así que cuando lo hace alguien tan bonita como usted, es un premio de la lotería.  Venga acompáñeme -e indicándola con el brazo  se dirigieron hacia otra estancia anexa
- Señor se lo agradezco, pero estoy de servicio, mi turno hace rato que debiera haber terminado y me echarán de menos en comisaría. Dejémoslo para otra ocasión
- Sólo un momento, lo justo para tomar una copa. Después la dejaré ir.  ¿ Sabe una cosa? yo viví hace tiempo en Westway, por eso elegí este lugar para asentarme.  Fue en un rancho y allí fuí feliz

 No podía ser verdad. ¿ La estaba tendiendo una trampa ? ¿ Acaso era por hacerse la inocente ? Y si fuera así significaría que harían algo más con ella.  Y comenzó a ponerse nerviosa y a  acordarse  de James y de Ada.  Había sido demasiado ingenua como para creer que todo iba a ser tan sencillo. Y trató de no perder el control al darse cuenta de que estaba delante del mismísimo Chiquito Cienfuegos, que ahora tenía otro nombre. Tragó saliva y apretó los puños cuando él, lentamente se aproximó a ella.



-¿ Sabe una cosa ? yo la conocí . Si, si a usted, no se extrañe de ello. Nunca la había visto hasta este momento, pero sí escuché mucho hablar de usted Por cierto, ¿ cómo es que no está en Nueva York?  Su padre era un buen hombre, pero me vi obligado a irme de allí. No tuve más remedio
- ¿ Por eso se cambió de nombre? ¿ Por eso nos dejó a las puertas de la ruina? Usted ha sido responsable, en gran medida de la muerte de mi padre
- Si, ya me enteré, pero no es cierto, aunque lo lamento, pero no fui responsable de su enfermedad.  Pues como la iba diciendo... ah si.  Yo era muy joven y usted estaba muy idealizada por los pèones del rancho, pero ni siquiera vi una fotografía suya, sólo las alabanzas de usted, e irremediablemente me sentí atraído. La policía pisaba mis talones y tuve que salir por patas. Y ya ve lo que son las cosas, ahora está aquí, así que ...

A Rose no le gustaba nada el cariz que estaban tomando las cosas.  Leía entre dientes lo que aquel sinvergüenza pretendía, y ella estaba sola y sin armas.  En un lugar perdido del mundo y sin nadie que pudiera ayudarla.  Lo que James había sentido la noche de la discusión era un presentimiento de lo que iba a ocurrir.  Sabía que no saldría de allí viva, ya que de hacerlo le denunciaría de inmediato.  Supo que sus horas estaban contadas, y mentalmente pidió a su padre que la ayudase  con Ada y James, a los que estaba segura jamás volvería a ver.  Miraba nerviosa a un lado y a otro de la habitación, buscando algo con lo que poder defenderse si la atacara, y no lo encontraba, pero él cada vez estaba más cerca de ella y en su cara marcada una sonrisa nada esperanzadora.
Lo tenía todo perdido, pero no estaría pasiva. Pensó en su marido y su hija y con decisión agarró una botella de cristal tallado que tenía al lado y la estampó en la cabeza de Chiquito, que por un momento, desprevenido, hizo que se tambalease, al tiempo que de su frente brotaba  sangre.
Al oir el ruido la puerta se abrió bruscamente dando paso al guarda espaldas que la había conducido hasta allí.  Al ver a su jefe sangrando y a punto de caer al suelo, sin pensarlo más, desenfundó la pistola disparando contra Rose, que al ver el movimiento del hombre, en un acto reflejo se protegió como pudo, pero no evitó que cayera herida
Todo ocurrió muy deprisa, no podía respirar bien y escuchaba las voces alteradas como muy lejanas. Antes de perder el conocimiento, vislumbró una silueta con uniforme  y escuchó disparos.  Después ya no supo más


James recibió la noticia e inmediatamente  salió rumbo al hospital.  Sus peores augurios estaban aquí. Dijo a Zulma que se encargara de la niña y descompuesto y alterado se puso al volante de su coche.  La noticia corrió por el rancho como reguero de pólvora y Trevor le hizo señas para que parara:  le acompañaría.  No le dejaría solo en estos momentos tan cruciales.  La policía que fue a notificarles lo ocurrido, nada les dijo, ya que en esos momentos la estaban operando.  Durante el tiempo que tardaron en llegar, ninguno de los dos hombres habló por el camino. Se temían lo peor, y James no quería ni pensar si ella le faltase,  lo que sería de él y de su hija.  No podría vivir sin ella.  Desde hacía mucho lo había presentido, por eso tenía tanto empeño en que ella no fuese policía. Lo presintió cuando la vió y aunque tardó tiempo en cumplirse, había llegado, estaba ocurriendo y no sabía lo que pasaba en ese quirófano.
Nadie les decía nada. De vez en cuando llamaba a Zulma para informarla y que a su vez ella, transmitiese las novedades a todos.  nadie trabajaba y todos guardaban silencio, quizás esperando lo peor.

¿ Cuánto tiempo había transcurrido dos, tres, cuatro horas? o quizá cinco minutos.  James no lo sabía, había perdido la noción del tiempo.  No cesaba de pasear delante de la puerta del quirófano.  La desesperación se agrandaba más en su pecho y la crispación que sentía era inmensa.  Al fin, la puerta se abrió.  Ansioso miró el rostro del médico.   Según le viera, así sería la noticia que les daría

- ¿ Es usted el esposo de Rose Patton?
- Si. Por favor dígame algo
- Su mujer ha sido operada y podemos decir que ha vuelto a nacer. La bala rebotó en su brazo pero penetró en el pecho.  Posiblemente el gesto que hiciera para protegerse desviase la bala para que no llegase hasta el pulmón.  La herida por tanto no reviste gravedad, aunque deberá guardar reposo.  Lo que más nos preocupa es el feto.  Es demasiado pequeño y no sabemos si habrán consecuencias.  Está de muy poco tiempo, pero ahí está.  La dejaremos en la UCI para controlar todo el proceso.  Posiblemente el embarazo siga adelante, pero hemos de tomar todas las precauciones posibles para que el  bebe siga viviendo normalmente


Estaba a punto de derrumbarse:  estaba embarazada y no había dicho nada.

- ¿ Está seguro ?  No me había dicho nada- le dijo al médico asombrado
-Es muy posible que ni ella lo supiera; era muy poco tiempo y creería que era un retraso. 
No había tenido otra experiencia, en que se pudiera malograr su hijo, porque Ada vino sin complicaciones. La emoción era fuerte, los nervios muchos,  y la tensión máxima.  Apoyó su cara en la pared y se derrumbó rompiendo a llorar.  Trevor no sabía cómo consolarle, porque él mismo estaba deshecho.

Cuando se hubo calmado, llamó a Zulma y la explicó todo lo ocurrido.  La buena mujer no dijo nada, solo lloró quedamente.
No quisieron  apartarse de Rose, y permanecieron en la sala del ante quirófano. No habían vuelto a tener noticias, y aunque les intranquilizara,  sería signo positivo  A las siete de la mañana, con el cambio de turno, un médico les dijo que la noche la había pasado bien y que referente al bebe no había signos de aborto.
Al fin pudo relajarse un poco y respiró aliviado. Pudo verla a través de un cristal.  Estaba dormida y tranquila, un poco pálida y la máquina que controlaba sus constantes vitales, emitía el pitido con normalidad. Pero tenía otra preocupación añadida:  su hijo.  Había deseado tener otro hijo y lo habían conseguido , pero ¿en qué condiciones?

- No lo  piense  señor - le dijo  Trevor para tratar de animarle.  Pero era muy difícil tranquilizarse en una situación como la que estaban viviendo.

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